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Murió Jorge Cupeiro, la leyenda del automovilismo nacional que hizo historia con los Torinos en Nürburgring
Sin consagrarse campeón revolucionó el Turismo Carretera, integró la histórica Misión Argentina a Nürburgring, tuvo la oportunidad de correr en la Fórmula 1 y la desechó porque no se sentía parte del ambiente. Amigo de Oscar Gálvez, Juan Manuel Fangio y José Froilán González, que fue su padrino. Ganador en tres oportunidades de las clásicas 500 Millas de Rafaela, la pasión por el automovilismo lo llevó, en 1963, a casarse en medio de una prueba de clasificación y una carrera de TC que se desarrolló en Esperanza… Jorge Cupeiro murió el domingo, a los 83 años; el deporte motor está de luto, aunque el registro del extraordinario piloto y la leyenda nunca se apagará.
De manejo exquisito y versátil, viajó de las motos a los autos. Nació en Buenos Aires el 15 de octubre de 1937 y a los 18 años empezó a deslumbrar en el motociclismo. Fueron cinco temporadas en las que era capaz de treparse a un modelo de 50cm3, 250cm3 o 350cm3, porque la cilindrada no condicionaba sus aptitudes. Tampoco la marca: se adaptaba a la Gilera, NSU, Guzzi, Aermacchi, Honda… El entusiasmo por las carreras era un combustible para Cupeiro, que participaba hasta en cinco categorías en un mismo fin de semana; sus propios cálculos indicaban que corrió más de 300 pruebas.
Fanático de los autos, Oscar Gálvez era su ídolo. Lo vio por primera vez, de casualidad y al volante de un Ford 50, mientras jugaba en la vereda del conventillo de la avenida Las Heras, entre Callao y Ayacucho, donde vivía. "Ni mí papá ni mi mamá sabían manejar, nunca supe por qué me gustó tanto correr", señalaba quien en una Maserati 4CLT -con motor Chevrolet- de Mecánica Argentina F.1 y que le confió Froilán González, engarzó el primer eslabón para su distinguida trayectoria. Debutó en la costanera de Santa Fe, en 1963.
Froilán viajó a los Estados Unidos e importó un Chevrolet Súper Nova –de aspecto exterior similar al Chevrolet 400- para que Cupeiro corriera en TC. El Chevitú revolucionó a la categoría. Los fanáticos, defensores de las clásicas cupecitas, observaban con recelo al modelo que en 1964 provocaría un giro en el automovilismo nacional. Los detractores lanzaban insultos y hasta piedras cuando Cupeiro avanzaba por los pueblos y ciudades, en tiempos de carreras que desandaban caminos de tierra. El estreno victorioso fue ese año en la Vuelta de Mar del Plata; en 1965 ganó en nueve competencias y resultó subcampeón de Dante Emiliozzi, que levantaban la bandera de Ford. El modelo renovó el parque automotor: Ford Falcon, la cupé Chevy, el Torino 380W y el Dodge GTX avanzaron para posicionarse y ser la guía que domina desde entonces al TC.
La experiencia en la Fórmula 3, en Europa, en 1966, y la oportunidad de sentarse en una butaca de F.1, tras deslumbrar con su manejo en Mónaco. Fangio le acercó la propuesta, pero Cupeiro había tenido un encontronazo en la pista con el italiano Carlo Faccetti, quien cuando se lo cruzó en los boxes le hizo un gesto poco amistoso y la actitud descortés de su rival, que cuando viajaba a la Argentina se alojaba en la casa de Cupeiro, y la obligación de permanecer gran parte del año en Europa –por entonces ya tenía dos hijas- motivaron el rechazo a la invitación para ser una estrella del Gran Circo.
La Misión Argentina en Nürburgring, la aventura que lideró Fangio con Oreste Berta como responsable técnico, otro hito del que fue parte Cupeiro. Formó trinomio con Gastón Perkins y Eduardo Rodríguez Canedo en el Torino N°2, al que denominaron el Bananita, después del golpe durante las pruebas en el trazado alemán. "Un campeón del mundo puede tener cualquier nacionalidad, pero no todos los países están preparados para hacer un F.1 que sea campeón del mundo. Y nosotros demostramos que teníamos capacidad deportiva para competir con los europeos", relató a su regreso.
Los números señalarán que logró 41 triunfos, entre TC, Sport Prototipos, Turismo Estándar, Turismo Anexo J, Turismo Mejorado, Sport, Mecánica Argentina F.1, pero no podrán reflejar el estilo cerebral y dúctil de manejo de Cupeiro, la leyenda que se sentía cómodo a 240km/h.
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