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Una lista negra de 64 víctimas entre pilotos, técnicos, periodistas y público
En sus 37 años de existencia, la competencia promedia casi 1,7 decesos por realización; desde que se corre en América del Sur, la cifra apenas desciende a 1,5; los antecedentes
SALTA (De un enviado especial).– Desde el propio nacimiento, cuando era París-Dakar, el rally-raid más bravo del mundo está emparentado con la tragedia. Y el espectador boliviano que falleció ayer, Máximo Riso, quedará más identificado con un número, el 64, que con su mismísimo nombre, que trascendió sólo varias horas después del hecho.
Esa cifra, 64, indica cuántas personas perdieron sus vidas en relación, directa o indirecta, con la carrera a partir del fundacional 1979. Ese mismo año ya le hizo saber a la organización que la muerte era más que un serio riesgo. Se convirtió en realidad cuando Patrick Dodin, que largaba con su moto la etapa Agadez-Tahoua, en Níger, padeció un accidente que le rompió el cráneo.
Siete años más tarde, la Parca se llevó al propio creador de la competencia, el francés Thierry Sabine, víctima de la caída de un helicóptero que mató también al piloto François-Xavier Bangoud, la periodista Nathaly Odent y el cantante Daniel Balavoine.
Dos años luego llegó la peor de las 37 realizaciones, que consumió siete vidas: las del copiloto de camión Kees Van Loevezijn, el copiloto Patrick Canado, el motociclista Jean-Claude Huger, dos periodistas, dos niños y una mujer. Un desastre producto en varios accidentes.
Aun así, la prueba siguió por casi dos décadas en África, donde la organización era más precaria y los vehículos de ese tiempo, menos seguros. Hasta 2007, el año de la última llegada real a Dakar (la capital de Senegal), la competencia consumió 1,79 vidas en promedio por año.
No siempre, sin embargo, hubo decesos cada vez que tuvo lugar el Dakar. En 1980, 1989, 1993, 1995, 2000, 2001 y 2004 la organización tuvo el alivio de concluir sin fallecimientos. Algo que, por ahora, no puede celebrar en América del Sur: allí llegó en 2009 y siempre hubo alguna muerte por lamentar. Desde aquella extraña del motociclista Pascal Terry, encontrado en La Pampa sin indicios de haberse accidentado, se sucedieron 12 en tierra americana. Es cierto que por ahora bajó algo la media por carrera, a 1,5 muertes. Tanto como que a esta octava realización en el continente le queda medio trayecto por recorrer.
Llamativamente, los competidores abarcan apenas un 40% de los fallecimientos, aunque sí componen el grupo mayoritario. Los pilotos y copilotos suman 26 de las 64 víctimas fatales de los 37 años de Dakar; las otras 38 corresponden a varios grupos: los espectadores, que fueron 13 y representan un 20%; los periodistas, que tuvieron ocho bajas (12%), los asistentes de los equipos y los organizadores, que alcanzan a tres en cada caso (casi 5%), y quienes no estaban afectados a la carrera pero murieron como consecuencia indirecta de ella (por ejemplo, en accidentes en vía pública durante tramos de enlace), que totalizan 11 (17%).
Entre todos ellos hay tres argentinos: la espectadora Natalia Sonia Gallardo, de 28 años, en Alpa Corral (Córdoba) en 2010; un automovilista en 2011, y el motocilista Jorge Martínez Boero, que perdió el control de su Beta en Necochea, poco después de la partida, y dejó de vivir unas horas más tarde, en Mar del Plata.
av/gs
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