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Fórmula 1 en Brasil: los espectadores argentinos se encontraron con desorganización y largas filas
Entre 15.000 y 20.000 compatriotas acudieron a San Pablo; varios se quejaron por el desorden en el armado del Gran Premio de Interlagos
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El fin de semana pasado, una multitud de argentinos viajó a San Pablo para alentar a Franco Colapinto en el Gran Premio de Fórmula 1 de Brasil, que se disputó en el circuito de Interlagos. Se estima que entre 15.000 y 20.000 compatriotas fueron parte de una nueva procesión pagana, que los argentinos comienzan a transformar en costumbre cada vez que un deportista de nuestro país compite por algo importante.
La selección de fútbol fue local en Qatar 2022 por la presencia masiva de hinchas, a pesar de los 13.000 kilómetros que nos separan del país asiático, y volvió a sentirse como en su casa en la Copa América de Estados Unidos 2024. La imagen habitual en el fútbol ahora se mudó a la Fórmula 1, y Franco Colapinto fue local en San Pablo. Hasta sus colegas lo reconocen: tras obtener la pole position, Lando Norris fue entrevistado por una periodista de la prensa oficial que le preguntó acerca del apoyo del público que se escuchaba de fondo y el inglés respondió: “No es por mí, es por Franco”.
Los argentinos se hicieron sentir durante los tres días de acción en el circuito paulista, y el aliento para Franco solo quedo en segundo plano cuando fue el turno de homenajear la figura de Ayrton Senna, icono de Brasil fallecido en 1994.
Banderas argentinas de todos los rincones del país, canticos de cancha, remeras del equipo Williams -de las oficiales y de las truchas- poblaron las tribunas de Interlagos y le dieron color a un fin de semana que parecía solo empañado por la lluvia, aunque una serie de fallas en la organización complicaron a muchos espectadores.
“Me llamó la atención la cantidad de argentinos en las tribunas, que eran muchos más que los brasileros. Lo que se escuchaba todo el tiempo era ole, ole, ole, Francoooo, Francooo y solo algunas veces Senna, pero la mayor parte del aliento del fin de semana fue para Colapinto”, le contó a LA NACION Santiago Di Pardo, un periodista especializado en automovilismo acostumbrado a asistir a este tipo de eventos y que no salía de su asombro por el apoyo que recibió el piloto de Pilar. “Lo que también vi y escuché fueron muchos problemas para ingresar”, explicó Di Pardo. “Interlagos es un circuito que cuenta solo con dos ingresos, y durante los tres días se formaron colas enormes que retrasaron mucho la entrada. Conozco el caso de personas que tardaron más de cuatro horas para ingresar, encima bajo la lluvia”.
Mariana y Diego Morán son hermanos y viajaron desde Buenos Aires a San Pablo para asistir a la carrera. Contrataron un paquete que incluía pasaje, alojamiento, entradas y traslados, buscando tener todo solucionado, pero se encontraron con una realidad muy distinta: “El viernes hubo menos gente y pudimos ingresar sin mayores inconvenientes, pero el sábado hicimos cuatro horas de cola y nos perdimos la carrera sprint porque entramos tarde”, explica Mariana, que aclara que se vivió un clima tenso porque, ante el retraso, muchos asistentes intentaban colarse y el resto reaccionaba agresivamente.
“Había solo tres molinetes, por lo menos en la tribuna que nosotros teníamos asignadas, y además te hacían un cacheo bastante exhaustivo. Creo que no esperaban ni por asomo la cantidad de público que hubo y los desbordó”, sostiene Mariana, que el domingo optó por asistir más temprano de la hora establecida y se trasladó con un vehículo diferente al que había contratado en el paquete turístico.
“La clasificación estaba programada para las 7.30 y teniendo en cuenta el escenario del sábado fuimos más temprano. A esto se sumó que agregaron molinetes y el cacheo era menos estricto, lo que agilizó el trámite. Si bien el clima fue tranquilo, muchos brasileros abucheaban a Colapinto y gritaban por Senna. En un momento Franco lo pasó a Hamilton, nosotros lo festejamos y comenzaron a bardearnos. No te digo que se generaron problemas, pero tampoco eran del todo amigables”, dice Mariana Morán, que además de los retrasos sufrió la inclemencia del clima porque estaba en una de las tribunas abiertas.
Muchos argentinos tenían entradas para el Gran Premio de Brasil antes de la explosión del “fenómeno Colapinto” y se encontraron con un espectáculo diferente. “Todos los años vamos con mi papá, que cumplió 80, al Gran Premio de Brasil. Es un regalo que le hago y poder compartir esto con él es invalorable”, cuenta Victor Priotto, que viajó desde General Rodriguez a San Pablo. “Este año vivimos algo muy diferente por la cantidad de argentinos que fueron mayoría y armaron una fiesta increíble. Tuve la suerte de estar en Monza el año que ganó Charles Leclerc con Ferrari, y ni de cerca se pareció a lo que vivimos en Brasil, que fue espectacular”, dice Victor, que junto con su padre se ubicaron en la tribuna frente a los boxes, donde sufrieron algunos de los mismos inconvenientes. “Lo de este año fue patético. Nunca vi filas en los ingresos como las de esta vez. Estimo que eran colas de entre 800 y 1.000 metros. Muchos se perdieron la sprint del sábado y otros la clasificación del domingo. Creo que el público superó las expectativas y no estaban organizados para recibir a tanta gente”.
La lluvia fue un condimento especial, porque alteró la clasificación del sábado, que finalmente pasó para el domingo y complicó el desarrollo de la carrera. Lo mismo ocurrió en las tribunas, porque más allá de que algunas contaban con techo, la intensidad de las precipitaciones durante varias horas hizo que todos terminaran mojados.
“Fue mi primera carrera de F1, estuvo increíble por la cantidad de argentinos alentando a Colapinto y por lo espectacular que fue la carrera debido a la lluvia”, dice Juan Sesan, que se ubicó en un sector denominado Heineken Village. “El único problema fue que era un área abierta de campo, y con lla luvia se transformó en un gran lodazal, que fue terrible porque teníamos barro hasta las rodillas”, le contó a LA NACION.
Muchos argentinos poblaron los sectores VIP, donde los tickets son más costosos, como el caso de Hernán Eksiyan, que se ubicó en el Interlagos Club, en el área de ingreso a las tres curvas donde colisionó el español Carlos Sainz: “La carrera estuvo muy buena, y nosotros nos ubicamos en un lugar donde se vivía de manera increíble, pero la organización dejó mucho que desear y fue un gran caos. Vivimos un enorme desorden, desde la manera de llegar, estacionar y salir del evento. En el lugar donde estábamos, colapsó un techo por la acumulación de agua y se vino abajo. La sensación fue que todo estaba a medio terminar”, cuenta Hernán, que en su relato mezcla las dificultades generadas por la falta de organización con lo impactante del espectáculo de la F-1 y la fiesta que montaron los argentinos alentando a Franco Colapinto.
La euforia por el piloto pilarense se convirtió en una ola de pasión que superó toda expectativa y que desbordó las previsiones de asistencia de espectadores del Gran Premio de Brasil. Esto quedó evidenciado, no solo en el color de las tribunas, sino también en los problemas generados por una presencia de público que no estaba en los planes de la organización de la competencia.
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