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Julio Lamas, el entrenador que se reinventó y revolucionó el básquetbol en el lejano Oriente
El equilibrio exacto entre el hombre de bar y el reconocido seleccionador. Una comunión perfecta para compartir un café y escuchar atento cada experiencia. Julio Lamas se concentra para describir cada detalle y ajusta su relato para que sus conocimientos no pierdan peso. Sonríe, se pone serio, sabe cómo convencer. Tiene una cantidad de historias que le permiten robarse el centro de la escena, ya que desde hace más de dos años aceptó un desafío que parecía descabellado, pero él supo cómo darle sentido y como seleccionador de Japón no tiene problemas en reconocer que se reinventó como entrenador.
Está enfocado en su misión, pero lo de Lamas va más allá de una simple cuestión de entrenar un equipo. Su mirada está puesta en desafíos que implica la conducción de grupos, de gestión deportiva. No se detiene, proyecta, pero prefiere ser cauteloso en su mensaje. Se divierte también, porque aceptó acompañar el último Juego de las Estrellas de la Argentina y después se subió a un avión que lo llevó a Japón.
En la charla con LA NACION recorrió su desafío oriental, porque es realmente significativo, ya que la última vez que Japón habían ganado deportivamente su lugar para una Copa del Mundo había sido para Grecia 1998 y de la mano de Lamas volvió a estar dentro del mapa del básquetbol. Se metió de pleno en la próxima Copa del Mundo y se tomó unos segundos para hablar de la selección que ama: la de la Argentina.
–¿Qué evaluación podés hacer después de dos años al frente del seleccionado de Japón y en la antesala de la Copa del Mundo de China?
–Es muy positivo lo que logramos como grupo. Es una experiencia enriquecedora desde lo profesional y lo personal. Es un desafío distinto en un lugar lejano, que me exigió al máximo como líder de grupo, gestor y entrenador. Incluso, tuve que cambiar cosas en mi sistema de trabajo. Tuve que desarrollar nuevas herramientas para conducir, aprendí cosas nuevas, lo que me permitió mejorar. Pero cuando arrancó el proyecto las cosas no fueron sencillas, porque no solamente perdíamos partidos, sino que no sabíamos bien qué teníamos que hacer dentro de la cancha, jugábamos mal y debo ser sincero que en los primeros meses pensé si había tomado una buena decisión si iba a poder ayudar al proyecto y al equipo. Pero como soy resilente, a la siguiente mañana me decía que le iba a encontrar la vuelta. Me ocupé de conocer bien el básquetbol de Japón, ahora lo conozco bien, me preocupé por conocer la cultura del país, entender la idiosincrasia, busqué adaptarme, para después agregar pequeños cambios en el equipo.
–Contaste que uno de los motores para llegar a Japón fue el proceso como entrenador de la selección de la Argentina, ¿pudiste inocular algo de todo eso?
–Después de estudiar el básquetbol japonés decidí construir un traje a medida para la selección. No les pedimos que jueguen como la Argentina o como España, ni como ningún otro. Buscamos que tengan un estilo propio. Y aprovechamos todas las virtudes que tienen los jugadores locales, que son inteligentes, disciplinados, dedicados por el trabajo… Buscamos sostenerlo en el tiempo. Además, en el proyecto tratamos de hacer un upgrade en la talla de los jugadores y en todas las posiciones. Y en todas las selecciones de Japón. Después buscamos mejorar la condición atlética de los jugadores, con una mejora física y una alimentación más de alto rendimiento.
–Más allá de las cuestiones integrales del proyecto, ¿cómo lograste sortear las enormes diferencias que hay a nivel cultural?
-Fue complicado en el comienzo. Viví todo un proceso en ese sentido. El primero que tuvo que adaptarse soy yo a ellos. Busqué la manera de poder llevar una idea nueva. Mientras yo estaba tratando de conocer todo, ellos también trabajaron para aceptarme a mí como alguien nuevo dentro de la estructura. Nos llevó varios meses ensamblar todo.
-¿Cómo te manejaste con el idioma?
-Desde el día que llegué hay un traductor español japonés. Tengo esa opción y esa herramienta para ayudar en la comunicación. Sin duda que era una dificultad a superar. Los entrenamientos los doy en inglés porque mis asistentes japoneses entienden de básquetbol y manejan bien el idioma. Eso ayuda a la inmediatez de la comunicación. Eso es determinante, por ejemplo, para un partido. Por eso con una sola palabra más lo que sucede en el juego para alcanza para bajar un mensaje. Tenemos cinco jugadores que hablan inglés y eso es importante también. Pero ojo que más allá del idioma y respecto a la comunicación, hubo cosas muy complejas para adaptar. Tuve que tener una forma de ser distinta, una forma de vincularme con el jugador totalmente diferente… Somos totalmente lo opuesto y eso implica cambios. Por ejemplo, si yo agarro a un jugador del brazo para que se sienta apoyado, ellos se ponen tensos y nerviosos. Se sentía intimidado. Dejé de hacerlo y después de un par de meses los reuní a todos y les expliqué qué significaba un gesto como ese. Ellos lo aceptaron y lo incorporamos.
Era importante sortear algunas barreras e imponer algunos cambios. Y quizá la misión más compleja para Lamas se concentró en Rui Hachimura, el chico de 21 años que acaba de ser seleccionado en el puesto 9 del Draft de la NBA por Washington Wizards. Hijo de madre japonesa y padre beninés, es el talento más importante en la historia de Japón, por eso el técnico argentino lo necesitaba en el equipo, sin embargo, se chocó contra la cultura de los japoneses, que consideraban que no debía darle mucha participación porque era demasiado joven. Ellos respetan mucho la antigüedad y la experiencia. Sin embargo, Lamas fue concreto con ellos y les dijo que necesitaba que Hachimura fuese el dueño del equipo, que en él se debía sostener el futuro de la selección. No fue fácil, pero logró sumarlo al equipo (cuando tenía apenas 20 años) y Japón llegó a la Copa del Mundo.
–Sos un entrenador enérgico e intenso, ¿cómo se hace para sostener ese perfil con jugadores con una cultura diferente y con rango jerárquicos?
-Hubo muchos pequeños cambios en mi sistema de trabajo, porque el jugador japonés es tan respetuoso de las jerarquías que, por ejemplo, un jugador de 23 años le pide la pelota al de 26 tratándolo de 26. Como entrenador hice ajustes para que ellos puedan entenderme que en determinados momentos del juego ellos puedan salirse de una indicación y que apuesten a la inspiración y la rebeldía deportiva.
-¿Tuviste que aprender palabras en japonés o modismos para mejorar esa relación?
-Sí, lo hice. En estos dos años trabajé mucho para mejorar mi inglés que es el camino más rápido para la comunicación con más personas. Pero busco aprender palabras en japonés para que ellos me comprendan algunas cosas, pero fundamentalmente para demostrarle mi respeto a los jugadores. Y porque saber algunas palabras me ayudan para dar algunas órdenes para mejorar las emociones del grupo dentro de un partido.
-En la Copa del Mundo de China tenés una misión bastante compleja, ¿qué objetivo se trazan para esta competencia?
-Para nosotros haber llegado al Mundial ha sido cumplir un primer objetivo, incluso a la selección le dieron un premio que se llama rompiendo fronteras, se lo dio la liga local. Ellos distinguieron a la selección por haber vuelto a competir en el mundo. Ahora ellos tienen el horizonte la Copa del Mundo de China de 2019, los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 y la organización del mundial de básquetbol de 2023. Y vamos a este Mundial con un grupo con jugadores jóvenes que van a hacer su primera experiencia en la competencia mundial y eso implica que estos chicos generan la esperanza y la ilusión de ser la mejor selección de básquetbol de Japón en mucho tiempo. Con esos elementos sabemos que vamos a jugar contra el Dream Team, con Turquía y República Checa. La realidad nos muestra que Japón nunca le ganó un partido a una selección europea en un mundial, es más, ganó apenas 5 partidos en su historia en la competencia (Perú, Paraguay, Panamá, Puerto Rico y Senegal). En ese contexto, es que nos ponemos como objetivo tratar de ganarle por primera vez en la historia a un equipo europeo.
-Conocés mucho y bien el básquetbol argentino ¿Qué te pasa cuando ves a la selección nacional con talentos como Campazzo, Laprovittola, Vildoza, Scola?
-A la selección de la Argentina la veo bien, creo que puede volver a estar entre los mejores ocho del mundo, porque lo que el equipo hizo durante las ventanas de eliminatorias. En cuanto a nivel de juego y resultados estuvo muy bien y generó expectativas. Ahora tendrá que revalidar todo eso frente a selecciones con más rodaje. Sin embargo, mi mirada es optimista de cara a las posibilidades del equipo para ganar partido y estar entre los 8 mejores del mundo nuevamente. Me parece que el nivel que tienen varios jugadores del equipo participando en la Euroliga y otros formando parte de competencias de Europa, que permite sostener esa idea de hacer una competencia. El equipo tiene química para jugar y eso es fundamental. El equipo está en las mejores manos con el seleccionador, que le tiene la mano al equipo, tiene buena conexión con el grupo y sabe cómo afrontar las competencias internacionales.
-Cuando mirás el mapa del Mundial, ¿Qué selecciones te parecen que van a luchar por el título?
–El Dream Team está solo en un escalón. Después Australia, Serbia, Francia, España, Canadá y Grecia, son equipos poderosos, después de acuerdo al juego y a los cruces, hay equipos como Lituania, Argentina y Turquía que pueden ganarle algún partido a estos equipos fuertes.
–Tenés grandes desafíos en Japón…
–Me imagino pegando la vuelta después del Juego Olímpico. Después de tres años de tener que sostener lo familiar en la Argentina y lo profesional en Japón, me imagino que ahí terminará mi etapa allá.
–¿Tenés ganas de seguir afuera o querés pegar la vuelta?
–No lo pensé todavía, porque si alguien me decía hace un tiempo que iba a dirigir en Japón lo miraba medio raro… Pero ahora lo vivo con tanta intensidad y estoy tan contento que estar haciendo la experiencia en Japón, que no pienso en otra cosa. Además, en Japón el Juego Olímpico es omnipresente. Entonces no pienso más allá de eso. Después veré cuál es el camino, si es alguna otra selección nacional, dirigir en el exterior un equipo de liga o volver a trabajar en la Argentina y contemplo con mucho interés dejar de dirigir para dedicarme a la gestión deportiva profesional. Es una tarea que me atrae.
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