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Julio Lamas, el símbolo de la otra Generación Dorada del básquetbol argentino: la de los entrenadores
El prestigioso director técnico se despide de la gestión a los 57 años
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Todavía no había ni rastros de la Generación Dorada en enero de 1994. Magic Johnson, que dos años antes había anunciado su retiro tras informar que tenía HIV, realizó una gira por la Argentina. Se juntó con algunos amigos, basquetbolistas de la NBA que no tenían trabajo en ese momento, o que estaban recién retirados. Armó un equipo y jugó cuatro partidos en nuestro país: en Córdoba, contra Atenas; en Rosario, con el combinado de Olimpia y Sport; en Buenos Aires, con la “fusión” Ferro-Boca y, en Bahía Blanca, con Estudiantes. Amistosos en los que nuestros jugadores tenían la oportunidad de cruzarse con figuras internacionales.
En el “Team Magic” había algunos históricos: Reggie Theus (Chicago, Sacramento y Nets, entre otros) y los campeones de la NBA Earl Cureton (Philadelphia en 1983 y Houston en 1994), John Long (Detroit 1989) y Mike McGee (Lakers 82 y 85), entre otros.
Uno de los momentos más significativos de aquella visita se produjo el 12 de enero, en Rosario, cuando Diego Maradona, que por entonces jugaba en Newell’s, apareció en el estadio y se dio un emocionante abrazo con el crack de los Lakers. Una noche perfecta para el básquetbol nacional.
Es muy importante ponerle contexto a la historia. El básquetbol nacional todavía estaba lejos de ser competitivo en el nivel internacional. Esos amistosos fueron tomados con enorme expectativa. A cancha llena, por supuesto. Se jugaron con cierto ritmo competitivo pero sólo mientras el partido tenía sentido deportivo. En cuanto los norteamericanos rompían el marcador por su jerarquía, todo se volvía diversión y lucimiento de Earvin Johnson, el hombre al que todos habían ido a ver.
Así fue en todos los juegos, menos en Rosario. El combinado Olimpia-Sport lo dirigió la dupla técnica Julio Lamas-Sergio Hernández. Se llegó a un final muy cerrado, de enorme tensión. A punto tal que Magic comenzó a jugar muy seriamente (metió 59 puntos) y tuvo que soportar un par de marcas muy ásperas. Lo golpearon un par de veces y hasta terminó en el piso entre reclamos por el juego brusco argentino.
Aunque se trataba de una exhibición había en el ambiente cierta necesidad en el público y en los jugadores… De quebrar esa barrera, de derribar cierto complejo de inferioridad, pero ¿a qué precio?
Faltaba poco más de un minuto para terminar el partido y el combinado nacional tenía chances de ganar. Julio Lamas pidió un tiempo muerto y le dijo a sus jugadores: “Quiero ganar este partido tanto como ustedes. Pero no se olviden de que esto es un espectáculo y hay un invitado. No hagamos nada que pueda afear el show”. El equipo de Magic ganó por 158 a 151, un resultado absolutamente insignificante. Muchos años después Lamas recordó en una nota con UCU web que pidió ese tiempo muerto para atenuar el ímpetu de Fennis Dembo, jugador que, según él mismo dijo: “Había empezado a pegar”.
Pocas cosas definen más a un gran entrenador que la calma para detectar lo importante en momentos en los que cientos o miles de personas a su alrededor tienen las pulsaciones alteradas. Cuando la mayoría se deja llevar por impulsos, son muy pocos los que conservan la frialdad en la postura, aunque la sangre hierva por dentro. Lamas tenía apenas 29 años cuando tomó aquella decisión de “cuidar” a Magic.
Describir qué tipo de carrera tuvo Lamas como director técnico es bastante sencillo con la sola enumeración de los equipos que dirigió y las conquistas que alcanzó. Cinco veces campeón de la Liga Nacional con cuatro equipos distintos (Boca, Ben Hur, Libertad y San Lorenzo), campeón continental con la selección (2011), entrenador de dos grandes de Europa como Baskonia y Real Madrid… Pero no hay nada mejor que definirlo con actitudes.
El nacimiento de la Generación Dorada
Lamas fue el que hizo debutar a casi toda la Generación Dorada en la selección. Los dirigió en el Mundial Sub 22 de Melbourne en 1997. Allí estuvieron Victoriano, Palladino, Ginóbili, Oberto, Pepe Sánchez, Scola, Gabi Fernández, Leo Gutiérrez… Al único que dejó fuera del plantel fue a Andrés Nocioni (que se lo recordó con humor el día que anunció su retiro).
Fue el que llevó a Manu Ginóbili al Mundial de Grecia en 1998, cuando casi todos pensaban que el puesto debía ser para Jorge Racca. Y el que decidió darle espacio en el equipo mayor a todos esos chicos cuando sufrió las renuncias de varios jugadores mayores en el preolímpico de 1999. Se había retirado de la selección Marcelo Milanesio y se bajaron por motivos personales Diego Osella, Marcelo Nicola y Esteban de la Fuente.
Luego, la Generación Dorada hizo que todo luciera muy sencillo a la hora de armar un plantel. En los tiempos que Lamas empezó a construir esa historia, era todo bastante más complejo. El equipo no tenía prestigio y la selección no era prioridad para algunos.
El Preolímpico de 1999 fue fantástico. La Argentina se colgó la medalla de bronce… pero sólo dos países se clasificaban para Sydney 2000 (uno fue EE.UU, con los NBA, y el otro Canadá, con Steve Nash). Lamas dejó el equipo y llegó Rubén Magnano para la parte más conocida: triunfo sobre el Dream Team y subcampeonato mundial en 2002 y oro en Atenas 2004.
Cuando en 2005 Magnano se fue a dirigir a Italia, la compulsa para la sucesión estaba entre aquellos dos técnicos que se enfrentaron contra Magic en la noche rosarina de 1994. ¿El regreso de Lamas o Sergio Hernández?
Miguel Romano, histórico periodista de LA NACION, que falleció en 2012, tomó partido rápidamente con una columna de opinión durísima: “Lamas fue un perdedor con la selección”, escribió.
Puertas adentro, Miguel explicaba: “Están todos muy inclinados por Lamas y creo que es la hora de Hernández”. A nadie le puede pasar por alto semejante cuestionamiento.
El elegido fue Hernández. Lamas dirigió ese año a Ben Hur al título en la Liga, con un juego brillante (de los mejores que se recuerden en la historia de la Liga) y adelantado en el tiempo: se nutría de los tiros exteriores y con una formación baja, tal como se puso de moda en los últimos años.
Seguro que Lamas no olvidó aquella opinión de Romano, pero no dejó de atenderlo. Jamás. Sin rencores ni resentimientos, varias entrevistas se publicaron después de aquel hecho.
En los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, aceptó ser el asistente de Hernández. Ganaron la medalla de bronce. Cuatro años más tarde, en Londres 2012, Lamas había vuelto a tomar el control de la selección, y convocó a Hernández como su ayudante. Llegaron a la semifinal. Dominaron el ego, reconocieron que se necesitaban uno y otro. Trabajaron juntos por la selección. En aquel torneo también promovió el debut en un torneo grande de Facundo Campazzo.
Discípulo de León Najnudel. Producto genuino de la Liga Nacional. Lamas adora el básquet. Alguna vez contó que en 1988, en el primer Juego de las Estrellas que se hizo en Mar del Plata, estuvo como alcanzapelotas en el torneo de triples y realizó las planillas estadísticas de cuatro jugadores para definir al MVP al final del partido. Estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario por estar cerca de un partido que él consideraba histórico.
Entre 1997 y 2021 sólo hubo tres entrenadores en la selección de básquet. Él fue el que comenzó con la lista. Magnano tuvo un solo ciclo, el más corto. Una de las razones que se suelen señalar es que de los tres era el que tenía la relación más rígida con los jugadores, el estilo más vertical.
Hernández y Lamas tuvieron otro tipo de conducción. Aceptaron la dinámica de un liderazgo distinto, compartido. En el que la autoridad no depende de la contundencia con la que se imponga un modelo de trabajo o se transmita una orden. También por eso fueron tan pocos los que manejaron a Ginóbili, Scola, Nocioni y compañía. Jugadores de semejante tamaño sólo admitían entrenadores que estuvieran en ese nivel.
Algo ya había anticipado Lamas sobre su distanciamiento del puesto. Sobre la necesidad de encontrar una posición distinta en la gestión. Igual sorprende. Tiene 57 años y es muy joven para dar un paso al costado.
De más está decir a esta altura que también hay una Generación Dorada de directores técnicos. Que Lamas fue el primero de ellos. Y que, como con aquella actitud en un amistoso hace 28 años, ya era Generación Dorada antes de que naciera la Generación Dorada.
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