Encontrá resultados de fútbol en vivo, los próximos partidos, las tablas de posiciones, y todas las estadísticas de los principales torneos del mundo.
Bicho Del Buono y su curiosa vida: nunca manejó, hizo una escuela del valor de la hoja de ruta y fue elogiado como navegante por los grandes pilotos
Cada piloto de renombre quiso tenerlo a su lado: para muchos, el mejor navegante; un mundo de anécdotas de un personaje particular, que se retira
- 11 minutos de lectura'
“El español Luis Moya, el histórico compañero de Carlos Sainz, fue para mí el mejor navegante y el mejor ser humano que conocí en el Rally Mundial. El otro día, cuando se enteró de que había anunciado el retiro, me mandó un audio espectacular, ¿quéres escucharlo?”, pregunta Jorge Bicho Del Buono y despierta la curiosidad inmediata. “¡Bichito querido! Se retira el mejor cantador de notas de la historia del automovilismo”, dice con inconfundible acento coruñés quien fuera bicampeón del mundo, demostrando que la admiración es mutua. “Siempre le gustó lo que hacía, las pocas palabras que usaba y el énfasis que ponía”, explica el marplatense que este fin de semana recibirá en el Rally Mar y Sierras de Mar del Plata el homenaje a una trayectoria monumental.
Hablar de Jorge Del Buono es transitar todas las rutas del automovilismo, aunque él nunca se haya puesto al volante de un coche de carrera. “No me interesaba, manejar no era mi pasión”, cuenta. Hablar con Jorge Del Buono es sumergirse en un océano de anécdotas que abarcan todos los tiempos, porque para el hombre que fue partícipe del único triunfo de un binomio argentino en un Gran Premio de la Clase A del Mundial de Rally –aquella inolvidable victoria junto a Jorge Recalde en 1988–, todo comenzó cuando tenía 14 años y terminó hace apenas un par de semanas, en el Rally Legends de San Marino, cuando ya está a punto de cumplir los 76.
–¿Me cuenta cómo fue la primera?
–Cosas del destino. Yo atendía el bar del club los jueves, cuando se reunían los muchachos. Un día se enteraron de que iba a faltarles uno para la carrera de regularidad en motoneta de ese fin de semana y me preguntaron si me animaba. No tenía ni cronómetro. Le hice un agujerito en las 12 a mi reloj y metí una pajita de escoba para frenar el segundero. En el momento que nos dieron la largada la saqué y pude medir bien el tiempo. Así empezó todo.
La última, bien fresquita, fue bien diferente. Una fiesta organizada al más alto nivel, con leyendas y autos de diferentes épocas en la que Del Buono viene participando desde hace varias ediciones junto a su compañero de las últimas décadas, el uruguayo Gustavo Trelles, con quien Del Buono compartió los títulos del mundo del Grupo N en 1996 y 97. Una fiesta sí, pero que no olvida su lado competitivo. “Hay 40 o 50 All Stars que van a divertirse, hacen trompos, no toman los tiempos... Nosotros corremos en serio, y estos dos años de pandemia se hicieron notar: al final me dolían todos los huesos. Físicamente ya no estoy, prefiero despedirme arriba y no dando lástima”. Por las dudas, y para cumplir con su afán competidor, en San Marino finalizó cuarto de la categoría Myth, después de remontar diez puestos el domingo.
Entre aquella de la moto y esta pasaron nada menos que 61 años. “Soy un agradecido a Dios. Tuve la suerte de ir siempre con grandes pilotos: Ernesto Soto, Carlos Garro, Lole Reutemann, y por supuesto con Jorge Recalde. Pero también con Ángel Di Nezio, Carlos Pascualini, Aldo Caldarella...la última en el país fue justo antes de la pandemia, en Claromecó con Eduardo Lonati, quedamos segundos. Y desde ya, toda la etapa con Gustavo Trelles. Pero además, el rally me dio la oportunidad de viajar y conocer. Soy un afortunado”.
La suerte, en todo caso, no suele venir sola, hay que buscarla, y esto fue lo que hizo el Bicho Del Buono desde bien joven, prácticamente desde el día que, a sus 23 años, decidió dejar Mar del Plata y embarcarse hacia la aventura europea.
“Estudiaba en la Escuela de Hostelería de Mar del Plata y me puse de novio con una compañera. Nos anotamos en unas becas para cursar en Austria. A ella se la dieron y a mí no. Le insistí para que la aceptara, con la promesa de que cuando acabara la temporada de verano me iba para allá. Y eso hice. Junté toda la plata que pude, me subí al barco Enrico C y me fui. El tema es que no conseguía trabajo en Austria y terminé como mozo en Italia, en un pueblo cerca de Venecia. Eso fue en el ‘69″, cuenta.
Fue entonces cuando una credencial de periodista que le había dado el diario El Atlántico de Mar del Plata antes de viajar le sirvió como salvoconducto para que lo invitaran a asistir al rally San Martino di Castrozza, en el norte de Italia, una carrera en apariencia poco trascendente, pero que gracias a su poder de observación sería la piedra angular de la trayectoria de Del Buono. “Veía que los copilotos anotaban todo. Fue mi primer contacto con algo que desconocía. Eran las hojas de ruta, y aprendí a hacerlas sólo con mirar”.
–Esos papeles se convertirían en su gran aporte al rally nacional.
–Claro. Cuando vuelvo al país empezaba la Copa Fiat, con los 600. En la segunda carrera me ponen con Aldo Caldarella, un chico que corría en karting, y en tercera, que era en la montaña, le digo de hacer la hoja de ruta. Fue la primera en el país, este año se cumplió el 50º aniversario. ¡Ganamos! Al año siguiente aparece el 128 y se lo dan a Caldarella. Había carreras en pista y cuatro en montaña. Nadie anotaba, sólo nosotros y ganábamos con 12 o 13 minutos de ventaja. Salimos campeones argentinos.
La hoja de ruta revolucionó la categoría y acrecentó la fama de Del Buono. También ocasionalmente sus bolsillos, como cuando vendía sus anotaciones a los demás copilotos en los años 70. “Les cobraba por anticipado, pero se las daba por etapas, para que no tuvieran tiempo de hacer fotocopias. Lo hice por dinero pero también para hacer escuela. A quien me preguntaba le explicaba lo que hacía. Nunca fui egoísta en ese sentido”.
El tema económico estuvo más de una vez a punto de frustrar su carrera. En 1977, después de su primer experiencia con Recalde, un rally en Bolivia, decidió dejarlo todo e irse a trabajar a la construcción. La situación se repetiría dos años más tarde, y una tercera vez en 1983, ya como navegante oficial del Cóndor de Translasierra. Pero la pasión siempre pudo más. Lo esperaba su etapa más gloriosa.
–Recalde había corrido el Mundial de 1980 con Mercedes. A la vuelta, Renault le da un R12 y en enero del 81 me dice de correr con él. Estuvimos juntos hasta el 89, salvo el parate en el 83. Ganamos el famoso Gran Premio del 88, que en su momento quizás pareció algo normal pero que ningún argentino pudo lograr, y pudimos ser campeones del Grupo N ese año, pero Jorge no quiso ganar el título fuera de la pista. Mazda había hecho trampa con los ventiladores de sus autos, se sabía, pero lo tenía que denunciar otro piloto y Recalde no quiso.
–¿Usted lo habría denunciado?
–Sí, claro. Nos ganó un auto fuera de reglamento y quedamos en la historia como subcampeones. Jorge tendría que haber sido más egoísta en eso. Tampoco fue la única vez. En el 89, Lancia le trae un auto muletto para él, para que hiciéramos la hoja de ruta, y lo desechó. La hicimos con un Senda, un coche de calle, una locura. Jorge tenía unas condiciones espectaculares, pero era así.
–¿Fue el mejor piloto que conoció?
–No sé si el mejor, seguro uno de los más grandes. Me impresionaron mucho Colin McRae, Juha Kankunnen y Carlos Sainz. En esas épocas había muchos monstruos, cada uno especialista en un tipo de suelo. Me acuerdo de Michèlle Mouton, una francesa que en los 80 con el Audi Quattro ganó cinco carreras y perdió el Mundial porque en medio del rally de Bandama se muere su padre, no puede ir al velorio y vuelca tres veces. Quedó subcampeona.
–¿Por qué Recalde no fue todavía más importante de lo que fue?
–Un poco por su manera de ser, pero también por cómo está montado el negocio. Al Mundial lo manejan las marcas y a las marcas les interesa comercialmente Europa. A un argentino o un uruguayo les cuesta mucho más tener posibilidades. Le pasó a Jorge, a Ligato en Subaru, y nos pasó con Trelles. En el 96, Mitsubishi había prometido que quien ganara el Mundial del Grupo N subiría al A de compañero de Tommi Makkinen. Nosotros se lo ganamos al alemán Uwe Nittel, pero le explicaron a Gustavo que Uruguay vendía seis autos por mes y les interesaba más Alemania. Le pidieron perdón y nos dieron el auto oficial para correr Grupo N. Volvimos a ser campeones, pero...
El entusiasmo y la memoria de Jorge Del Buono se desbordan con cada pregunta. Tanto que parece difícil creer que de verdad el Rally Legends 2021 haya sido su última vez arriba de un auto de carrera. “Me saqué una foto con el buzo en la mano diciendo que el buzo y mi cuerpo decían basta. Trelles quiere que volvamos el año que viene, pero trataré de cumplir con mi palabra. Ya está”.
Un trabajo muy mal pagado
La profesión de copiloto, y más tarde de navegante, nunca gozó del favor del dinero. El tema le costó muchos disgustos al Bicho Del Buono, quien siempre reivindicó el papel que les corresponde a quienes son parte importante en éxitos y fracasos. Por algo, los copilotos están intentando que se declare el 13 de noviembre -fecha de su nacimiento- como Día del Navegante.
“En la Argentina y el resto de Sudamérica el trabajo de copiloto siempre estuvo poco reconocido y muy mal pagado”, afirma el marplatense, quien ya en 1980 peleó para que Renault les adjudicara un salario fijo a los tres navegantes de la escudería. “Fue gracias a ese sueldo que acepté correr con Recalde”, subraya.
Sin embargo, el tiempo transcurrido no ha mejorado mucho las cosas. “Hay gente que corrió el Dakar y no le pagaron o solo recibe el diez por ciento de lo que le dan al piloto. Acá hay chicos que tienen que correr todos los domingos para sostener a la familia. Es un desastre cambiar de piloto cada fin de semana. La consecuencia es que hoy apenas tenemos tres navegantes internacionales y ninguno con posibilidades de correr en el campeonato del mundo”.
Autos que dejaron sus huellas
En seis décadas, la tecnología sobre ruedas evolucionó varias veces, aunque no tantas como la cantidad de coches que conoció Del Buono sentado junto al piloto del momento. Algunos, claro, dejaron marcas más indelebles que otros.
–Los que más me impactaron fueron dos. El Lancia Delta S4, un misil de 600 caballos, un auténtico pura sangre. El otro fue el Audi del 84. Fue el primer contacto de Recalde con un 4x4 y lo manejó espectacular. El sonido, cómo tomaba las curvas...Me acuerdo que el director deportivo decía que con ese coche los grandes pilotos tenían que dejar cuatro huellas marcadas en el camino porque tenían que llevarlo siempre de costado. Y eso que el Fiat 131 con el que estuve probando con el italiano Giorgio Pianta en Tucumán en 1980 me había sorprendido mucho. Pero esos dos eran una maravilla.
–¿La tecnología mató la capacidad de manejo?
–En rally todavía el manejo puede definir un poquito más que en pista. Pero decide mucho. Sebastian Loeb fue campeón nueve años porque el Citroën era excelente, pero él no era mejor piloto que Kankunnen o Sainz. Para mí, la calidad realmente se ve cuando cambian de marca y vuelven a ser campeones del mundo , como Sebastien Ogier.
De viaje por el mundo
Más de un centenar de rallies acompañando por el mundo a Jorge Recalde, Ernesto Soto y Gustavo Trelles no solo le dejaron a Jorge Del Buono anécdotas, títulos y el reconocimiento unánime de sus pares. También una mirada del planeta al que cualquier mortal no suele tener acceso, el recuerdo de sitios inolvidables y también espacio para la reflexión.
–Llegábamos un par de semanas antes a los lugares donde se corría y daba tiempo para conversar con la gente, almorzar con ellos, conocer un poco más. De lo que vi me encantan Grecia y Finlandia, también Suecia. Me sorprendió Australia, me acuerdo que cuando estaba en Italia en el 69 los carpinteros se iban a trabajar allá porque estaba en auge el uso de la madera. Hoy vas a Perth y parece Estados Unidos. También me quedé a vivir un año en Benicarló, en la costa de Castellón, en España, pero mis hijas, que eran chicas, quisieron volverse.
–¿Hubo algo que le llamara especialmente la atención?
–Sí, el progreso de algunos países, como Portugal y Grecia. La primera vez que fui eran muy humildes, pero después entraron en la Unión Europea y los cambios fueron tremendos, con avances muy grandes. Lo comparo con lo que nos cuesta a nosotros el desarrollo y el crecimiento y me pregunto cómo puede ser. La política no me interesa, pero me duele mucho que vengan los extranjeros a correr y pregunten cómo es que vivimos tan mal con toda la tierra que tierra que tenemos, el campo, las industrias...
Otras noticias de Historias del deporte
El Capitán América. Pochettino quiere cambiar la historia del Central Park con Messi como socio e inspirado en las mujeres
"No tengo palabras". La batalla por una medalla: acusaciones y pelea en la justicia detrás de la foto más icónica de París 2024
Vidas paralelas. El jockey que cautivó como cantante en un reality volvió a las pistas y dio el batacazo en la Melbourne Cup
Más leídas de Automovilismo
Puntos, millones y butaca. Colapinto y Williams, ante un nuevo escenario: el múltiple juego de las presiones en Las Vegas
Arranca la acción. Fórmula 1 hoy: días, horarios, prácticas y clasificación del Gran Premio de Las Vegas
Arde la Fórmula 1. Qué tiene que pasar para que Verstappen levante en Las Vegas su cuarta corona
“Estamos errando el camino”. La inesperada crítica de Fernando Tornello a Adrián Puente luego de la polémica de Colapinto