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Tenacidad: la historia de Ricardo Juncos, desde la crisis de 2001 a competir en la Indianápolis 500
Se marchó a Estados Unidos con 400 dólares y allí armó su propio equipo, que este año compitió en la famosa carrera
La cinematografía de Hollywood tiene como fetiche temático el “sueño americano”. De una de esas historias es protagonista un argentino, que llegó a Estados Unidos tras la crisis del 2001, con 400 dólares prestados en el bolsillo, y este año se presentó con equipo propio en las tradicionales 500 Millas de Indianápolis.
Ricardo Juncos recorre con la nacion su historia desde aquel lejano enero de 2002 en Puente La Noria cuando, luego de cerrar su taller por la crisis de diciembre, sufrió un robo a mano armada junto a su hermano mientras estaba a punto de rematar el remanente de piezas y el cobro de los últimos trabajos.
“En ese momento tomé la decisión de irme a cualquier lado. Como mi mamá tenía un amigo en Miami, lo llamé, compré el pasaje y me fui para allá con 400 dólares prestados por mi abuela”, recuerda Juncos, que a finales de los ’90 compitió en la Fórmula Renault. “No hablaba inglés y sólo había viajado una vez en avión a Corrientes”.
En Miami lo esperaba Rafael, un uruguayo al que no conocía y que le ofreció en ese viaje su primer trabajo en una carpintería industrial que decoraba casas de millonarios. “Me pagaron un montón de dólares y una semana por adelantado. Mientras tanto me consiguieron una entrevista con un equipo de karting que me tomó dos semanas a prueba. Con lo que recibí, en un mes pude devolverle los 400 dólares a mi abuela y pagar la renta en la casa donde vivía con siete personas más”, enfatiza Juncos.
Se sumó como mecánico en el equipo Fittipaldi Automotive y recorrió todos los escalones hasta ser team manager, hasta que decidió fundar su propio equipo, en el que invirtió todos sus ahorros. “Un español me ayudó a crear la compañía, abrir una cuenta bancaria, registrar el dominio del sitio web y abrir la hoja de la compañía en Florida. Me quedé sin nada y fue como volver a saltar al vacío pero al otro día varios pilotos vinieron a ofrecerse para correr en mi equipo”, explica.
Entre 2003 y 2008, la escudería de karting ganó 19 campeonatos con chasis propios. Luego, brindó servicio y asistencia en pista a coches más grandes para dar, en 2009, dio el salto para competir en la categoría Pro Mazda, la tercera en la escalera hacia el IndyCar.
Ricardo se casó con la brasileña Danielle en abril de 2004, en noviembre del año siguiente nació Leandro y, el 23 de agosto de 2014, fue el turno de Gabriela, una fecha grabada a fuego en su historia en el automovilismo en Estados Unidos.
“Esa jornada, que justamente coincidió con el mismo día que murió mi abuela, logramos el primer título ProMazda con Spencer Pigot. A una vuelta del final quedábamos en la puerta de la gran conquista y miré al cielo pensando en mi abuela y en Gabriela; en ese momento se acomodaron los planetas con un problema mecánico del rival y pudimos celebrar la conquista”. Desde el podio, Juncos presenció por FaceTime el parto de su segunda hija.
El último gran desafío de esta película fue la participación del Juncos Racing en las 500 Millas de Indianápolis, en mayo pasado. “En dos meses contratamos a 48 personas y terminamos armando un equipo que sacando la velocidad fue muy competitivo. Hicimos historia –asegura–. No fue un negocio económico aunque deportivamente resultó un paso adelante”. Los dos autos del equipo completaron la carrera, algo que no logró el español Fernando Alonso con su McLaren-Honda. El estadounidense Spencer Pigot fue 11° y el colombiano Sebastián Saavedra acabó 17°.
“Lo que me sorprendió desde el primer momento de este país es que si te rompés el alma y sabés aprovechar las oportunidades que se te presentan, podés progresar. Todo lo que en la Argentina querés que ocurra, acá pasa. Yo siempre confié en mis cualidades. Además, soy autoexigente y un enfermo mental de la perfección”, señala Juncos, que sueña con competir toda la temporada 2018 de IndyCar, para complementar la actividad del equipo en Pro Mazda e Indy Lights, categoría en la que tiene compitiendo a otro argentino, Nicolás Dapero.
Entre aquellos 48 contratados figura un chico de 19 años, de madre argentina y padre francés, que vive en Indianápolis (dónde ahora tiene sede el equipo), repartía pizzas y acercó su CV. “Le dije que lo contrataría pero no gratis, como él me pidió, porque su trabajo valía. Tenía muchas condiciones aunque en comparación conmigo le faltaba esa avidez y rebusque del argentino… el famoso ‘lo atamos con alambre’, para sobreponerse a mil adversidades. Eso me reafirma lo que pienso: si no hubiera nacido en mi país no hubiera tenido el éxito que tuve”, reflexiona con un poco de nostalgia.
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