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Senna por Parga: el homenaje al piloto brasileño en la mejor pluma del automovilismo argentino
Esta es la nota que publicó Alfredo Parga el día de la muerte de Ayrton Senna. La pluma de Alfredo fue una de la más destacada en el plano nacional dentro del universo del automovilismo y esta pieza es uno de los tantos registros de su talento para recuerdo del piloto brasileño. El texto fue publicado en el diario del 2 de mayo de 1994.
Apenas tenía cuatro años cuando su padre –su mejor amigo– le acercó, a su pedido, un karting. Ayrton –"Senninha"– inmediatamente estableció una sólida comunión con aquel artefacto ruidoso, que en la gran posesión familiar pasó a ser un moscardón rumoroso, por todos apreciado.
Llamaba la atención la dedicación que tenía aquel chico para ir y venir casi tumultuosamente con "el engendro", bebiéndose los vientos casi siempre sin molestar nunca.
Fue un hijo respetuoso. Un hermano sencillo y simple. Un ser humano creyente que casi permanentemente demostraba que la vida tenía que ser vivida de la mejor manera, pero sin egoísmos ni soberbias.
De aquella infancia paulista, hay recuerdos que ayer volvieron a florecer, porque los amigos de su niñez trataron como de cobijarse en la casa familiar de los Senna, para acompañarlos y para acompañarse.
No extrañó que los chicos amigos acompañaran a su padre, cuando Ayrton, a los 13 años, comenzó a correr con otros chicos. Y a convocar al asombro, a propios y a extraños.
Testigos claves
De la calidad deportiva de aquel pequeño "kartista" se encuentran entre nosotros dos testigos claves. Uno es García Lobelos, especialista de karting, que como iluminado, cuando Senna todavía no había llegado a ser piloto de fórmula alguna, anticipó que este muchacho brasileño, de hablar cuidadoso, de sonrisa suave y mirada casi triste, iba a ser campeón del mundo algún día.
El otro fue un piloto y probador caracterizado, como Guillermo "Yoyo" Maldonado, que en el hueco de algún descanso de la Fórmula 3 Sudamericana le contaba al periodista: "¿Sabe una cosa? En Brasil vio correr karting a un chico que hacía maravillas con su autito. Se llama Senna. Yo lo vi entrar en una chicana, parando el karting y en dos ruedas. Un fenómeno". Esto, en los rigurosos juicios comunes de Maldonado, era toda una premonición.
Fue campeón de la especialidad con nivel panamericano. Y llegó segundo en los mundiales de 1979 y 1980. Anticipando que iba a estar siempre entre los mejores.
Un día, los autos...
Decidido, cruzó el Atlántico y empezó a trajinar en el automovilismo británico arrancando la década del ochenta. Justamente cuando el automovilismo joven del mundo florecía en esperanzas de asombro.
Tenía su código. Su forma de correr. Arriesgaba como no lo hacía ningún otro. Era capaz, con cubiertas "frías", de señalar la mejor marca en la primera vuelta. Y acumular allí y entonces la ventaja con la que más tarde ganaría. Tan duro en esta política como concentrado en la reserva interior, a punto tal que su esposa –de la que se separó antes de llegar a la Fórmula 1– fue conocida por muy poca gente.
Campeón de la Fórmula Ford en 1981, siguió siendo un muchacho introvertido. De palabra muy cuidada. De escuchar atentamente. Y nunca contestar a tontas y a locas.
Campeón europeo y británico de la Fórmula Ford 2000 en 1982, pasó a ser campeón de la Fórmula 3 británica en 1983.
Y tan bien caminaba que lo requirió la Fórmula 1, comenzando a correr para Toleman en la temporada de 1984, cuando se clasificó noveno en su primer campeonato grande, acumulando 13 puntos... Otros tiempos, el mismo Senna.
Una historia reciente
Después, no tardó mucho en ingresar en Lotus. Cuando Lotus todavía era un sello de prestigio en el mundo de la velocidad. Fue cuarto en el campeonato de 1985 y consiguió su primer Gran Premio –el de Portugal– reuniendo entonces una interesante cantidad de puntos: 38.
Todavía correría para Lotus en las dos siguientes temporadas. En 1986, impulsado por un motor Renault, otra vez cuarto y 55 puntos. En el siguiente ejercicio, su primer contacto con el motor Honda, un tercer lugar y 57 puntos. Ya era Ayrton Senna. Un hombre que convocaba multitud de compatriotas en cualquier parte. Casi en un predestinado.
Extrañamente, atendiendo a los tiempos que corren, Senna pasó al equipo McLaren en 1987 y allí permaneció seis años. Una cosa que no es común. Fue campeón de Ron Dennis –y de la Fórmula 1– en 1988, en 1990 y en 1991.
Cronista de LA NACION en muy disputados grandes premios de su mejor comunión con Dennis (calaboró con nuestro diario en 1988, año de su primer título). Adversario permanente de otro grande, como Alain Prost.
Y exceptuando esta querella que entretenía al mundo –este muchacho paulista que salía a abrir ampliamente el balcón de su casa en Mónaco para que "entrara el sólo y con el sol, Dios"– Ayrton Senna siguió siendo un muchacho de muy buen decir, de un fino oído para escuchar al interlocutor de turno. Y para estudiar cuidadosamente cada una de sus respuestas.
Sin hablar jamás sin ton ni son. Para este fin de semana no fallar. Puede que andando los días se consiga saber que Ayrton Senna no falló ayer al pretender doblar hacia la izquierda, a 300 kilómetros por hora. Venía primero. No podía ser de otro modo. Ayer, todo el mundo quedó golpeado.
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