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El temor y la contradicción de los pilotos: "Para correr el Dakar hay que ir al psicólogo"
Si bien la peligrosidad de la carrera provoca adeptos, también hay detractores; los pilotos admiten esa extraña sensación de no querer continuar, pero trabajan para correr al año siguiente
ANTOFAGASTA, Chile.– "Hay que estar loco para correr en el Dakar". Esa frase, tan común entre los comunes, los que ven desde afuera esta competencia extrema, se repite con suma frecuencia. La pronuncian los que rechazan esta práctica que siempre arroja víctimas, como también los que eligen la actividad como estilo de vida. Y la admiten quienes protagonizan la carrera más peligrosa del mundo. "This is Dakar, man", repite cada uno de los 3000 habitantes del campamento itinerante que recorre más de 9000 kilómetros.
Pagar para vivir una experiencia fantástica. Sin dudas. Aquí se vive todo concentrado: la exigencia por mejorarse, la solidaridad con los compañeros y rivales, y el peligro de la vida misma
El Dakar alimenta su propia leyenda con aquellas historias que surgen desde el corazón de la carrera, con accidentes, historias de vida, exigencias, situaciones límites e incluso la muerte. Todos los que suben a la rampa de largada de un Dakar para competir saben, absolutamente, que hay probabilidades de pasarla mal. Y que la nulidad del riesgo de vida no existe. Sin embargo, en el mundo del cross country se sueña con disputar un Dakar. Los esfuerzos personales se potencian para poder participar. Se ahorran los 12.000 euros para participar en motos o cuatriciclos, ó los 18.000 para competir en autos o camiones, más los gastos por equipo, las máquinas, etc.
¿Pagar para matarse?, se preguntan algunos. "Pagar para vivir una experiencia fantástica. Sin dudas. Aquí se vive todo concentrado: la exigencia por mejorarse, la solidaridad con los compañeros y rivales, y el peligro de la vida misma", comentó Gustavo Bassi, piloto de motociclismo argentino que abandonó tras un accidente que lo lesionó de una pierna.
Sin embargo, el Dakar se cobra víctimas. El martes falleció el polaco Michal Hernik, que debutaba en la competencia. En el campamento se vive de manera muy especial ese tipo de situaciones. Lamentables, por cierto, pero también insólitamente probables. El clima en el lugar se conmueve. Se asimila el golpe. Y cada uno de los representantes de 54 países continúa con su labor, pese al cansancio por las pocas horas de sueño, el frío de la noche del desierto, el baño con agua fría, los baños químicos… El tiempo apremia y la mente se focaliza en la etapa siguiente: si se adentra en la arena, en los cañadones, entre las piedras…
Venía con problemas, estaba deshidratado. Vi a un competidor que estaba tirado, fracturado, y ahí mismo pensé en dejar la carrera. No quería saber más nada. Pero me repuse y acá estoy
Hay pilotos que son profesionales, o al menos de punta. Es el caso del chileno Ignacio Casale, vencedor en cuatriciclos el año pasado. Pensó en abandonar en la segunda etapa, hasta ahora la más exigente, con zonas donde la temperatura alcanzó los 68 grados. "Venía con problemas, estaba deshidratado. Vi a un competidor que estaba tirado, fracturado, y ahí mismo pensé en dejar la carrera. No quería saber más nada. Pero me repuse y acá estoy", confesó a La Nacion.
"Todos los que corremos el Dakar vamos al psicólogo. Si no, no hay forma de encarar esta exigencia. Para correr el Dakar hay que ir al psicólogo. Acá hay que estar muy bien físicamente, pero hay que ser mucho más fuerte de la cabeza", explicó Lucas Bonetto, el gran candidato argentino para pelear por el triunfo en cuatriciclos y que anteanoche abandonó por problemas eléctricos. Casi al borde del llanto. "Demostré que estaba para luchar bien arriba, y me quedó sin nada", lamentó.
"Es cierto, uno no la pasa muy bien acá. Yo me deshidraté, en San Juan choqué y volé varios metros. Tuve que reparar el cuatriciclo. Podría quedarme en casa disfrutando de la piscina. Pero esto es atrapante", agregó Casale.
Es cierto, uno no la pasa muy bien acá. Yo me deshidraté, en San Juan choqué y volé varios metros. Tuve que reparar el cuatriciclo. Podría quedarme en casa disfrutando de la piscina. Pero esto es atrapante
Hace dos años, el Dakar presentó un recorrido que la mayoría catalogó como "accesible", sin grandes complicaciones. Fueron los mismos pilotos que se quejaron ante la organización para "ajustar las exigencias". Los competidores sentían que se perdía prestigio frente a etapas sin sumas complejidades.
Las historias de solidaridad entre los competidores son conmovedoras también. La experiencia de ayudarse en el medio del desierto y olvidarse de los tiempos y de la carrera, o de compartir vivencias, frustraciones y alegrías en el campamento bajo las noches estrelladas, son parte de dos semanas inolvidables.
"Cuando debuté en el Dakar, me preguntaba constantemente ‘¿qué hago acá?’ En el único momento del año que puedo disfrutar con mi familia e irme de vacaciones, estaba penando con un buggy en zonas inhóspitas. No veía la hora de terminar la carrera. Pero cuando terminó y volvía a casa, extrañaba aquello que padecía. Sabía que había vivido la experiencia más importantes de mi trayectoria deportiva e inmediatamente comencé a trabajar para el año siguiente", relató Juan Manuel Silva.
Cuando debuté en el Dakar, me preguntaba constantemente «¿qué hago acá?»
Alicia Reina, la única mujer de la Argentina en el Dakar, abandonó. "Fue por un problema en la camioneta. Estoy muy triste, pero esto es así. Ya pensaremos en la revancha. Vivir un Dakar es apasionante", comentó la representante de Catriel.
Los pilotos se esfuerzan por participar y ser parte de la leyenda Dakar. Pese al riesgo, se sienten atrapados por una competencia que seduce a los intrépidos y, por esa condición única que transita en el límite de la "locura", también atrapa como ninguna otra a los espectadores, que respetan a los competidores porque practican una disciplina que es improbable para el resto de los mortales. "This is Dakar, man".
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