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Padece una paraplejia y corre el Dakar: "No hay límites"
Se trata del piloto de Andorra Albert Llovera; "Tenemos vida", sostiene como argumento motivador ante la adversidad
CALAMA, Chile.- Pidió que lo asistieran en el cuartel militar de Uyuni, en Bolivia, mientras cumplía con la etapa maratón. El acceso tenía escaleras, y como suele suceder en la civilización, los espacios adecuados para todos no abundan. Increíble. Venía de completar 700 kilómetros en una etapa Dakar, entre el frío, el salar, el agua (un río crecido) y todos los inconvenientes que se suceden en la prueba más exigente del mundo, y necesitaba ayuda para pasar de un terreno al cuartel.
"Acá es dónde te replanteás varias cosas", esbozó un asistente de Albert Llovera, el piloto de Andorra, que compite por tercera vez en un Dakar , pese a padecer una paraplejia originada en 1985, mientras competía en esquí, representando a su tierra de origen.
"Fue dura la etapa. Tuvimos que cruzar un río que había crecido y el agua me entró hasta la altura de la cintura. Me ha complicado mucho. Pero siempre hay que mirar hacia adelante, con fuerza de voluntad, con entusiasmo, y saber que si uno se lo propone, lo conseguirá", afirmó con suma tranquilidad esa misma noche en Bolivia, mientras cenaba en el campamento.
En cada etapa que termina, se baja del Buggy Optimus MD del team francés MD Rally Team y se acomoda en la silla de ruedas, la misma en la que sonríe y hace morisquetas para las cámaras. Navegado por el campeón español de rally de tierra de España, Alex Haro, el vehículo con mandos adaptados se somete a las revisiones periódicas, salvo en Bolivia, que fue etapa maratón.
A los 48 años, Llovera se traza objetivos con un optimismo tan llamativo como contagioso, que renueva las energías de quienes lo rodean.
-Ya pasaron casi tres décadas de su accidente. Fue representante olímpico de invierno con apenas 17. ¿Qué recuerda de aquel día y qué cambió a partir de allí?
-Venía a 100 km/h tras finalizar un descenso en esquí y me choqué un juez, que era muy grandote. Entre las tantas cosas que me rompí, tuve una lesión de médula a nivel dorsal. A partir de allí no muevo ni siento desde la dorsal tres hacia abajo.
-¿Y qué pasó con su vida?
-Aún no sé qué sucedió. Paradójicamente me dijeron en un ascensor que no podía caminar más y que quizá algún día podría conducir un automóvil. Claro que fue fundamental el apoyo de la familia y de los amigos cercanos, los que están siempre.
-¿Por qué la necesidad de correr el Dakar?
-Amaba esquiar. Y lógicamente a partir de entonces se terminó. Sin embargo siento que en el Dakar puedo esquiar o surfear entre las dunas, en la arena, con mi vehículo. Es una sensación fabulosa. Y un reto que me pongo para seguir adelante.
-Desde afuera uno tiene la sensación de que usted no podría abandonar, pese a las deserciones en los dos Dakar anteriores (2007, la última en África, y 2014)?
-Uno se traza objetivos y lucha por obtenerlos. Cada uno con sus limitaciones o sus problemas. Es evidente que yo tengo los míos, pero no me sirve de nada recordar lo que me sucedió. Ese recuerdo se guarda y miro hacia adelante. Hay que apartar las cosas que no nos sirven para que no nos desvíen del foco.
-¿El Dakar no produce miedos?
-Respeto. En varios lugares hay que ser cauteloso. Yo no puedo bajar del auto para empujar, por eso me cuido de las dunas, del fesh fesh, de la noche, del agua. Estar tantas horas en el buggy me producen llagas, adapto la butaca para no lesionarme ni cansarme de más, las manos y los comandos.
-Mucha gente se atasca con inconvenientes que parecen menores al lado de otros que parecen gigantes. ¿Cuál es el mensaje?
-Yo no voy a decir que las cosas no duelen. Pero hay una razón que es la más poderosa de todas: tenemos vida. Y a partir de allí, vivimos. ¿Qué otra excusa sirve para no tenerla en cuenta? Yo sueño con muchas cosas. De noche, pero también de día, mientras manejo en el Dakar. Claro que tampoco hay que correr un Dakar para seguir viviendo. Sólo demuestro que no hay límites aunque haya limitaciones.
Llovera, al margen del Dakar, se dedica a brindar charlas motivacionales. También participó de un experimento de la NASA: "Fue algo así como un by-pass pero con células madres. Buscaban un deportista joven. De todas formas aún no encontraron los resultados esperados. Me fui a vivir a los Estados Unidos, y allí jugué al básquetbol en silla de ruedas. Fuimos subcampeones del mundo en equipos", sentencia. Un auténtico todoterreno...
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