Demasiadas cosas pasaron en aquel Mundial. Fue caótico al punto de que incluso pocos meses antes de jugarse y en medio de la hiperinflación en la Argentina, muchos dudaban de su realización. A 30 años de aquel evento, no sólo quedó un campeón brillante, sino también decenas de historias y anécdotas que muestran que desde entonces el básquetbol cambió para siempre.
Hermanos separados
En el Luna Park se vio por última vez a un seleccionado de yugoslavo unido en un torneo mundial. Le ganó la final a Unión Soviética con uno de los mejores equipos de la historia y Toni Kukoc fue elegido como la figura del certamen. Le quedaría un torneo más, el Eurobasket de Roma 91, en el que también se consagró campeón. Pero en aquel equipo ya no estuvo Drazen Petrovic, que había enfocado su carrera en la NBA. El documental Once Brothers, de ESPN, revela los detalles de la dolorosa disputa entre el genial jugador de Cibona de Croacia, que se enfrentó con su mejor amigo, el serbio Vlade Divac, al punto de dejar de hablarse por la Guerra que condujo a la disgregación de la antigua Yugoslavia.
Y el motivo principal de la pelea se originó en la Argentina. Un hincha ingresó con una bandera croata y Divac se la arrebató. Esas imágenes pasaron casi inadvertidas en el momento. Pero un año después, cuando estalló el conflicto bélico, fue utilizado como propaganda para alentar a los serbios e incentivar la bronca croata. Petrovic falleció en 1993 en un accidente automovilístico si arreglar las diferencias con su amigo.
Un argentino en el drama balcánico
La bandera que originó el conflicto apareció en el Luna Park llevada en manos de un argentino. Tomás Sakic, que ingresó en el estadio con un bolso de fotógrafo. Hijo de croatas, por ese entonces trabajaba como profesor de historia. Y en una entrevista con Enganche.com.ar, contó: "Yo entré la bandera croata al Luna Park. Es una cosa de familia, aunque en honor a la verdad tengo que ser honesto: Divac me arrancó la bandera y yo después la recuperé, pero no la escupió ni la pisoteó. Que haya tironeado la bandera era una ofensa, claro, una actitud irrespetuosa, pero no la escupió. Ahí se produjo el quiebre de la amistad entre Divac y Petrovic".
Tomás, que nació en la Argentina, es hijo del exfuncionario nazi Dinko Sakic, que tras la Segunda Guerra Mundial se exilió en Rosario y en Santa Teresita. Fue extraditado en 1998 para ser juzgado en Zagreb por su trabajo en el campo de concentración de Jasenovac, conocido como "el Auschwitz de los Balcanes", donde más de 85.000 personas murieron. Se declaró inocente, pero fue condenado a 20 años de prisión. Falleció en 2008, mientras cumplía la condena.
El Muro, la perestroika y la debilidad de la URSS
Alexander Gomelski, histórico entrenador soviético, campeón olímpico, mundial y europeo, escribió en 1990 en la desaparecida revista Solo Básquet una nota que tituló: "Con los lituanos, ganaba Unión Soviética". En febrero de 1990, en pleno proceso de la Perestroika, la reestructuración económica del estado soviético, Lituania había declarado su independencia. Mientras peleaba por su autonomía, tomó distancia de todas las competencias bajo bandera soviética. Curiosamente, dos semanas después del mundial, la Unión Soviética reconoció la independencia de Estonia, Letonia y Lituania.
Sarunas Marciulonis, Rimas Kurtinaitis, Arvydas Sabonis y Valdemaras Homicius, cuatro de las principales figuras del conjunto soviético que ganó la medalla de oro en Seúl 88 no vinieron a la Argentina. Como dijo Gomelski, la historia podía haber sido totalmente distinta.
Dos potencias convertidas en diez
Con la caída del Muro de Berlín y la Cortina de Hierro empezó el proceso de independización de decenas de naciones, cambió completamente el mapa mundial y, por ende, el del deporte. En el básquetbol, por ejemplo, dos gigantes como Yugoslavia y Unión Soviética se convirtieron en diez. La Copa del Mundo de Argentina 90 fue el último Mundial del viejo mundo. La separación eslava dio lugar a tres grandes potencias del básquetbol actual (Serbia, Croacia y Eslovenia) y otras tres naciones con enorme potencial y en crecimiento (Montenegro, Macedonia y Bosnia, en menor medida). Por su lado, la disgregación soviética dejó dos grandes seleccionados (Rusia y Lituania) y varios equipos ascendentes (Letonia, Ucrania, Georgia y Estonia). El nivel extremadamente competitivo de los torneos internacionales de la actualidad mucho tienen que ver con ese cambio.
La primera vez de las estrellas
El acuerdo entre la NBA y la FIBA se alcanzó en abril de 1989. Estados Unidos, en el desarrollo de composición de un equipo nacional profesional eligió no participar con sus figuras en la Argentina aunque podía haberlo hecho. Prefirió esperar a Barcelona 92 para su primer Dream Team. Pero sí quedó abierto el torneo para jugadores de otros países. Por primera vez hubo jugadores de la NBA en un torneo FIBA. En Unión Soviética estuvo Alexander Volkov (jugaba en Atlanta Hawks); en Yugoslavia, Drazen Petrovic (Portland), Zarko Paspalj (San Antonio Spurs) y Vlade Divac (Los Angeles Lakers), y en Puerto Rico, Piculín Ortiz (Utah Jazz).
El Pichi y una prueba increíble
Apenas comenzaba a conocerse en la Argentina lo que significaba la NBA. El Gigante Jorge González y Hernán Montenegro habían sido seleccionados en el Draft de 1988 (por Atlanta y Philadelphia, respectivamente), pero ninguno de los dos tuvo chances de jugar en la máxima competencia. Mucho más lejos en el tiempo quedaban las poco difundidas ofertas que habían recibido -y rechazado- Oscar Furlong (Minneapolis Lakers en 1948) y Tomás Sandor (Baltimore Bullets en 1967). Un partido de la segunda rueda entre la Argentina y los Estados Unidos le abrió lo que por entonces era una sorprendente posibilidad para un argentino, Héctor Campana, que fue invitado a un campus de New Jersey Nets. No le fue bien, pero fue toda una aventura y un gran acontecimiento para el básquetbol argentino en ese momento.
El Pichi había jugado un gran partido ante EE.UU. (derrota 104 a 100). Metió 33 puntos contra un equipo que tenía jugadores universitarios que luego tuvieron buen desarrollo en la NBA (Alonzo Mourning, Kenny Anderson, Chris Gatling, Chris Smit, entre otros). Fue invitado por un empresario norteamericano. Por aquel entonces, jugaba en GEPU, de San Luis. La prueba no fue lo que esperaba: "No te la dejaban ni ver. Con el paso del tiempo analizó que cada uno estaba tratando de hacer la suya personal. Yo tenía más experiencia de jugar en equipo. Pero no te la prestaban nunca. Se estaban jugando la vida. Igual la experiencia fue linda", contó el cordobés.
En cuanto a "su" mundial, la Argentina ganó apenas dos partidos (a Egipto y a Canadá, con un polémico arbitraje localista en Córdoba) y perdió 6 (Unión Soviética, EE.UU., Puerto Rico, Grecia y dos veces con Australia). Por el sistema del torneo, las victorias en la primer rueda le alcanzaron para terminar en una exagerada octava posición.
Un desastre organizativo
El Mundial fue bastante caótico. Algo lógico si se tiene en cuenta que todo el trabajo se desarrolló durante la hiperinflación que castigó al país (3079% en 1989 y 2314% en 1990). La organización parecía imposible. La realización de la Copa del Mundo se garantizó tras una carta que el expresidente Carlos Menem le envió al mandamás de FIBA, Borislav Stankovic, para ratificar el interés de la Argentina de ser la sede del Mundial. En un escenario tan caótico y con la CABB bajo la lupa por no haber podido responder a los requerimientos de FIBA, especialmente en la capacidad de los estadios, se determinó que la Secretaría de Deportes, en cabezada por Fernando Galmarini, tomase el control de la organización del Mundial. Para eso se creó una sociedad del estado, CEMBA.
Los desarreglos se extendieron hasta el punto de cambiar sedes a último momento. Noventa días antes de la competencia se quitó de la nómina a Bahía Blanca. Su lugar lo ocupó Villa Ballester, porque la CABB recibió presiones de varios de los equipos de la Liga Nacional para que no remodelen el estadio Osvaldo Casanova del club Estudiantes. Ninguno de los seis estadios elegidos pertenecía a la Liga, salvo el de Estudiantes. Entonces, la competencia se desarrolló en Buenos Aires (Luna Park), Córdoba (Pabellón Verde de la Federación Cordobesa de Básquet), Rosario (Newell's Old Boys), Santa Fe (Estadio La Tecnológica), Salta (Delmi) y Villa Ballester (Estadio de la Sociedad Alemana de Gimnasia).
Sin la estructura adecuada, las delegaciones mostraron su incomodidad. También la prensa extranjera se lamentó especialmente por las pésimas comunicaciones. El senado sancionó en 1993 la composición de una comisión revisora de cuenta para evaluar el desempeño de CEMBA, pero nunca se supo realmente cuánto le costó al país el torneo.
El ball boy de lujo
Luis Scola tenía diez años cuando se jugó el Mundial. Había jugado en Ciudad y Afalp para entonces. Y fue alcanzapelotas en la sede del Luna Park. El Gráfico recuperó años después una fotografía de la final del torneo de quien sería con el tiempo el mejor jugador de la historia de la selección.
Scola contó más tarde que se sacó fotos con todos los jugadores de aquel Mundial, pero tuvo la mala suerte de que se le velara el rollo. "Sólo se salvaron una foto con Petrovic y una con Oscar", recordó tiempo después.
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