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El mundo lo despidió: murió el hombre, quedó el mito
"Nunca la muerte de un deportista, y mucho menos tratándose de un extranjero, provocó en Europa semejante impacto en la opinión pública. Los franceses de todas las edades lloraban ayer la desaparición del ejemplo que les permite gritar de viva a voz a los imprudentes en las autopistas Tu te prends pour Fangio? (¿Vos te creés Fangio?). En Gran Bretaña, tuercas y legos lamentaban la muerte del maistrou, su particular forma de pronunciar "el maestro". En Italia despedían a "la leyenda", en España al "as del volante" y en Alemania al "genio argentino".
Así describió Graciela Iglesias, corresponsal de LA NACION en Europa, los ecos de la muerte de Juan Manuel Fangio, que falleció el 17 dejulio de 1995.
Fangio murió por una insuficiencia respiratoria tras un cuadro de bronconeumonía. Por pedido del entonces presidente Carlos Menem, fue velado en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno y, a las 18, sus restos fueron trasladados a la sede central del Automóvil Club Argentino (ACA). Al día siguiente, la capilla ardiente se instaló en el museo que lleva su nombre, en Balcarce (el féretro fue trasladado en un avión de la gobernación de la provincia de Buenos Aires) y, a las 16, recibió sepultura en el cementerio local. Allí asistieron diversas personalidades, entre las que se encontraban los ex pilotos británicos Stirling Moss y Jackie Stewart, además de José Froilán González y Carlos Reutemann. El presidente de Mercedes-Benz, Axel Arendt, escuchó el emotivo adiós de Luis Barragán, en nombre del museo.
El relato de Iglesias desde el Viejo Continente continuó al día siguiente: "Y no pudo con su genio. Horas después de terminar la más trascendental carrera, la de la vida, El Chueco volvió a llevarse las tapas de los diarios europeos. Los más apasionados fueron los franceses, seguidos de cerca por británicos, italianos, alemanes, holandeses, con la prensa española entre las más rezagadas (a El País la noticia le cayó en la página 40), pero presente en la pista de homenaje. Hasta en Estambul, donde la Fórmula 1 es algo tan misterioso como la lectura de las marcas de borraja en las tazas de café, no faltaron una líneas de mención en los matutinos Milliyet y Hrriyet.
"El parisino Libération echó mano de una foto-retrato color sepia de fines de los años cuarenta para estamparla en la primera plana, en un tamaño que sirvió de preludio a la página completa que le dedicaría en el interior. En medio de la noche, Juan Manuel Fangio murió en su cama. Un privilegio que muy pocos pilotos de su generación pudieron darse, expresaba en su perfil del argentino mítico el jefe de la sección deportes, Lionel Froissart.
"En aquella época los gentlemen conductores eran legión sobre los circuitos y sabían sacar provecho de las bondades que les ofrecía la vida. Fangio se mostraba más sabio –subrayaba Libération–. No se lo veía mezclarse en las conversaciones muy seguido. Huía de los banquetes como de la peste, ofrecía contadas sonrisas a sus admiradoras.
"Similar descripción hacían sus colegas de Le Figaro, que llegaron a convocar hasta a un miembro de la Academia Francesa, Michel Déon, para que opinara sobre su partida. El Maestro puede ser fuente de reflexión para los más inteligentes. Con Mercedes, Fangio tenía un matrimonio de amor y razón. El acuerdo era perfecto –estimaba Déon–. Un día debió haber mirado la cuenta del banco, estimó que la fortuna le era suficiente y le dijo adiós a los circuitos en los que ningún piloto le reprochó una maniobra desleal, un golpe de esos que la Fórmula 1 nos ofrece ahora cada quincena. En la Argentina era un héroe nacional. Y yo no sé por qué imagino que en los primeros tiempos la popularidad debió sorprenderlo un poco. La celebridad suele irse como el humo –continuaba el intelectual francés–, pero nosotros no hemos olvidado a este hombre tranquilo, el mejor piloto de la posguerra.
"Más prosaico, el especializado L’Equipe le regalaba su primera plana con un categórico: Fangio para siempre", finaliza la crónica.
Bernie Ecclestone comentó ese día: "Fangio fue un mito viviente, quizá el mejor de todos los tiempos". Cerca del dolor, Moss lo sintió así: "Fangio fue un artista del volante. Para mí fue como un padre. Era el mejor y nunca me lo hizo sentir".
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