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Franco Colapinto recibe en Texas la suspensión nueva de Williams: ¿superará por primera vez a Alex Albon?
El argentino conoció el circuito de Austin por el simulador, pero ya se siente a gusto por las curvas rápidas, sus preferidas
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AUSTIN, Estados Unidos.– Su silueta apareció recortada en contraluz al sol bajo de Austin. Estatura mediana, indumentaria oscura, se paró ahí nomás. Casi en la pose de un malo del oeste que iba a batirse a duelo. Pero estaba unos metros después de los molinetes de acceso al paddock de la Fórmula 1. No estaba, claro, en una polvorienta calle de un pueblo tejano.
Era el jueves, víspera de comienzo de la actividad en el COTA, el Circuit of the Américas. Quizás tenía Franco Colapinto que esperar al sábado para que apareciera por allí un cowboy de verdad. Uno de alto porte, con botas marrones repujadas, de altos tacones y sombrero Stetson, dispuesto a pedirle un autógrafo.
El argentino pasaba de su particular reino del mate cebado en su nuevo departamento de soltero en Madrid al mundo del sombrero y las armas en la cintura. “Fran”, el de las redes, se disponía a trabajar sobre un dibujo que había conocido virtualmente, en el simulador del equipo Williams. “Hubo un día”, contó, “en que comencé a las 8 y media de la mañana y salí de la fábrica a las 8 de la noche”.
Desde el área de tribunas y desde la Fan Zon” donde comenzaban a reunirse los más aficionados más apasionados llegaban los sonidos pegadizos de un éxito del country. ¿Johnny Cash, quizás? Tras la empinada subida hacia la curva 1, batida por el viento casi siempre presente en esta zona, se mostraba, orgullosa, la bandera de la estrella solitaria, la del orgulloso Texas.
No se sabe si Colapinto es consciente de que comienza una segunda etapa de las tres en que se puede dividir esta inesperada oportunidad de ganarse definitivamente un lugar en la F. 1. En la entrevista colectiva que dio este jueves a la prensa repitió que no piensa en el futuro, que se concentra en el paso a paso.
Después de tres carreras (Monza, Bakú, Singapur), es posible preguntarse si ya no alcanza lo mucho realizado en esos tres grandes premios. Hay dos vertientes por considerar: lo que él equipo espera de él, para lo cual lo prepara, y las propias expectativas de Franco, fundamentadas en lo que él cree puede hacer. Ambos escenarios pueden estar totalmente alineados, y es mejor que sea así.
Para los de afuera, por su propia toma de consciencia y la progresión mostrada, debería producirse una superación consistente y repetida a Alex Albon. Claro que Colapinto no expresa ese objetivo. Afirma que seguirá haciendo lo que hasta ahora: sentir el coche, disfrutar y medirse a sí. Es decir, concentrarse en el proceso.
Rotundo, ante la pregunta “si tuvieses que elegir entre curvas rápidas y curvas lentas, ¿con cuáles te quedarías?”. “Las rápidas, las rápidas”, insistió ante el reducido grupo de periodistas. Tiene lógica: ésas son las que, según se desprende de los datos de telemetría de sus carreras anteriores y especialmente de lo visto en Monza, las que mejor le sientan.
Franco quiere mantener los pies firmes sobre la tierra y que toda la expectativa que ha despertado no lo confunda. “Este fin de semana tiene un formato nuevo para mí, con sólo una hora de entrenamiento y luego una prueba de clasificación, más una carrera sprint. Y el circuito tiene muchas curvas rápidas, como Silverstone. Fue en Silverstone donde me convencí de que estaba preparado para la Fórmula 1”. En ese viernes anterior al Gran Premio de Gran Bretaña, el argentino quedó a apenas 4/10 de Albon con un Williams en similares condiciones de puesta a punto al del tailandés. Y el resto de lo que pasó con él hasta el día previo a la actividad en Texas, ya se conoce.
Superar a Albon, se decía. ¿Qué implica exactamente ser más rápido en la prueba de clasificación que su experimentado compañero? ¿Es, acaso, Alex una referencia real para un piloto que apunta a lo más alto de su profesión? Cuando el tailandés estuvo en Red Bull chocó contra un escollo insalvable para todos los pilotos números 2 que estuvieron en esa escuadra desde 2019: la velocidad y la contundencia del martillo de Max Verstappen. Albon fue, a lo largo del año y medio en que estuvo en Red Bull, en torno a 4 y 5 décimas más lento que el neerlandés en las qualies. No se sabe si el Albon de hoy, maduro, con cinco temporadas de experiencia. es ahora más veloz que aquél que fue echado de Red Bull por no estar lo suficientemente cerca de Max.
Tampoco los Williams de hoy pueden ser equiparados con los RB16 en los que se enfrentaron Albon y Verstappen. Pero Colapinto, que ya ha superado una vez al británico-tailandés un sábado, el de Azerbaiyán, tiene ahí una referencia. Si logra de ahora a fin de temporada batir al compañero por entre 2 y 3 décimas en las pruebas de clasificación en no menos de tres ocasiones en condiciones normales, ya no les caerá tan simpático a los rivales (Lewis Hamilton, Sergio Pérez, Fernando Alonso) que tan bien lo han recibido. Y Albon no le sonreirá tanto. Comenzarán los celos...
Franco había tenido su semana de descompresión en Madrid, donde terminaba de instalarse en su nueva morada. Después hubo mucho simulador en Grove, Inglaterra, la sede de Williams. Trabajó allí lo que un equipo de F. 1 hace habitualmente para realizar la puesta a punto del auto y desarrollar al piloto, teniendo los datos de los neumáticos y la rugosidad del circuito: secuencias de largadas, ensayos con diferentes temperaturas de pista, incidencias del viento –que en Austin puede ser muy importante–, estrategias de paradas, alturas del suelo del coche respecto al pavimento (rake), inclinaciones y tipos de alas, regulación de amortiguadores, dureza de muelles y topes de goma.
Iniciando la semana de la carrera, Colapinto efectuó un viaje adelantado a Estados Unidos para cumplir compromisos con patrocinadores. A su vez, ya este jueves, Williams practicó muchas veces cambios de neumáticos en el pit lane. Franco tendrá solamente la primera parte de este viernes, a partir de las 12.30 de Texas (las 14.30 de Buenos Aires), para poner en orden la aerodinámica y la suspensión. Después, desde las 16.30 locales (18.30), se hará la prueba de clasificación para la carrera sprint del sábado.
Como Franco no conoce, o conocía, el Circuito de Las Américas, que mide 5503 metros (la carrera será de 52 vueltas), prestará especial atención a las zonas de frenada. Habrá frenadas por fuera, por dentro, en diagonal, de diferentes adherencias, y mil detalles más. El dibujo se adapta muy bien al gusto y las capacidades de Franco, con curvas de media y alta velocidades y de cierta duración. Eso se había notado en sus evoluciones en la Formula 3 y la Fórmula 2.
Se circula en sentido contrario al de las agujas del reloj. La recta de los boxes tiene apenas 600 metros, al final de ella hay una horquilla en plena subida que se cierra a 135° y sigue una serie de curvas enlazadas en “eses”, similar a la seguidilla de Maggots-Becketts-Chapel de Silverstone y a la de las eses de Suzuka, Japón. Para circular por allí a fondo, como decía un campeón de la Formula 1 argentina en los años ochentas, Miguel De Guidi, se necesita una inyección de “corajil”. De eso, por cierto, a Colapinto le sobra. Y lo más importante: sabe cómo graduarlo. En tanto, es en la recta opuesta a la de los boxes, que tiene 1,1 kilómetros de longitud, donde será más fácil sobrepasar.
Para esta carrera Franco tendrá la suspensión nueva que estrenó Albon en Bakú. Sin ella había quedado a tan sólo 7 milésimas de Alex en la prueba de clasificación de Singapur. Si lleva a los hechos esa supuesta mejora técnica, se puede esperar algún sorpasso este viernes.
Y así transcurrió el jueves de preparación en el que los pilotos llegan al autódromo entre las 10 y las 12. Desfilan con los modelitos provistos por sus auspiciantes de la industria de la moda (hay que ver cómo camina, con estilo pasarela, Hamilton cuando pasa por los molinetes de acceso). Festín para fotógrafos. La jornada de espera estaba terminándose y el sol se ponía más allá de esa enorme bandera tejana, acompañada metros más allá por la de barras y estrellas de Estados Unidos. Y los que habían llegado desde lejos tenían una sensación común.
Imposible no sentirse un poco intimidado por ese ambiente de wild wild west: enormes pick-ups con fundas para el rifle Winchester sujetas en la caja de carga, y algún Hummer amarillo, con, sobre el capó, los enormes cuernos de algún toro Long Horn que pasó a mejor vida.
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