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La despedida de Tim Duncan, "un payaso brillantemente disfrazado de persona normal"
Anoche el AT&T Center se vistió de fiesta para homenajear al mejor pivote de la historia de la NBA; retiraron la camiseta número 21 y la colgaron del techo de estadio
Ni un tatuaje vistoso. Ni una mueca. Ni un escándalo. Apenas una seña particular antes de cada juego: tomar el balón entre sus manos y abrazarlo. Una imagen perfecta que se eternizó. Una síntesis auténtica de un deportista auténtico. Porque nada de creer que la ceremonia del fin de la carrera de Tim Duncan es el desenlace del recorrido deportivo de un jugador de básquetbol. Nada de eso. Es mucho más. Lo de anoche resultó un homenaje a 19 temporadas en la elite y la amplificación de un legado. Porque lo que él le enseñó a la NBA es a competir sin necesitar de las luces. Y les demostró a los demás que no hace falta ser más espectacular que el resto para conseguir 5 anillos en la liga más importante del planeta. "Todos necesitábamos despedirnos de él, nosotros y la gente", dijo Manu Ginóbili , su amigo, compinche, su socio en la dinastía Spurs. San Antonio anoche, antes de sus juego ante Pelicans, ofreció sus reverencias a su emblema TD. Y todo se concentró allí.
A los 40 años entendió que era tiempo de decir basta. Fiel a su estilo fue sin grandes anuncios y sin giras de despedida. Fue un adiós, casi entre susurros, y resultó suficiente. Es que lo suyo rompió con todo lo imaginado: es que es el mejor ala-pivote en la historia de la NBA. En 1997 Popovich quería un jugador que pudiese "fajarse" debajo de los tableros junto al Almirante Robinson. Pop estaba dispuesto a vender el número 1 del draft para poder tener posiciones más bajas en la elección y así quedarse con el jugador que podía darle el salto de calidad a San Antonio Spurs ¿Tim Duncan? No, Scot Pollard, un ala pivote que se graduó en la Universidad de Kansas. "Es verdad, pensé en elegir a Pollar en el draft del 97 antes de quedarme con Duncan. Pero tengo que reconocer que esa posibilidad no duró mucho tiempo. Creo que el mejor aporte que le hice al básquetbol moderno fue haber drafteado a Duncan", dijo Popovich hace un tiempo.
Beyond the wins, the records and the titles, it’s the little things that stick with us most. The little things that make Timmy, Timmy. pic.twitter.com/GFiIvtOTBl&— San Antonio Spurs (@spurs) 18 de diciembre de 2016
El chico que llegó de la Universidad Wake Forest es un hombre que deja una huella imborrable con el número 21 de los Spurs. Es camiseta colgada desde el techo del AT&T Center, es mucho más que un símbolo, es el reconocimiento eterno, a un deportista eterno. Que llegó al básquetbol casi de casualidad, pero que se adueñó de todo. Porque él no pensaba en el encestar sino que sus días transcurrían con el anhelo de ser nadador olímpico. El huracán Hugo, de 1989, destruyó la pileta en la que nadaba en Christiansted, en Islas Vírgenes, y su temor a los tiburones no lo dejaron seguir entrenándose en el mar. Por eso le dedicó más tiempo al básquet y así se convirtió en el señor fundamentos. Es que Duncan escribió un manual de cómo moverse y cómo pasar el balón cerca del aro. Fue una delicia verlo jugar. Cada noche dentro del campo escribió los capítulos más estupendos para que los internos sepan cómo se debe jugar cerca de los tableros.
Su impacto en los Estados Unidos fue rotundo. "Espero marcar la diferencia", fueron las primeras palabras que soltó con su habitual timidez cuando pisó suelo de NBA. Y hoy parece casi una ironía aquello, porque está entre los 10 mejores jugadores de la historia en las estadísticas de partidos, minutos, rebotes y bloqueos. Y como si fuese poco, es el único jugador en alcanzar los 25.000 puntos de Kareem Abdul Jabbar, con más de 15.000 rebotes y algo más de 3000 tapas. "Es un enorme placer haber compartido equipo con Tim", dijo Manu Ginóbili . Y claro, es lógico porque el bahiense también fue parte de los más de los 1000 éxitos de Duncan, los 15 All Stars y los tres premios a MVP en finales. Imposible de encuadrar.
“If the best player on the court is working this hard in August, then we better be working that hard too” pic.twitter.com/JTSx6WAPOc&— San Antonio Spurs (@spurs) 18 de diciembre de 2016
"Hay buenos jugadores que no venden camisetas, a los que quizá no les quede tan bien la camiseta por dentro del pantalón como a otros, o los que no llevan unas zapatillas tan bonitas. pero son mejores jugadores sin todo eso. Un gran entrenador no quiere a los mejores jugadores. Quiere a aquellos que son mejores para entrenarse; que se dejan enseñar. Tengo a Tim [Duncan], a quien jamás he tenido que levantarle la voz", reconoció Popovich. Y vaya si lo va a extrañar. Porque es verdad que ahora tiene al talentosísimo español Pau Gasol y que cuenta con toda la juventud de LaMarcus Aldridge. Nada será igual sin Duncan, porque con él también se acaba una era, se disolvió el mejor Big Three de la historia de la NBA: Duncan-Parker-Ginóbili.
Una expresión casi inalterable. Un semblante que no transmite emociones. Aunque lo suyo no se trató de vender más entradas, lo suyo fue básquetbol en su más pura esencia. "Si me tuviera que psicoanalizar, diría que soy un payaso brillantemente disfrazado de persona normal. La mayoría del tiempo no estoy serio. Disfruto bromeando, sonriendo y haciendo a la gente reír", confesó alguna vez Duncan. Misión cumplida TD, hiciste disfrutar y serás eterno.
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