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Fórmula 1: la estrategia que Michael Schumacher, sin saberlo, enseñó a Max Verstappen para demoler a un compañero de equipo
Una entrevista de un técnico entregó detalles sobre qué hacía el alemán para ser amo y señor de una escudería
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La relación de Johannes Franciscus Verstappen con su hijo Max Emilian ha tenido vaivenes. Cariño y tensiones. Guía y sobreexigencias. Pero en lo deportivo, está visto, es superexitosa: el chico ha ganado ya tres campeonatos mundiales de Fórmula 1, después de que el padre consiguiera dos terceros puestos como lo mejor de una trayectoria que apiló más abandonos (59) que carreras terminadas (48). Al parecer, Jos le pasó un dato crucial a Max. Una técnica, más que un dato, recogida en sus ocho temporadas en la categoría máxima.
En una, en particular: la que compartió con Michael Schumacher en Benetton. Ni siquiera fue una completa: ocho grandes premios, en 1994. Suficientes como para darse cuenta, tiempo más tarde, de por qué el alemán era avasallante.
Se llevaban bien Verstappen –el papá– y Schumi, que todavía no había conseguido la primera de sus siete coronas. A tal punto que las familias de ambos compartían vacaciones. Pero Michael lo trituraba en los resultados como compañero de equipo: 8-0 en las pruebas de clasificación, 5-2 en carreras (en la restante abandonaron ambos). En rigor, abrumaba a todos los que tenía al lado, con un auto igual: en esa temporada compartió los boxes con el finés Jyrki Jarvilehto (4-0 los sábados y 4-0 los domingos) y el inglés Johnny Herbert (2-0, 1-0 y dos deserciones simultáneas). Los compañeros parecían sucederse sin éxito en el intento de doblegarlo. Pues parecía que en eso estaba la cuestión: en un “que pase el que sigue acá dentro”.
“Creo que Jos se dio cuenta rápidamente de que Michael Schumacher tenía más talento que él y de que era el favorito del equipo. Tuve la impresión de que a Jos le costó aceptar eso, porque también él era un piloto talentoso”, comentó Graham Watson, un técnico que se incorporó a Benetton tiempo después, en 1996, y que pasó por BAR, Brawn GP, Lotus y Toro Rosso hasta llegar a ser director de equipo en AlphaTauri.
Neozelandés de nacimiento, italiano por adopción, Watson reveló más de cómo se comportaba Schumacher en una escudería. En una entrevista con Formule1.nl, el también jefe de Operaciones de Carrera de la F. 1 destacó el tejido social, político, que elaboraba el alemán fuera de la pista. Por empezar, con Flavio Briatore, el jefe de Benetton. “Flavio tenía un fuerte vínculo con Michael, tanto deportivo cuanto como personal. Así que Jos inculcó a Max desde que era muy pequeño que lo primero que tenía que hacer era destruir a sus compañeros de equipo y crear esos vínculos. Hemos visto eso en los últimos años”, confió Watson. ¿Y por qué ese entramado de relaciones?
“El equipo tiene que ser tuyo. Tenés que ser el hombre alrededor del cual gira el equipo. Creo que eso también se ve en Max. Primero, vencé a tu compañero de equipo, y luego, ganá el Mundial”, razonó Watson. Pues eso sucedió en Benetton con Schumi, y luego en Ferrari. El germano terminó arrasando, con dos estrellas en una escuadra y cinco en la otra. “No creo que Jos fuese tratado de manera justa en Benetton, pero eso ha hecho que Max entendiera muy bien ese aspecto de la Fórmula 1. No necesita un auto mejor; quiere el mismo coche. El talento bastará”, argumentó el hombre, con más de un cuarto de siglo de acumulación de conocimientos en la categoría reina. Técnicos y humanos.
Pues sí; salvo en sus comienzos, Michael nunca fue piloto 2 en una escuadra de F. 1, ni siquiera cuando, ya declinante, compartía Mercedes con el futuro campeón Nico Rosberg. Al menos no lo era claramente, a pesar de que su compatriota lo arrollaba en números (43-15 en pruebas de clasificación y 35-22 por los puntos). En ese sentido, el de ser el planeta en un equipo y hacer del compañero un mero satélite, Verstappen es muy parecido a Schumacher. Max Verstappen, claro.
Que en Red Bull Racing empezó teniendo un muy buen nexo con su coequipier actual, Sergio Pérez, y con el correr del tiempo fue menospreciándolo, no reconociéndole su ayuda de escudero en la pista –forzada por los jefes, pero ayuda útil al fin–, no correspondiéndola y aplastándolo toda vez que pudo. No retribuyéndole algo de su función de “ministro de Defensa”, tal como apodan en su país al piloto de Guadalajara. De hecho, una vez que logró en 2023 su tercer cetro, con mucha antelación, Verstappen no hizo más que ir a fondo por todas las victorias, sin siquiera tirarle un hueso al mexicano. Ciertamente, lo abrumó: 575 puntos contra 285... con máquinas iguales. Y eso que Checo resultó subcampeón.
Una situación muy diferente a la que englobaba, muchos años antes, a Ayrton Senna y Gerhard Berger bajo el paraguas de McLaren. El austríaco nunca le hizo sombra al brasileño y cooperó con él. Y el paulista, que podía consagrarse en la penúltima fecha de 1991, tuvo un gesto para con su fiel admirador, que lo creería el mejor de la historia... hasta Verstappen: a punto de cruzar la meta en el Gran Premio de Japón, asegurándose la corona, cedió el triunfo a Berger, en reconocimiento a su colaboración previa. El segundo puesto le alcanzaba a Senna para lograr el campeonato contra Nigel Mansell, que ya estaba fuera de acción por una deserción temprana en Suzuka.
Nada de condescendencias de ese tipo ahora por parte del crack de Red Bull. A Pérez lo tiene a maltraer bajo el mismo techo en 67 grandes premios, en los que Max superó a Sergio 56 veces contra 10 tanto en pruebas de clasificación como en carreras (dos abandonos concomitantes). Pero en su trayectoria de nueve temporadas, el neerlandés de 26 años siempre sacó ventaja contra su primer rival, a saber: 13-10 y 12-9 sobre el español Carlos Sainz (en Toro Rosso), 33-25 y 32-24 (cuatro deserciones simultáneas) frente al australiano Daniel Ricciardo, 11-1 y 11-1 contra el francés Pierre Gasly y 25-1 y 17-9 ante el tailandés Alex Albon.
En Ferrari (1996-2006), Michael Schumacher armó una tríada ganadora con Jean Todt como jefe de equipo y Ross Brawn como director técnico (más Rory Byrne como diseñador). En Red Bull, más allá del genio del proyectista Adrian Newey, Max Verstappen se apoya en el jefe de equipo Christian Horner y en el locuaz e influyente asesor Helmut Marko, habitual crítico público –a veces, casi acérrimo– de Sergio Pérez. Tanto que hasta cuando defiende al mexicano parece atacarlo por lo bajo, ensalzando al tricampeón: “Tiene la mala suerte de tener al talento del siglo como compañero de equipo”, planteó el austríaco, todo un cañón de fuego amigo contra Checo.
Pues un detalle parece confirmar esa táctica que aplicaría el todopoderoso neerlandés en perjuicio de su compañero, esa estrategia de taladrarlo: la entrevista del medio neozelandés con Graham Watson, el hombre que reveló aquel método de Schumi que ejecutaría ahora Max, fue publicada... en el sitio de internet de Verstappen.
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