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Facundo Campazzo sueña con la medalla en Río 2016: "Nos hemos acostumbrado a aspirar a lo más alto"
Heredero de la Generación Dorada, confía en conseguir una medalla en los Juegos Olímpicos de Río
La cinta blanca de pintor que sostiene los recortes de diario sobre la puerta del placard está amarilla. Aun así, resalta sobre las hojas, que están naranjas; ya tienen ese color único de registro histórico que vivió un día. Dos periódicos cordobeses titulan Ginóbili se recibió de estrella y Brilló Manu.
–Al lado mi hermano puso cosas de la Mona Giménez. Competíamos–, cuenta Facundo Campazzo, el base de la selección Argentina de básquetbol, en el cuarto de su casa de Córdoba capital.
"Jamás vi a un juvenil con esa panza." ¿Cuándo y dónde te dijo eso Manu Ginóbili?
Juegos Olímpicos de Londres (2012). Era gordito. Me lo dijo a mí, era entre nosotros dos y se ve que había un periodista de mieeerda escuchando –dice entre risas–.
-¿Tenías panza?
-Me gusta comer; me gusta el diente. En esa época no sabía lo que era ser un profesional, me acostaba a cualquier hora. Y bueno, me junté con esa generación que me guió y me mostró que jugador de básquetbol hay que ser fuera y dentro de la cancha. No tanto Manu, sino Luis (Scola) y el fisio de la selección, Paulo Maccari. Verlos entrenar me ayudó a tomar el camino adecuado; me eduqué un poco más con el tema de las comidas.
-La panza: en Argentina jugabas y aun así hacías diferencia.
-¡Decís panza y parecen veinte kilos!
-Bueno, no estabas en óptimo estado. ¿Cuántos kilos arriba?
-Cuatro, cinco. Era mucho, más para mí, que soy un poco más bajo de lo normal y tengo que estar bien físicamente; si no, me pasan por encima. Acá, en la Argentina, me costaba, pero sabía que podía jugar. Aunque también era consciente de que si quería dar el salto, tenía que hacer un salto de calidad también profesional.
Campazzo disfruta de días libres luego de una exigente temporada en la liga española –fue la figura de Murcia, donde se encuentra a préstamo de Real Madrid– antes de sumarse al seleccionado argentino para competir en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro –el 7 de agosto debuta ante Nigeria–. A los 25 años, el base es uno de los líderes del recambio: será la despedida de los que quedan de la Generación Dorada.
-¿1,78, 1,79, 1,80? ¿Cuánto medís realmente?
-1,79.
-En entrevistas has respondido tres alturas diferentes. ¿Por qué mentís?
-¡Mentira! ¿En serio?
-Sí. La web de Murcia dice 1,79.
-1,79 es. Pasa que para redondear, redondeamos para arriba: 1,80.
-¿Por qué tenés que redondear? La altura es un dato exacto y específico en básquetbol.
-Sí, pero también es importante que diga 1,80 en vez de 1,78
-¿Amedrenta a alguien?
-Y… 1,80 ya es distinto. Da otra imagen. Yo siempre dije 1,79, no sé de qué fuente sacaste eso (ríe).
-¿Cómo compensás esa desventaja que en el básquetbol parece serlo todo?
-Trato de disimularlo con actitud e intensidad. Con rapidez, con defensas duras, corriendo más rápido. Antes de los partidos, en la entrada en calor, veo a los jugadores muchísimo más altos de lo que realmente son; me pregunto ¿cómo hago para defenderlo a éste? Pero cuando es la hora de jugar, no. No sé por qué, pero ya no los veo tan altos. Los veo de mi altura.
-¿Siempre te pasó?
-Sí. Ahora a la hora de entrar en calor ni los miro.
-Trastorno de hiperactividad. ¿Hubo un diagnóstico o era lo que Mary, tu mamá, decía sobre vos?
-Era lo que mi mamá decía y por eso me mandó a jugar al básquet. Estaba todo el día molestando en mi casa, no me quedaba quieto ni un momento. Entonces ella dijo para cansarlo un poco, lo mando al club de barrio. De ahí es mi grupo de amigos, desde los 5 años. Me llevaba a las 3 de la tarde y hasta las 9 de la noche no me buscaba.
-¿Hacías fútbol ahí también?
-Hacía básquet y fútbol, después básquet y natación, hasta llegué a hacer saltos ornamentales.
-¿Eras bueno?
-No. Me daba miedo la altura. Cuando pasé a la plataforma de cinco metros me di cuenta de que no era mi deporte. Pero hacía siempre básquet y otro deporte. Mi mamá siempre me decía o el básquet o el fútbol, prefiero que hagas un deporte bien antes que todos y mal.
-¿El tema de la altura no aparecía ahí?
-No, porque éramos todos parejitos, bajitos en el Municipal [de Córdoba]. Jugábamos con huevos, contra los más altos, contra Atenas, que era el enemigo, contra Instituto, que era el clásico rival.
-Como futbolista, ¿de qué jugabas?
-De enganche. Malísimo era. Aparte nunca me supe las posiciones de fútbol.
-¿No las sabés?
-Nunca supe. Como supuestamente era alto en esa época, me pasaron de dos, a defender y a pegar. Hasta que un día entré de suplente y me dijeron jugá de lateral no sé qué, y fui corriendo para la posición que pensé que era y lo veo al entrenador de lejos haciéndome señas: "No, Facundo, ¡para allá!". Me dio vergüenza y nunca más.
-¿Cuál es la característica principal en un base?
-Hay varios tipos. Hay más pensativos, más tranquilos, su característica no es la velocidad. Y otros que sí, que es el tipo que pienso que soy yo. Más rápidos, que corren la cancha, que quizás les cuesta más manejar los tiempos. El base tiene que ser el entrenador dentro de la cancha, el que dirige el equipo.
-Debe ser quien crea juego y pone orden. ¿Cómo convive eso con tu impulsividad?
-No van de la mano. Es una maduración, una etapa que no es de un día para otro, sé que me llevará un tiempo cambiarlo. Soy un jugador impulsivo, dentro y fuera de la cancha, esa es mi principal característica. Pero es una cosa que quiero incorporar, ser un base más completo.
-¿Fuiste un base morfón?
-Sí. A veces lo sigo siendo. Siempre me gustó tirar al aro.
-¿Te lo recriminaban?
-Sí, me he comido puteadas.
-¿Qué contestabas?
-Al principio me daba cuenta del error y pedía perdón. Pero si tiraba y la metía, seguía. Hoy creo que el base tiene que buscar un equilibrio, tener puntos en las manos y saber dirigir el juego.
-¿Cuál es el mayor momento de ansiedad ante un partido?
-La siesta. O cuando estás de suplente, estás moviendo las piernas. Cuando pasa el entrenador te movés un poquito más para que se dé cuenta de que estás. Son tácticas que usaba cuando era suplente.
-¿Qué hacías?
-Cuando pasaba el entrenador escupía al piso y secaba con la zapatilla para que me mirara. Y me sentaba siempre al lado del asistente. Me agarraba mucha desesperación por entrar.
-¿Pensabas que si no te veían no estaban al tanto de que estabas?
-Son estupideces mías, pero bueno, todo suma. El entrenador lo que ve son los primeros lugares.
-¿En Real Madrid fue donde más escupiste el piso?
-[Ríe] Ahí ya me resignaba. Cuando llegué, delante de mí tenía a dos de los cinco mejores bases de Europa. Sabía que en los momentos calientes iban a entrar ellos. Así que ni me sentaba al lado del entrenador. ¡Ah! ¿Sabés quién se dio cuenta de que escupía y movía los pies? Néstor García [entrenador en un sudamericano]. Me dijo: "Pará Facu, ¡ya sé que estás ahí!". Me di cuenta de que lo hacía inconscientemente.
-¿Y pensaste que era ridículo o que funcionaba?
-Por lo que me dijo Néstor… para mí funciona.
-Este año Murcia, equipo al que te fuiste a jugar, logró después de 31 años su primera clasificación a los playoffs de la liga española. Los diarios titulaban Campazzo llevó al Murcia a la clasificación. ¿Lo llevaste?
-No me siento así. Trato de no ponerme el casete: es una liga muy competitiva y justo se dio que se armó un muy buen grupo, trajeron jugadores para clasificarnos a los playoffs, el entrenador era muy exigente, siempre buscó nuestro techo. Todo se combinó a la perfección.
-¿Llegará la NBA?
-Ojalá. Yo me tengo confianza.
-¿Los Juegos Olímpicos pueden ser una vidriera?
-Sí, el torneo pasado con Murcia también me sirvió. Va a llegar cuando tenga que llegar: lo dejo en manos del destino. Si hago las cosas bien, llegará.
-De jugar en la NBA, ¿dónde te gustaría?
-Cualquiera. Dame cualquier equipo, dame veinte minutitos y te demuestro que puedo estar a la altura. ¡Pero cualquiera! ¡¿Voy a andar con pretensiones?! Ginóbili, Scola y Nocioni... hay uno solo.
-La primera vez que te sentaste con Manu, Scola, Prigioni, ¿recordás qué pensaste?
-Fue cuando me llamaron para Londres 2012, la preselección. Nosotros veníamos con otro grupo de un sudamericano. Era la comida, primera vez que estaba con ellos. Con Chapu no, porque jugó en Peñarol [de Mar del Plata]. Empecé a saludar a todos, medio tímido, porque yo los veía por la tele. Al que no saludé fue a Manu, porque no lo vi, no sé. No lo quería molestar. Me pongo a comer y se me sienta enfrente. Y me dice no me saludaste. Yo me quedé duro.
-¿Explicaste algo?
-Le pedí perdón, le dije que no lo había visto. Estaba nervioso. Estaba acostumbrado a verlo de otra forma. Pero ellos te hacen sentir parte del equipo y eso hace todo mucho más llevadero.
-¿Viste la Copa América? ¿Qué sentiste en la final?
-Creo que todos lloraban porque saben que son mucho mejores, lloraban de impotencia. No le quito mérito a Chile. Pero Argentina, por nombres, es superior. A mí me pasaría que si fuera superior y pierdo, lloraría. Me daría una bronca… Es muy difícil de explicar, hay que estar en la cabeza de los jugadores.
-¿Llorarías o romperías algo?
-Ambas. Como si tu hermano te roba un juguete y llorás de impotencia y de bronca.
-Tengo entendido que de chico eras de romper cosas de bronca. ¿Qué rompías?
-De bronca: bidones de agua, pateándolos, cuando me sacaba el entrenador. Hasta el día de hoy sigo haciendo estupideces de las que después me arrepiento. Dedos: me he roto dedos por patear bancos. Me esguincé la muñeca por pegarle a la jirafa [el poste que sostiene el aro]. Supuestamente tenía una colchoneta, pero justo en la parte en la que yo pegué no había, y me esguincé.
-¿Y en tu casa?
-No de bronca, pero de tonto con la pelota de básquet estaba acostado y tirándola al techo, tirándola al techo, tirándola al techo. En un momento me cansé, fui al baño y se cayó todo el revoque. Tenía 12, 13 años. Mi mamá me quería echar. El pedazo de revoque que cayó era muy grande, arriba de la Play, de la tele; parecía un terremoto, lleno de humo. Hasta el día de hoy hay marcas en el techo. Esa no me la olvido más, porque sigo durmiendo en esa pieza y sigo viendo las marcas.
-De los Pumas se habla de derrota digna, del fútbol de un maleficio y mil cosas más. Del básquet, ¿qué se dice?
-Que se consigue lo imposible.
-¿Y negativo?
-Es que nosotros nunca nos conformamos con la derrota. Honramos la mejor posición que nos toque. Si nos toca un quinto puesto, vamos por ese quinto puesto y honramos ese quinto puesto.
-De Córdoba te fuiste a Mar del Plata a jugar muy joven y de ahí a Madrid. ¿Te arrepentís de algo?
-No, es lo que quería. En esa época cuando me reuní con mi representante le dije que me quería ir de Córdoba. Estaba Atenas, que es de los mejores equipos, pero no quería jugar ahí, y salió la opción de Mar del Plata. Tuve que ir solo sin mi mamá, lamentablemente tuve que dejar el colegio. No lo terminé. Intenté hacer un año, pero dependía de levantarme temprano: caso perdido. Es una cuenta pendiente con mi mamá el colegio.
-¿Sentís que se lo debés a ella?
-Sí.
-¿A vos no?
-También lo puedo hacer por mí, pero más por ella, que tanto insistió y luchó para que terminara el colegio, y yo siempre me choqué con la pared. Dejé el club, los amigos, pero no me fue difícil porque era lo que quería, aparte estaba contenido con otro grupo de chicos que estaban en iguales condiciones que yo; nunca estuve solo.
-¿Te daba miedo dormir con la luz apagada?
-Sí. Me sigue dando miedo.
-¿No puede haber oscuridad total?
-No, al menos tiene que estar la tele. A veces pongo sleep para que se apague, pero cuando se apaga y la siento estoy medio incómodo… Pero ahora de grande puedo seguir durmiendo.
-¿Miedo a qué?
-No sé… Espíritus. A lo sobrenatural. Cuando estoy con gente no pasa nada, el problema es si estoy solo. En Mar del Plata los jugadores dormíamos en un hotel. En verano nos echaban, entonces yo paraba en la casa de Estela, la planillera del club. Me tocaba estar solo en una pieza. Le pedía a ella que se sentara en mi cama hasta que me durmiera. Tenía 19, 20 años. Recuerdo que ella se empezaba a levantar despacito y yo le decía no estoy dormido todavía Estela, eh. Pobre Estela.
-Dennis Bergkamp, ex futbolista holandés, cuando estaba en Arsenal arregló que, por el miedo que tenía a volar, cuando su equipo jugara competencia europea él viajaría en tren mientras sus compañeros lo hacían en avión. ¿Es una locura?
-No, perfecto: es el puto amo. Me da mucho cagazo. Prefiero viajar 24 horas en colectivo.
-¿Es cierto que le agarrás la mano al compañero de asiento?
-Sí.
-¿Cuál es el mayor miedo?
-En el despegue, que se caiga, que se venga abajo. Una vez me vine a Córdoba porque me daban un fin de semana libre. Dije voy en colectivo y vuelvo en avión –Córdoba-Buenos Aires para ir después a Mar del Plata–. Llovía a cántaros. Estaba en la sala de embarque de Aeroparque y veía las noticias en la tele: "Tormenta eléctrica en Buenos Aires. Fui y pedí por favor que sacaran mi equipaje del avión, porque no podía subirme. Me fui en colectivo. Me cobraron multa porque llegué tarde a Mar del Plata, pero no me importó.
-¿Si viajás solo qué hacés?
-Trato de disimularla un poco. Me pongo en la ventanilla, miro como para abajo...
-Además de lo de la panza, hubo otro reto de Ginóbili, en un partido contra Lituania. ¿Por qué fue?
-No me acuerdo. ¿Quién te dijo eso?
-¿Te tiraste e hiciste tiempo?
-¡Ah! Contra Francia: me tiré, simulé y me dijo "Facu: no". Bueno, está bien, perdoná.
-¿Por qué simular?
-Siempre fui de buscar la falta, de exagerar un poquito. Pero eso fue apenas entré, lo hice en el peor momento.
-¿A qué aspirás en Río?
-La selección argentina nos acostumbró a aspirar a lo mejor siempre. Teniendo a Manu, a Luis, a Chapu y a un grupo de jóvenes con ganas, aspiro a una medalla. No sé si a un primer o segundo puesto, pero una pelea por la de bronce. Así como estamos, juntos y concentrados, le podemos jugar de igual a igual a cualquiera, si entramos mal y desconcentrados, podemos perder con cualquiera. La selección nos bien o malacostumbró a verla siempre ahí arriba.
-En cualquier Juego Olímpico está la presión de hacer un buen torneo. Pero en este veo otras dos: que la despedida de la Generación Dorada sea genial y agarrar la posta. ¿Te pesa una, todas, ninguna?
-Creo que la presión en serio la van a llevar los tres pilares: Chapu, Luis y Manu. Cuatro, con el entrenador [Sergio Hernández]. Nosotros también, porque jugar en la selección conlleva responsabilidad. Pero ellos van a llevar la mayor parte y a los más jóvenes nos van a hacer jugar con más tranquilidad. Tenemos que estar relajados, disfrutar y dar todo para estar a la altura de ellos.
-¿Creés que la selección de fútbol podría haber hecho algo como un A la cama con Funes Mori –A la cama con Facu fue un breve ciclo de entrevistas que Campazzo hizo a sus compañeros, furor en la web–. ¿Podrían relajar de esa manera o tienen otra presión?
-¿Me estás comparando con Funes Mori? [ríe] El fútbol está mucho más expuesto que el básquet. En ese sentido, a ellos les juega en contra si no tienen buenos resultados. Yo busqué también hacerlo en momentos libres.
-Te autopasaste la pelota por detrás de Bostjan Nachbar del Sevilla sin perder la posesión, el video se hizo viral. ¿Genialidad o canchereada?
-Suerte. Ni genialidad ni canchereada. Se la quise pasar a un compañero que tenía al frente y se me escapó, entonces la agarré del otro lado y quedó como un caño.
-Stephen Curry, ¿genialidad pura o un poco de canchereada también?
-Mitad y mitad, para mí, eh. A mí me daría bronca si me lo hiciera. Yo le devolvería alguna.
-¿Cómo se devuelve una?
-Un codazo [ríe]. Hace cosas increíbles, cosas que uno quiere hacer en el patio de la casa y no le salen. Nunca lo enfrenté, pero lo debés disfrutar y sufrir a la vez.
-En la final de la NBA, Cleveland usó remeras de manga corta en lugar de musculosas. Una iniciativa de marketing para que la gente las use no sólo para ir al estadio. ¿Es más incómodo?
-No, el año pasado jugamos un amistoso con la selección y a mí me resultó mucho más cómodo. Generalmente cuando entrenamos usamos esas térmicas.
-¿Por qué usan musculosas entonces?
-Qué sé yo. ¡Preguntale al que inventó el básquet!
-¿Alguna vez deseaste una lesión?
-Siempre [ríe]. No, no les deseo el mal. Cuando era más chico, por ahí quería jugar y era bastante malo en ese sentido. Si hacían malos pases, metía puño [hace el ademán de festejo con puño]. No una lesión, pero que tuviera un partido no muy bueno. De grande es otra cosa, te comprometés con el equipo.
-Hablaste del destino. ¿Pensás que tu historia está escrita?
-Dejo cosas en mano del destino, pero voy a hacer todo lo posible para que ese destino sea lo mejor posible.
-Tenés tatuado un rosario en la muñeca derecha. ¿Cuándo te lo hiciste?
-Es una promesa que hice con Peñarol hace muchísimo.
-¿Por qué lo hiciste?
-Me compré un rosario, lo hice bendecir y entré a la iglesia. "Si salimos campeones este año, me lo tatúo". Y salimos campeones. Ese año fue difícil, Tato Rodríguez tuvo un problema del corazón, tuvo que abandonar y me tocó jugar en su lugar.
-Muchas vidas, muchos maestros, un libro de Brian Weiss...
-[interrumpe] Se lo recomiendo a todo el mundo ese libro. A nadie le gusta.
-Trata sobre sesiones de hipnosis, vidas pasadas. Desarrolle.
-¿Cómo desarrolle? Ya está. Vos me respondiste con tu pregunta. Me lo recomendó Sergio Hernández.
-¿Por qué?
-No sé, se ve que me veía sin rumbo… estábamos en las finales acá en Córdoba y pasamos por una librería. Ni sé por qué estaba con él. Y me dice tomá, leélo. Me encantó. Es creer o no. La protagonista tiene muchos miedos: a ahogarse, al fuego, a la oscuridad… No me sentí nada identificado [ríe]. El tipo la hipnotiza y habla en idiomas que desconocía, va a sus vidas pasadas. Es una historia real.
-¿Hiciste hipnosis alguna vez?
-No. Y quiero, quiero, quiero. Me da un poquito de cagazo. ¿Vos hiciste?
-No, no. ¿Cómo se lleva esta parte tuya con la religión?
-Y… No van de la mano.
-¿Vos creés que tuviste vidas pasadas?
-Y… lo pienso.
-¿Creés que reencarnarás en algo?
-No estoy 100% convencido…, pero pienso que sí.
- La entrevista fue publicada en la edición de este domingo de LN Revista.
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