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Fórmula 1 en la Argentina: la obsesión por contar con un piloto local y los pibes que asoman
Marcos Siebert, Facundo Regalia y Giorgio Carrara son los corredores de nuestro país que pican en punta para meterse en la máxima categoría del automovilismo mundial
La historia enseña que los grandes ciclos de la Fórmula 1 en la Argentina estuvieron directamente relacionados con la presencia de pilotos nacionales. Por esa razón, los mentores del proyecto del retorno de la categoría al país están interesados en contar con un conductor vernáculo por lo menos a partir del tercer año de contrato, en 2021.
Es prematuro señalar al candidato. No son muchos los argentinos que están corriendo en el exterior: esa meta se fue perdiendo en las últimas generaciones, acaso también debido a la ausencia del Gran Premio. El marplatense Marcos Siebert es una promesa: en 2016 le ganó el campeonato italiano de la Fórmula 4 a Mick Schumacher, el hijo del ahora postrado séptuple campeón mundial de F.1, y en esta temporada está disputando el torneo de la GP3, la tercera división de ascenso rumbo a la máxima disciplina, sin un adecuado respaldo económico y con resultado dispar: en Monza, una semana atrás, logró un cuarto lugar, su mejor ubicación de la temporada. En la F4 italiana compite ahora el chaqueño Giorgio Carrara, con apoyo de la lotería de su provincia.
El argentino radicado en España Facundo Regalia fue subcampeón de la GP3 en 2012, derrotado en la última carrera por el ruso Daniil Kvyat (hoy en Toro Rosso) y atrajo la atención del equipo Force India, pero su carrera se frustró cuando no pudo reunir los 300 mil dólares que le exigían para una prueba en Silverstone (Inglaterra).
“Sin ayuda del Estado es imposible llegar a la Fórmula 1”, sentenció el decepcionado Regalia, con su carrera estancada en la GP2 (ahora Fórmula 2). “El gobierno no va a apoyar económicamente a ningún piloto, porque si lo hacemos con uno, tendríamos que hacerlo con todos, incluso con los que corren en Fiat 600…”, le respondió indirectamente el entonces ministro de Turismo Enrique Meyer, a cargo de los deportes no olímpicos en la gestión anterior.
Facundo Regalia, en acción
Muy distinta a la época en que Juan Manuel Fangio y José Froilán González corrían en Europa como “delegados obreros”, el cargo oficioso con que habían sido dotados por el gobierno argentino durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón. La leyenda asegura que el autódromo porteño nació como respuesta de un requerimiento de ambos al mandatario, a comienzos de la década del ’50. “¿Qué más necesitan, muchachos? Un autódromo, general”, se asegura que fue el intercambio. Con la inauguración del circuito en marzo de 1952, la Argentina se vio habilitada para contar con un GP con puntos para el campeonato a partir de 1953, y entre 1954 y 1957 Fangio no tuvo rivales. El retiro del balcarceño a mediados de 1958 se alió a la falta de financiación del Estado, y la carrera no se disputó en 1959. Volvió brevemente en 1960, con algunos pilotos locales como Carlos Menditeguy (el padre de la primera mujer del presidente Mauricio Macri) o Alberto Rodríguez Larreta, “Larry”.
El segundo periodo estuvo directamente relacionado con el avance de Carlos Alberto Reutemann en la escena internacional a partir de 1970. La carrera regresó en 1971, aunque la edición no contó para el campeonato, y el santafesino, que hacía su debut con coches de F.1, arribó tercero con un McLaren. Al año siguiente, con el GP ya dentro del calendario, Reutemann partió desde la pole en su presentación oficial en el Mundial. Desde entonces, su presencia motivó a los aficionados de la época, que cada enero llenaban el autódromo esperando que con el nuevo ídolo se reeditaran los triunfos de Fangio, lo que nunca ocurrió. Estuvo muy cerca de lograr la victoria en 1974 (cuando lideraba cómodamente y se quedó sin nafta a dos giros de la bandera a cuadros) y fue segundo en las ediciones de 1979 y 1981, y tercero en la de 1975.
El retiro del santafesino y la Guerra de las Malvinas disuadieron al Automóvil Club Argentino, por entonces el organizador de la carrera anual, a llevarla adelante en 1982. Pese a rumores recurrentes, la F.1 no volvió durante la década de los ’80.
La era de la convertibilidad, inaugurada en 1991, no solo posibilitó que muchos pilotos argentinos fueran a competir al exterior, con la máxima categoría como objetivo final, sino que el autódromo pudiera ser remodelado para el tercer y corto ciclo de visitas de la Fórmula 1 al país, en los que el autódromo volvió a llenarse. Norberto Fontana fue el tercer piloto de Sauber durante 1997, aunque no llegó a correr el GP de aquel año, un logro que sí concretó Esteban Tuero en 1998, con la inefable escuadra italiana Minardi. El piloto de Caballito fue la estrellita local de aquella carrera que ganó Michael Schumacher, pero se despistó sobre el final cuando cayó una inesperada llovizna, aunque quedó clasificado 13°. Gastón Mazzacane corrió 20 Grandes Premios entre 1999 y 2000, pero para entonces la Fórmula 1 ya había evacuado las playas argentinas con algunas deudas impagas.
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