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Tokio 2020: la despedida de una selección que nunca pudo brillar y el adiós de Scola tras una carrera de ensueño
El equipo de Sergio Hernández quedó eliminado en los cuartos de final al caer por 97-59 con Australia, un rival que en teoría no parecía imposible
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TOKIO.- Restan 51 segundos para el final y Luis Scola se sienta definitivamente en el banco de suplentes. Es el mismísimo final de su carrera: se muerde los labios, se refriega la cara con una toalla, se desarma en un llanto. Y mientras tanto, durante dos minutos, el espectáculo se detiene por completo para aplaudirlo y rendirle homenaje. Todos, absolutamente todos saben de quién se trata, por eso es que los compañeros de Luifa, los jugadores de Australia, los coaches, los árbitros y los periodistas baten palmas. Todos: es el adiós a la leyenda después de la eliminación de los Juegos Olímpicos de Tokio, luego de la inapelable derrota por 97-59 ante Australia.
Poco antes, Facundo Campazzo había quedado desencajado en el banco. Eran otro tipo de lágrimas: no de nostalgia, sino de impotencia, un reflejo de todo Argentina. El técnico Sergio Hernández lo intentaba consolar, le rascaba la cabeza para levantarlo, pero el dolor del jugador de Denver Nuggets le llegaba hasta bien hondo en el corazón. En realidad, era la angustia de cada uno de los integrantes: un objetivo trunco, un paso borroso por la cita olímpica de los protocolos, los cuidados y las tribunas vacías.
"Me voy en paz, di mi máximo compromiso y esfuerzo. Se terminó, ya está. Haber visto a los rivales, a los periodistas, a los árbitros... Me golpeó un poco. Me venía preparando hace un año para esto, pero se me vino un poco todo de golpe"
Luis Scola
Fue un equipo que jamás logró mostrar el registro de su subcampeonato de China 2019, pero tampoco rebeldía ante la adversidad. Se entregó al vértigo de los rivales y deja Tokio con una victoria y tres derrotas. Muy poco para lo que representa Argentina en el básquetbol. Y lo que no es menos importante: la despedida de Scola con la celeste blanca a los 41 años, una trayectoria ejemplar para el basquetbolista más influyente en la historia de nuestro país con el equipo nacional.
Desajustes antes de la gran cita
La preparación fue errática para estos Juegos Olímpicos, si se la compara con la sintonía fina que se consiguió para llegar a punto al Mundial de China 2019. Antes de aquel inolvidable subcampeonato en Oriente, la selección había dado los pasos ideales: primero, realizó entrenamientos en nuestro país antes de los Juegos Panamericanos Lima 2019, un objetivo importante para el grupo porque significaba atrapar el título como impulso anímico; se necesitaba ganar algo para consolidar la confianza con miras a la Copa del Mundo. Después de la conquista del oro panamericano, el plantel viajó a Europa para jugar amistosos y más tarde se trasladó a China para terminar la adaptación. De igual forma, aquella gira no mostró lo que sí después se vio en aquel Mundial a puro brillo, porque perdió con diferencia con Francia y le ganó con autoridad a la hora de la verdad, en plena competencia por los puntos.
El sendero con destino a Tokio, en cambio, resultó mucho más modesto: se cancelaron amistosos en Europa y solo hubo una gira en Las Vegas. En la ciudad del juego, el equipo de Hernández perdió sus tres partidos, ante Australia, Nigeria y Estados Unidos; desde 2004, nunca había pasado que la selección argentina de básquetbol llegara a los Juegos Olímpicos solamente con caídas en su preparación. Ya era un mal signo, que tuvo su correlato en el torneo olímpico.
El desarrollo del partido
La ausencia de Aaron Baynes, el NBA de Toronto Raptors, fue la primera buena noticia para la Argentina. Al no tener una referencia interior peligrosa, los australianos no podían abrir espacios en el juego exterior. En el primer cuarto les costó encontrar vías de tiro más allá de Joe Ingles y Patty Mills. Si bien acertaron varios (4/10), no contaron con otras herramientas para inquietar seriamente.
Argentina estuvo apostando mucho al juego de sus perimetrales (Campazzo y Laprovíttola), que trataron de generar desequilibrio en los primeros segundos de la posesión para obtener alternativas de tiro rápido. Exhibía un balance defensivo bastante bueno, pero el juego todavía no era todo lo intenso que se esperaba. La buena señal era la serenidad con la que estaba jugando la selección.
Ante su falta de peso bajo el aro, Australia propuso una formación sin pivote en varios tramos, para darle más alternativas a su juego exterior. Por el contrario, la Argentina se sostuvo con dos interiores ante esa formación para buscar desequilibrar con los grandes contra jugadores más bajos (Scola, Deck y Delía alternaron ese rol). Pero no logró sacar provecho.
Campazzo jugó pasado de revoluciones el primer tiempo, que finalizó 39-33 a favor de los oceánicos. El equipo llegó hasta aquí anímicamente golpeado y se notó claramente. Entonces el base buscó la manera de generar una reacción con su energía. Pero sin estar en sintonía con el resto y perdió cinco pelotas por intentar pases ambiciosos en busca de una jugada para revertir esa tendencia anquilosada en la ofensiva.
Las tres faltas de Scola complicaron más aún el panorama para la segunda mitad. A pesar de que el panorama inicial se había ofrecido favorable para la Argentina, se dejó pasar la oportunidad y se perdió el segundo cuarto por 21 a 11.
La selección no tenía frescura en el juego, los jugadores dudaban mucho a la hora de ejecutar y fue una verdadera lástima, porque el partido pareció estar a tiro, para ponerse en la pelea con muy poco. De todos los rivales posibles en cuartos de final, Australia era la alternativa a la que mejor se podía acomodar la Argentina. Pero aún arrastra la negatividad del comienzo del torneo y, aunque trató, no logró salir de esa actitud pesimista.
Frustrado, el equipo de Hernández forzó una y otra vez situaciones en ataque. La falta de movilidad, de los jugadores y del balón, hizo que los bases tuvieran mucho tiempo la pelota en las manos. La defensa australiana fue muy buena, pero gran parte de la responsabilidad fue la escasa rotación de la selección. A esa altura del partido, la gestualidad dejó ver claramente quién quería adueñarse del partido y quién no sabía cómo. La brecha se amplió de manera dolorosa (60-48), pese a que Scola, en el banco de suplentes, trataba de animar a sus compañeros con frases como “sigamos jugando, nos van a dejar volver al partido, vamos a tener una oportunidad”.
Falto de confianza, la selección tuvo una eficacia pobrísima, de apenas 33% en tiros de campo. Mientras que Australia, aplicado y constante en su plan de juego, aprovechó todas las oportunidades que le dieron y fue ampliando la diferencia hasta los 31 puntos (79-48) al promediar el cuarto final, con un parcial de 21-0. Luego se ampliaría para terminar con una verdadera paliza de 38 puntos (97-59).
Con una ofensiva repartida, Australia tuvo varios protagonistas que le permitieron sostener su ventaja: Patty Mills (18 puntos), Matisse Thybulle (12), Jock Landale (12), Joe Ingles (11), Nick Kay (10) y Dante Exum (9). Ni las individualidades pueden rescatarse en la Argentina. Laprovíttola hizo 16 puntos y Gabriel Deck aportó 12 puntos con un pobre 5 de 14 de campo.
El llanto desconsolado de Campazzo fue una forma de asumir la responsabilidad por la bajísima actuación general de la Argentina en el torneo. A pesar del dolor por la durísima derrota, todos se dieron una oportunidad de despedir a Scola con aplausos en su último partido con la selección. Hasta los australianos lo hicieron. Esos 51 segundos de homenaje significaron lo único reparador para Argentina, pero sobre todo para el crack ya retirado.
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