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Cobró 52 millones de dólares y fue el fracaso más grande de la NBA, pero la felicidad lo esperaba afuera: ahora es granjero
La nueva vida de Darko Milicic, que dice haber cambiado su temperamento explosivo y ahora vive en un rancho en Novi Sad, Serbia
En aquella ceremonia, Cleveland Cavaliers se quedó con el chico más buscado en el número 1. LeBron James, con apenas 18 años, eligió saltearse la formación universitaria. Nadie dudaba de él. Tenía un multimillonario contrato con Nike y su éxito en la NBA parecía estar garantizado. Pero apenas unos minutos después, el compacto que la televisión norteamericana preparó para la gran noche del Draft 2003, mostró un jugador desconocido: Darko Milicic, otro muchacho de 18 -recién cumplidos- que, con 2,13 metros, relucía por una variedad de recursos asombrosa. Ágil, atlético, con buenos fundamentos, decidido a la hora de atacar el aro. Una figura perfecta para proyectar un futuro grande y promisorio. Una joya tan enorme que sólo fue comparable, en dimensión, con el gigante fracaso en el que se convirtió.
Nacido en Novi Sad, en la ex Yugoslavia, la única referencia que había sobre el jovencito eran esos segmentos de video, prolijamente editados con sus mejores acciones en su equipo, KK Vrsac, en Serbia. Detroit Pistons confiaba tanto en él que invirtió su segunda selección y desestimó a jugadores como Carmelo Anthony (elegido por Denver), Dwyane Wade (Miami) y Chris Bosh (Toronto), entre otros. Además, le ofreció un contrato de 17 millones de dólares por cuatro años. Tenía las condiciones y tuvo las oportunidades. Pero aún así, se convirtió en el que para muchos es el mayor fiasco de la historia de la NBA.
La elección en el Draft de 2003
En las dos primeras temporadas sólo ingresaba en los partidos definidos. Pero como Detroit ganó el anillo en 2004, la ilusión era que cuando se adaptara a la competencia, Milicic iba a potenciar aún más al conjunto campeón. Pero no fue así. Terminó con promedios de 1,4 y 1,8 puntos por partido en los dos primeros ejercicios. Larry Brown, el severo entrenador de los Pistons, estaba harto de él. Lo dijo públicamente: “Darko se cree que es Toni Kukoc y yo quiero que juegue como Bill Russell, pero él ni siquiera sabe quién es. Cree que es un rapero”. Comenzaron los primeros roces. El serbio estaba molesto con su entrenador por la falta de oportunidades y lo hacía notar. “¿Quién sabe si yo hubiera podido jugar como Wade o Bosh? Si no me iban a poner a jugar, desperdiciaron la elección. Me hicieron perder el tiempo tres años, porque sin hacerme jugar me jodieron a mí y se jodieron ellos”, dijo el pivote.
Pero la realidad es que más allá del estado de ánimo, seguía sin rendir. Los Pistons se cansaron y en el último año de contrato se deshicieron de él. Lo enviaron en un intercambio a Orlando. Allí mejoró un poco. Llegó a 7,8 puntos por partido y los especialistas pensaron que todavía había algo por explotar en ese diamante en bruto. Le echaron la culpa de sus malos desempeños anteriores a Larry Brown.
Mientras tanto, Milicic disputó varios torneos internacionales con la selección de Serbia. Allí lo consideraban un poco más, pero eso no hizo que su carácter fuera mejor. En el Eurobasket de 2007, luego de una derrota con Grecia, lanzó una serie de declaraciones durísimas contra los árbitros: “Son mierdas, unos hijos de puta”, dijo. Y luego se despachó con amenazas de violación a las madres y a las hijas de los jueces. Todo delante de un grupo de periodistas que no podían creer lo que estaban escuchando. Hace poco, le mostraron aquellas imágenes y, lejos de mostrarse arrepentido, volvió a la carga: “Estoy orgulloso de ese video, aquello fue un robo”.
El insulto a los árbitros en el Eurobasket 2007
La carrera de Milicic ya estaba fuera de control. Entre las flojas actuaciones, las quejas de todos sus entrenadores y su temperamento indomable, era difícil pensar que alguien pudiera encaminarlo. Pero la puesta en escena y los reportes de los buscadores de talentos habían sido tan convincentes que algunos se negaron a creer que su trayectoria no iba a ofrecer ni tan siquiera un rasgo positivo. En 2007, mientras su manager le buscaba una nueva oferta, él le pidió: “Cualquier equipo, menos Memphis, por favor”. Pero el destino fue cruel, Memphis fue la única franquicia dispuesta a asumir la apuesta de riesgo. Fue a desgano, enojado. Le pagaron otros 20 millones de dólares por tres años, aunque después de la segunda temporada ya nadie lo quería. “Fueron dos años de depresión. Solo tachaba los días del calendario, porque ya no podía soportarlo”, dijo de aquella experiencia.
A pesar de que se estrellaba en cada ciudad en la que aterrizaba, fue contratado por los Knicks, donde apenas duró ocho partidos. “En New York seguí haciendo cosas estúpidas. El coach se cansó de mi, así que había decidido volver a Europa. Sin embargo, los Knicks querían canjearme a los Wolves. Me reuní con David Kahn (el gerente de Minnesota) y le dije: ‘No hagan un cambio por mí, por el amor de Dios. No quiero jugar más en la NBA. Voy a arruinar tu equipo. Voy a joder la química del plantel’. ¿Y qué me dijo? Que me sumara por dos semanas y que veríamos a partir de ahí". Pese a su enojo, estuvo otras tres temporadas, aunque ya no le pagaron salarios tan elevados.
En 2012, sin ofertas, apenas consiguió un salario temporal con Boston y realizó declaraciones grandilocuentes: "Estoy cansado de intentar demostrar que valgo como un número 2 del Draft. Si tengo que matar a alguien para dejarlo en claro, lo haré”. ¿Cómo le fue? Jugó un solo partido, cinco minutos, y lo despidieron. De todos modos, el balance general le dejó ingresos por 52 millones de dólares en diez años en la NBA. Insólito.
La experiencia en los Celtics fue tocar fondo. Después de un par de años de descanso, decidió que debía canalizar su ira de alguna manera y se dedicó al kickboxing. En su debut, en 2014, tuvo que abandonar por una lesión. Los especialistas dijeron: “Su técnica de combate es pésima”.
Por si fuera poco, esa primera pelea desató otra polémica. Se lo pudo ver con el torso desnudo y, por primera vez, se observaron sus tatuajes, dos retratos. En uno, Nikola Kalabic, comandante chetnik (tradicionales seguidores de la monarquía serbia), que fue declarado criminal de guerra. El otro, Momcilo Dujic, sacerdote ortodoxo, vinculado con el ultranacionalismo. Más tarde, se presentó en una manifestación en pedido de la liberación de Vojislav Seselj, fundador del partido Radical Serbio de extrema derecha, que estaba detenido tras entergarse voluntariamente en La Haya en 2003, acusado de ocho delitos de lesa humanidad y por la limpieza étnica durante la guerra de los Balcanes.
En los últimos dos años probó con algunos combates más, pero no funcionó. También quiso volver a jugar al básquet, en Metalac Farmakom; tampoco rindió. Más popular se hizo en las redes sociales un video suyo de un particular desafío en una fiesta, bebiendo cerveza, sin tocar la botella con las manos.
En 2015, con apenas 29 años, anunció su retiro del básquetbol. No fue hasta después dar un paso al costado que asumió sus culpas: “Pensaba que yo era un elegido por Dios, así que me metía en peleas, me emborrachaba antes de los entrenamientos, discutía con todo el mundo. El problema siempre fui yo”.
Se dedicó a realizar campañas benéficas con su fundación, junto con su mujer. Subastó su anillo de campeón de la NBA con el objetivo de juntar dinero para ayudar a chicos con la enfermedad de Batten.
Hoy, con 31 años, vive como un retirado. Aumentó 40 kilos en relación con el peso que tenía cuando jugaba. Ahora pesa 160. El mes pasado, en una entrevista con B92, un portal de su país, contó que compró una granja en Novi Sad y trabaja como un hombre del campo. “Todos cometemos errores”, dijo en referencia a los problemas con el alcohol. Y ofreció una mirada mucho más serena, casi desconocida: “Mis días los paso llevando a los chicos a la escuela, a las clases de deportes, a inglés. Luego trabajo en el huerto y con las frutas. Estoy tranquilo. Pensé, me calmé. Construí mi propia paz mental. Espero que todo siga así, creo que mi vida es buena, positiva. Me paso el día en el campo, camino, miro el proceso de crecimiento de las plantas y me hace muy feliz. El tiempo dirá”.
La experiencia en kickboxing
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