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Lewis Hamilton amargó la fiesta de los tifosi
En Monza, ante una multitud ferrarista, el inglés de Mercedes se impuso en el GP de Italia y se afirma en la cima del campeonato
MONZA.- De los 86 mil fanáticos que coparon el legendario circuito del Parque Real de Monza, la enorme mayoría hacía ondear esas llamativas banderas rojas de corazón amarillo y un caballito negro bordado en el centro. Ferrari es local en cualquier pista del mundo que pise la Fórmula 1, pero sobre todo en el Gran Premio de Italia. Hasta el primer ministro italiano, Matteo Renzi, se dio cita en los boxes para vivir de primera mano lo que prometía ser una gran jornada para las máquinas rojas. A un año de la revolución que depuso al ex presidente Luca Di Montezemolo, con motores más potentes montados sobre los dos coches SF15T que partían segundo y tercero, las esperanzas de vivir el día mágico del Cavallino Rampante eran enormes.
Pero Ferrari llegó 25 segundos tarde a la consagración. Esa fue la barrera que, corriendo a más de 235 km/h durante casi 80 minutos, el campeón mundial Lewis Hamilton impuso sobre las aspiraciones de los locales. Mercedes también había preparado motores especiales para este duelo de velocidad pura, tan especiales que el que le tocó en suerte a Nico Rosberg no aguantó el sábado; el alemán debió correr con uno que afrontaba el sexto Gran Premio consecutivo y que, lógicamente, explotó a dos vueltas del final.
Esa explosión levantó a los tifosi, que pronosticaban con funesto entusiasmo que Rosberg estaba a punto de arrebatarle a Sebastian Vettel, la carta más fuerte de Ferrari en Monza, el segundo lugar. "Forza Ferrari, forza Monza" gritaba el rubio piloto tras recibir la bandera a cuadros, asegurado el segundo escalón del podio pero no tan confortable porque la carrera no le había permitido poner a su Ferrari a la altura de los Mercedes. El alemán quería ganar por cuarta ocasión en Monza (donde ya había triunfado en 2008 con Toro Rosso y en 2011 y 2013 con Red Bull) y darle a la casa de Maranello lo que habría sido su 19a victoria en el GP de Italia.
Se había depositado gran confianza en Kimi Raikkonen, que acaba de renovar su contrato por un año más (los rumores sugieren que gracias a una poda del 75 por ciento en su remuneración) y que anteayer pasó tanto tiempo en contacto con los hinchas ferraristas que Maurizio Arrivabene, el director deportivo de la escuadra, se preguntó bromeando si era el gemelo de Kimi el que entretenía al público. El mismo Arrivabene confió tras el Grand Prix que la pésima largada del finlandés -de segundo a último en cien metros- pudo deberse a un problema del piloto para manipular el embrague en la partida. En la escalada hasta el quinto puesto final se salvó de milagro de ser embestido por el Marussia de Roberto Merhi en la entrada a boxes para su única detención. Habría sido un final acorde con su decepcionante jornada.
Vettel defendió la continuidad de Monza en el calendario mundial, amenazada por Bernie Ecclestone, con la misma garra con la que preservó su segundo puesto en el asfalto. "Corremos para la gente y cuando uno ve en el podio esa marea gritando y llorando, pienso que no podemos perderlos -reflexionó-. Es nuestra sangre. Perder esta carrera por una cuestión económica nos rompería el corazón". Con él coincidió el ganador: "Esta carrera tiene que continuar por razones morales".
Fue adecuado entonces que las entrevistas en el podio las hiciera George Lucas, el creador de las Guerra de las Galaxias: la performance de Hamilton en este torneo, aplastando la resistencia de su compañero de equipo y anulando cualquier reacción de los demás rivales, es -literalmente- de otra dimensión.
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