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Carlos Delfino con LA NACION: “No soy la primera solución, soy la azafata y eso está muy bien”
Antes de enfrentar a Panamá, por las eliminatorias, el santafecino habló de todo lo que se viene
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“Mi manera de apagarme era estar horas tirando. Ahora ya no puede hacerlo, necesito dosificar mis energías”.
“No podés irte a tu casa con la carga de haber perdido”
“Hago mucho de papá, llevo a los chicos a la escuela, me busco actividades con ellos, todo eso me hace olvidarme si algo no salió bien cuando compito”
“Aprendí a enchufarme y desenchufarme. Es todo ganancia”
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Sólo se trata de una charla. Él se encarga, sin proponérselo, de transformarlo en eso. No hay una ida y vuelta convencional, porque las formas que tiene hacen que todo se vuelva más informal. Suelta frases que quedan retumbando en el ambiente y que permiten leer cómo está y qué le pasa. No le interesa ser políticamente correcto, nunca le interesó y mucho menos a los 39 años. Carlos Delfino, el último vestigio activo de la Generación Dorada, está nuevamente en la selección y se le nota en la cara que va tildando las últimas cuentas pendientes. Por eso disfruta, ayuda, le hierve la sangre y vuelve a disfrutar.
“Si estoy tirando solo, es porque oxigeno la cabeza, pienso en qué me puede necesitar el equipo. Cómo puedo ayudar a un grupo como este. Porque ya no depende de mí lo que suceda. Y eso es genial. Soy parte del proceso de un grupo que tiene mucha calidad”. Delfino, volvió a la selección con la convocatoria de Néstor García para las segunda ventanas de las eliminatorias y en este tercer llamado volvió a ser parte del grupo. Los juegos ante Venezuela y Panamá resultaron una gran señal para un proceso que a él lo tiene más vivo que nunca. Porque ya no se plantea objetivos a largo plazo, sino que quiere vivir con intensidad cada momento, sin más pretensiones que esas.
En la charla con LA NACION, el líder de Libertas Pesaro, de la Liga de Italia, dejó en claro que estas oportunidades de ser parte del conjunto nacional, no son más que desafíos que se propuso cuando estuvo casi cuatro años sin jugar. Y desde que volvió en 2017, sólo quería tener una temporada plena. En Italia en 2020, se propuso dejar una huella en Libertas Pesaro, con un solo objetivo: ser parte una vez más de la selección de la Argentina, ese lugar en el que siente que puede sentirse él mismo.
-¿Te siguen pasando las mismas cosas con las convocatorias a la selección que cuando eras un pibe?
-Es siempre diferente, es siempre atractivo. Yo sigo porque lo necesito, si no, no estoy. A esta edad cambió la responsabilidad, por momentos soy cable a tierra, por momentos… Siempre apelo a una figura que usaba un entrenador que tuve (Jasmin Repesa) y que ahora voy a tener otra vez. Él me decía, “vos sos la azafata”, como entrenador o como jugador: “Se mueve el avión, todos miran al más grande para ver cómo reacciona. Y la azafata qué hace, si no se pone nerviosa todo sienten que está todo bien, ahora si mira para todos lados y empieza a caminar apurada, la cosa no está tan tranquila”. Entonces, me decía: “Vos teneme al equipo tranquilo”. Tengo claro que hoy no soy la primera solución, soy la azafata y eso está muy bien. Ahora, cuando te ponés más grande y sabés que hay una lista, siempre estás pendiente. Las mariposas en la panza, esa ansiedad, lo tuve siempre y lo sigo teniendo y es algo muy lindo. Lo que sí ahora, me planteo otras cosas que antes no, como el cansancio, el descanso, el tiempo con la familia, pero no saber cuánto me falta para que todo se termine, me hace querer disfrutar al máximo, así esté cansado, con un poco de dolor, lo que sea. Trato de exprimir estos momentos al máximo.
-Me dijiste en algún momento que veías a este grupo, al que fue subcampeón del mundo en 2019, y que te daba ganas de estar para jugar con ellos. Si bien ahora faltan Laprovittola, Vildoza y Deck, hay muchos de ese grupo, ¿Te motiva el doble?
-Totalmente. Acá hay una mezcla muy grande, porque tenés gente que fue subcampeona del mundo y que bien con un recorrido en la selección, la que se fue mechando con el grupo de la Generación Dorada y tenés chicos que tienen la edad de mi hija mayor, que tiene 21. Incluso, si te ponés a hablar de algún torneo de 2007 o 2008 te miran como diciendo “¿de qué habla este señor?”. Me imagino lo dinosaurio que me ven. Mirá, te doy un ejemplo, yo entrené como alero, con Lean (Bolmaro) como escolta y Facu (Campazzo) como base. No tomé un tiro y me divertía pasando la pelota, porque los dos son dos monstruos, porque los dos van de un lado para el otro, con una intensidad… Y es lindo hacer jugar a la gente. Facundo tiene una trayectoria tremenda, tal vez más grande que la mía y Lean está empezando, pero ya pasó por lugares muy importantes, entonces para mí es muy lindo y muy fácil estar. Es hermoso ayudarlos y acompañarlos. Uno ayuda desde la experiencia, pero es muy lindo volver a ser parte, pero desde otro lado. Es un grupo armado, pero la relación es bárbara, me hacen sentir como siempre y hasta más joven.
-Tenés la experiencia NBA y trabajás con dos que están en esa competencia, ¿Se nota cuando ellos juegan?
-Sí, pero hay que hacer el cambio de chip, porque básquet FIBA es distinto. Esta bueno saber qué cosas de NBA te sirven para jugar en FIBA y qué no. Por ahí uno puede ver detalles que son necesarios ajustar para sacarle provecho. No es el mismo básquet, incluso, no es la misma NBA que jugué yo a la que ellos están jugando. Ahora es más dinámica, tiene muchas cosas distintas. Siempre digo que no doy consejos gratis, es decir, si no me los pedís, no tiene sentido que te da nada. Ahora si veo que sirve para el equipo trato de hablar para todos. Este equipo es un lindo grupo que escucha, trabaja, agacha la cabeza, está ahí y la verdad que me ilusiona mucho. En otro momento, no haber tirado un tiro en todo el entrenamiento, como te conté antes, implicaba que estuviera con cara de or… Y pensaba, “no pará, me voy, soy tirador”. Sin embargo, hoy estoy feliz, quiero otras cosas, me siento desde otro lugar.
-Néstor García es un entrenador con mucha personalidad, pero se advierte que tu presencia en el grupo tiene otro valor más allá del juego…
-Lo tomo como una responsabilidad. Sé quién soy, qué hice, pero tengo que estar listo y no por el hecho de estar. Entonces, lo tomo como una responsabilidad individual y para con él. No quiero que sienta obligación alguna conmigo. No quiero que nadie lo piense tampoco, aunque sé que alguno lo pensará, pero eso no algo que yo pueda controlar. Trato de estar de la mejor forma posible para devolverle la confianza al entrenador y al mismo tiempo para demostrar por qué estoy acá y para qué estoy acá.
-Es un proceso nuevo, ya no está Luis Scola, ya no está Sergio Hernández, en esa búsqueda ¿el Che fue el mejor cambio que se podía hacer?
-Lo que considero es que Néstor es una persona capacitada. Puede haber otro mejor o peor, pero no tengo duda, pero siento que es el adecuado para esta etapa que estamos jugando, al sistema de ventanas, que tenés diferentes grupos para cada instancia, entonces, necesitás gente que sepa muy bien cómo hacer ese trabajo. Y Néstor si hay algo que hace bien es manejarte un grupo, es tenerte un grupo unido, es compactarlo, darle confianza, potenciarlo. Es un animal de básquet, ofensivamente y defensivamente tiene su sello, su marca, su manera de hacer las cosas. Después cada parte tiene que adaptarte a eso, el jugador al entrenador y el entrenador al grupo. Para el momento está súper en línea para lo que se necesita. Es un conductor que da confianza y los chicos se sorprenden porque el diálogo que tiene con todos, porque se acerca a la persona, es muy entrenador del jugador. Hay que saber leerlo y te puede ayudar un montón.
-Jugar partidos calientes, ¿Te sigue provocando los mismos nervios?
-Porque tengo la camiseta de la Argentina. Me hacían esa pregunta cuando volví en la primera convocatoria y la verdad que para mí jugar un partido de eliminatorias contra quien sea, para mí es como si fuese a jugar Pekín 2008. Es un Juego olímpico para mí, pero sobre todo por la responsabilidad y por el peso de la camiseta. Es algo que hay que bancar y representar. El estímulo para mí es jugar para la Argentina, después si es un amistoso o un partido definitorio, me motivo con pequeños detalles. Siempre me pongo una zanahoria para vivir el momento a full. Son esas las cosas que te dan vida, más que un contrato tremendo o un súper torneo.
-En definitiva, estás buscando siempre dónde poner tu deseo por competir.
-Cuando estuve parado extrañaba mucho competir. Me iba a pescar y por ahí me llevaba alguno para ver si podía pescar más que ese amigo. Salía a dar una vuelta en bicicleta y si me pasaba uno que me parecía que no estaba en mejor forma, me volvía loco. O salía a correr 15 minutos para recuperar mi pie y me pasaban los runners, me hacía mala sangre… El poder estar nuevamente en una cancha para mí…
-Antes te volvías loco, no te bancabas perder, pero me parece que hoy disfrutás más.
-Totalmente, no soportaba perder. Hoy disfruto mucho más de todo. Aunque no te puedo mentir que en mi equipo (Libertas Pesaro) cuando arrancó la última temporada sabíamos que somos un grupo más para pelear abajo que arriba. Arrancamos muy mal, mejoramos y nos metimos en playoffs, todos estaban chochos. Perdimos contra el subcampeón, nos limpiaron, no sacaron 3-0 y yo no podía ni hacer una carta de despedida.
-Pero hoy, ¿Estas más tranquilo?
-Sí, lo estoy, aunque... Mirá para mí no terminó el torneo en Italia, todos estaban felices por la temporada que hicimos y yo me quería matar porque perdimos los últimos tres partidos por 20. Pero al mismo tiempo, te digo que cuando pasan cosas así, es como masoquista, porque te encerrás en un vestuario, te puteás con los compañeros, te entrenás como un caballo... Y eso lo extrañaba. Es la parte masoquista de mejorarte, pero ahora me permito disfrutar de esas cosas, antes ni loco, eran semanas y semanas de amargura. Lo que más extrañaba era competir para mejorar y como estoy más grande me permito disfrutarlo.
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