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La apuesta de Sergio Hernández: "A esta generación también va a dar gusto verla jugar"
A los 53 años, vuelve a disfrutar de su rol de entrenador full time del seleccionado masculino; la importancia de mantener un estilo y sus sensaciones sobre el recambio del plantel
Explica con pasión cada detalle. No parece conocer otra forma de comunicarse. Apura un café, se acomoda la campera y exuda básquetbol. El entrenador de la selección de la Argentina, Sergio Santos Hernández, invita a pensar. No hay nada impostado, cuando habla explica que no es bueno entrevistarlo porque es “larguero”, pero que de esa forma comprende que llega mejor su mensaje. Y las dos cosas son reales. Pero en la conclusión, el bahiense de 53 años ofrece argumentos sólidos. Casi 20 años cerca de la selección, primero como asistente y como entrenador después, le dan autoridad para sostener ideas que otros dudarían en expresarlas.
Disfrutó de la Generación Dorada, pero ahora está montado en la aventura de llevar adelante un recambio generacional que comenzó hace un tiempo y que en la próxima AmeriCup será más marcado. Apenas Luis Scola queda de la estrellas y detrás aparecen Laprovittola y Campazzo. El resto es parte de la sangre nueva. Lo entusiasma el desafío, aunque su plan es mucho más amplio que un torneo o las eliminatorias. Hernández está concentrado en instalar un método para la Argentina. Ese que, por ejemplo, llevó a la selección hasta el olimpo en Atenas 2004. “Estamos cerrando un manual con el método que pretende Argentina para el básquetbol formativo. Es un sistema que apunta a la enseñanza técnica a nivel mundial y una cuestión específica al estilo de jugador que queremos. A tener la paciencia necesaria en el desarrollo de los chicos. Que en el proceso, la competencia sea una parte del crecimiento, no el todo. Estamos tratando de generar consciencia en eso. Pero no sólo aplicable a la selección, sino a los clubes y las selecciones de las provincias o las ciudades. Entendemos que todos quieren ganar, pero el único éxito debe ser el triunfo del básquetbol argentino”.
–¿Cómo se vive el proceso de entrenador full time de la selección esperando la AmeriCup y las eliminatorias?
–Son dos competencias un poco diferentes. Una es un torneo en sí mismo, que pone en juego ser campeón de América y para la Argentina, que está en un proceso de recambio, la motiva y la ilusiona. Pero no es un objetivo tan puntal, aunque cuando lo estemos jugando lo vamos a querer ganar. Y otra cosa son las ventanas de eliminatorias, donde tengo la sensación de que muchos las subestiman, pero son en realidad las que te van a llevar al Mundial y por consecuencia directa te pueden depositar en los Juegos Olímpicos.
–¿Se puede armar una selección sólo con chicos?
–Hay veces que se dice poné a los pibes, poné a los pibes, pero si hacés eso sin ningún tipo con experiencia que los guíe, no los favorecés en el desarrollo. La idea de que estén Luis (Scola), Nico (Laprovittola) y Facu (Campazzo) es para que le den un sostén al grupo de jugadores que vienen de más atrás. Pero en el medio están Brussino (Nicolás), Garino (Patricio) y Deck (Gabriel), que son muy jóvenes, pero que pueden ayudar a los que recién se suman a esta selección. Es un equipo joven el que tenemos, pero en realidad tiene bastante experiencia.
–¿Le inquieta que la NBA haya comunicado que no va a parar para las ventanas de eliminatorias?
–Me preocupa a medias. Sé que no voy a tener a los de la NBA. Por ahora es Brussino el único que tiene contrato, el resto estaría disponible. Todos los jugadores que lleguen a la NBA nos afectará por un lado, aunque por el otro es bueno, porque van a adquirir una experiencia que va a mejorar su juego. Le va a servir a la selección. Siempre hay que ver el lado positivo de las cosas. ¡Que haya 20 argentinos en la NBA! Es la mejor competencia del mundo, es donde yo quisiera ir si fuese jugador.
–¿Y como entrenador también?
–No pienso en la NBA. Nunca fui muy volador en eso. A pesar de mi costado audaz y caradura, nunca fui un soñador.
–¿Y en el básquetbol?
–Respecto de nada. Yo no sueño, voy día a día. Jugué al básquetbol desde chico, siempre estuve vinculado con el deporte, pero nunca soñaba entrenar a la selección, como ahora no sueño dirigir en la NBA. A medida de que me llegan las cosas, las acepto y las disfruto. Busco los desafíos posibles. No es una frustración no haber dirigido buenos equipos en Europa o que la NBA no se fije en mí.
–¿Qué se hace como entrenador de la selección con un jugador como Scola?
–Hablo bastante con él, generalmente por trabajo. Luis es muy concreto, no da vueltas: “¿Luis estás bien? Estoy bien ¿Te está afectando no estar jugando…? Para nada, estoy circunstancialmente, por decisión propia, parado. Pero estoy entrenando como cualquier jugador que esté en competencia”. Así son los diálogos con él. A Luis no lo deprime… Luis es una bestia. Empezó a competir de verdad, por los porotos, a los 15 años. Hoy tiene 37, son 22 años de profesional. Cuando él arrancó ya era importante para su equipo. Scola es posible que haya encontrado un momento para salir de la locura, para pararse arriba del pupitre y ver el aula desde otro lado. Está siempre listo, es un boy scout.
–¿Qué clubes le gustan cómo trabajan?
–Obras, Bahía Basket, Quilmes, San Lorenzo, Ferro... Bahía es el más organizado, tiene todo y se animó a poner a todos los chicos juntos. Se podría trabajar mejor en las estructuras de los clubes, donde me incluyo, porque yo hasta hace un año estaba dentro de la Liga. Es muy difícil en la Argentina invertir en procesos de desarrollo. En el fútbol presentan proyectos, los que contratan dicen que están entusiasmados con eso y a los cuatro partidos si no hay éxitos, cortan al técnico. ¿Cuál era el proyecto? ¿Ganar los primeros cuatro partidos? Ojo que también hay equipos que lo hacen en Estados Unidos y en Europa. Proyectos como San Antonio Spurs no hay tantos. Creo que los clubes tendrían que trabajar más a nivel académico. Tener un método, un plan, que haya ideas y todos estén alineados. Hasta las estructuras tenemos que mejorar ¿Cómo le van a pedir a los clubes que construyan estadios? Los tiene que hacer el Estado o las empresas. Los clubes tienen que tener lugares de entrenamiento. Porque hay veces que están todos los horarios ocupados, por patín, por baby fútbol, por voleibol… Entonces, no tenés ni cuándo ni dónde entrenarte.
–Como entrenador pasó por varios procesos. ¿Nunca pensó en llevar su conocimiento a otros deportes?
–Me gusta la interdisciplina, tengo mucho contacto con entrenadores de otros deportes, pero no me seduce pensar en otro deporte, ni me tentaron. Podría asesorar a alguien cómo armar un proceso, un método, cómo se prepara un equipo… Pero meterme en otro deporte… Las cosas tienen que estar en manos de gente capacitada para eso. Yo si no soy experto en algo prefiero escuchar y no hablar.
–Esta experiencia de eliminatorias similar al fútbol, ¿lo llevó a reunirse con un DT con recorrido en esas competencias?
–No han tenido demasiado tiempo los entrenadores argentinos. Tendría que buscar a Sabella o Sampaoli, con Chile. No sé, creo que ellos la tienen más difícil que nosotros. En el fútbol pasaron muchos técnicos de la selección en casi 10 años. La ventaja de tener una buena generación de futbolistas no fue acompañada por los cambios constantes de ideas en la conducción. Y nosotros en el básquetbol llevamos en los últimos 20 años o más, un proceso con tres entrenadores: Rubén (Magnano) fue asistente de Julio (Lamas), Julio fue asistente mío y yo fue asistente de Julio. La idea es la misma, nosotros duramos con una misma generación, pero la ventaja es que el jugador que llegaba acá ya sabía a qué venía. Podía haber un cambio en la táctica, alguna que otra cosa en las tecnologías, pero la idea de juego es la misma. La Argentina tiene una identidad colectiva en el básquetbol, sabe que es fundamental la dinámica y la ocupación correcta de los espacios para disimular las diferencias físicas que tenemos con los demás… La búsqueda del pase extra, no jugar mucho con la bola en el piso, sacarse rápido la pelota de las manos, etc. Es una línea, con Magnano, con Lamas y conmigo. Por eso tenemos esa ventaja en estas eliminatorias. Los jugadores ya saben qué queremos. El fútbol al cambiar tanto… Ojo, siempre que uno pueda aprender de alguien, a nosotros nos sirve.
–Es muy intuitivo…
–Es una de mis características, no diría mi fuerte, sino que es una parte de mí.
–Apelando a esa intuición, ¿qué siente que tiene este grupo de la selección que se viene?
–Pepe Sánchez hizo un comentario en la tele, cuando nosotros estábamos jugando la clasificación en México (el Preolímpico de 2015), en el que aseguró que Campazzo y Laprovittola desafiaron a la Generación Dorada. Ese sería el título. Como si dijesen los admiramos mucho, pero nosotros podemos crear nuestra propia generación. Y son pibes que les mostraron el camino a los demás. Hay que elegir muy bien las palabras, porque alguien puede interpretar que yo estoy diciendo que esta camada es tan buena como la otra y esa no es la idea. Lo que digo es que se trata de una camada que no se va a quedar de brazos cruzados, sino que va a ir por todas. En actitud y en mentalidad va a estar siempre arriba, que ya tiene algunos líderes jóvenes, como Facu y Nico, y guerreros incondicionales, como Garino o Deck. Ojo, pueden perder. Hay algo que tenía la Generación Dorada que se expresaba así: “Yo no tengo problemas que me ganen, lo acepto”. Nunca los escuchabas decir que no les iban a ganar, al contrario, reconocían que les podía ganar cualquiera. Pero ojo, “primeros juguemos”. Y me parece que estos chicos van por ese camino. Estos cayeron en un vestuario donde estaban Ginóbili, Nocioni, Scola, Prigioni, Delfino… A esta generación creo que también va a dar gusto verla jugar. ¿Los resultados? Bueno, siempre hay un equipo enfrente.
–Cuando asumió, dijo que necesitaba correrse de la competencia diaria porque eso lo volvía un poco tonto. ¿Siente que recuperó la calma que buscaba?
–Era una situación particular. Pero sí, creo que sí. Yo llevaba más de 20 años compitiendo en alto nivel en la Liga y me fue muy bien. Entonces, los últimos 15 años fueron de estar en instancias finales y muchos de esos años compartidos con la selección. Llegué a tener años con casi 100 partidos. Un juego cada tres días. Y supuestamente tenés que ganar; bueno, eso es lo que te estupidiza. Uno dice, tengo claro cuál es el camino, sé cómo se llega al éxito… pero cuando estás estresado es cuando estás tonto… Me hacía demasiado daño cuando perdía un partido, eso lo estaba trasladando a mi casa: me molestaba cualquier cosa. Ante una crítica quizá me ponía a discutir. Y yo no soy así. Ahora siento que estoy nuevamente en mi foco.
Su relación con Campazzo y el futuro del grupo que va armando
Hernández tiene la responsabilidad de marcarle el rumbo a la nueva camada y Campazzo parece una de sus debilidades. “No soy de tener relaciones paternales con el jugador. No quiero hacerle creer a los demás que soy el papá de Facundo, su papá es otro. Él tiene que ir viendo como referente al entrenador que tenga delante, no estar pensando en mí. Además, el enano es tan tan fuerte que… No le importa nada”, sostuvo el DT. Y agregó: ”Nosotros tenemos el radar abierto a todos los jugadores, porque hay veces que están como tapaditos y ¡boom! Este es un proceso y un torneo para evaluar cosas”.
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