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Xtreme Race: Leyendas, perros acompañantes, jóvenes promesas y un atleta en silla de ruedas en una carrera de casi 24 horas en la montaña
En Huerta Grande, ocho competencias se desarrollaron en simultáneo, con las experiencias de integrar a los más chicos a la travesía, que por momentos se corrió entre las nubes
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En la montaña todo puede cambiar de un momento para otro. Más aún cuando a través de ella sucede una carrera de 100 kilómetros a pie, junto con otras siete carreras en simultáneo de 78, 54, 34, 26, 17, 10 y 5 kilómetros. Todo eso fue la décima edición de la Xtreme Race en Huerta Grande, sumado a un clima que tuvo de todo, hasta sumergir a los corredores, literalmente, dentro de las nubes. En el Valle de Punilla se entrelazaron las historias más inesperadas con un clima de montaña que pintó de emoción cada zancada. Leyendas del atletismo, perros acompañantes, jóvenes promesas y hasta una silla de ruedas superando los límites, todo eso, en menos de 24 horas de puro trail.
El fin de semana largo de noviembre empezó con un sábado radiante en las sierras cordobesas. La acreditación de la carrera en el imponente hotel Tres Pircas ofrecía la pileta del complejo que se fusionaba con uno de los paisajes más bellos de la región. Una expo de running recibía a los corredores que retiraban sus kits para las distintas distancias y los nervios y la alegría se palpaban bajo el sol. A la tarde se realizó una pequeña carrera gratuita para los más chicos, la mayoría de los hijos de los corredores fueron parte y vivieron la misma adrenalina que vivirían sus padres, horas más tarde, bajo el mismo arco de largada.
Allí participaron Gino (6) y Donato Lepore (8), hijos de Álvaro, que estaba inscripto en los 32 kilómetros. Disfrutó viendo a sus dos hijos correr, sin anticipar el pedido del mayor tras cruzar la meta: “La próxima quiero correr los 10k papá”, le pidió Donato, aún agitado. Todos se llevaron sus medallas de finisher y el sol se ponía sobre el cerro La Banderita. El atardecer se pintaba del naranja al violeta y la expo se iba vaciando. En pocas horas, a la medianoche, largaban los 100 km, empezaba oficialmente la Xtreme Race.
Una noche espléndida, los corredores se preparaban sin más abrigo que una remera manga corta. La luna llena y las estrellas se ocultaban tras las nubes, pero la temperatura era ideal para salir a correr 100 kilómetros y coronar seis cumbres. Luces LED en las frentes, bastones de trail en las manos, chalecos de hidratación en las espaldas: salían rumbo a la noche y la montaña. A las 2.30 de la madrugada los seguirían los de 78km, a las 4.30 los 54km, a las 6.00 los 34km cuando ya la claridad de un sol aún oculto entre los cerros y las nubes, empezaba a colorear el paisaje. El calor del sábado había desaparecido, y el domingo amanecía frío y húmedo. A partir de las 7.00 largaron con pocos minutos de separación, los 26, 17, 10, 5 km, y la llovizna. Los senderos y las pisadas se empezaban a humedecer.
Sin animarse a ser lluvia, la llovizna persistía, mojando a los 2.500 corredores que ya se habían desperdigado por la montaña. Los primeros en regresar fueron los de 10 y 5 kilómetros. Entre estos, siendo de los primeros, Felipe Ledesma Ochoa empujaba la última subida con toda la fuerza de sus 12 años y sus piernas flacas. Bajo el arco de llegada, aún agitado, le contó a LA NACION que ya hacía un año que corría, que le gustaban los paisajes que veía y que se iba a quedar ahí, aunque se mojara. Su mamá, Gisel, estaba corriendo los 26 km y él iba a esperarla.
También regresando de los 5 km llegaba Julián Naya Bie (19), todo sonrisas sobre su silla de ruedas. Lo acompañaba su mamá Laura, también Franco González, que ayudó a llevar la silla. Julián tiene parálisis cerebral. Poco antes de la pandemia se realizó una carrera y él fue parte con su silla de ruedas de uso diario. Allí lo vio el profe Eduardo Hurtado y lo invitó a su running team. Y acá aparece la Asociación para la Distrofia Muscular de Córdoba en la Falda que, con su programa Desafiando Límites, le armó a Julián una silla especial para carreras. “Queremos que los chicos salgan un poco del ambiente médico donde están muy sumergidos y vivan otras experiencias”, cuenta Lucrecia Rossi, presidenta de la Asociación. Ondulando por el circuito de 5 kilómetros entre las montañas, con la lluvia y el viento en la cara, Julián no puede hablar, pero su sonrisa afirma que está viviendo otras experiencias.
Quien también vivió otra experiencia fue Carolina Secco: “Se siente distinto, muy raro pasar un cumpleaños lejos de mi familia. Pero también es hermoso porque vinimos ocho amigas a correrlo y celebrarlo”, contó apenas terminó los 26 km, mientras cumplía 40 años y resumía: “Estoy emocionada”. La misma distancia que corría Gisel Ochoa, la mamá de Felipe. Pero él ya no estaba en la llegada esperando, demasiada llovizna quizá, demasiado fresco. “No se aguantó y me estaba buscando un kilómetro antes de la llegada”, cuenta Gisel sobre Feli, “me acompañó hasta el arco, siempre me dice: ¡sos fuerte mamá! Yo fui madre soltera... no hay una llegada que no me haga llorar”.
Seguían llegando acompañados por la llovizna, corredores de todas las distancias. Desde debutantes hasta experimentados corredores de ultratrail (distancias superiores a los 42 km que se corren en montaña). No importa si coronaron cinco cumbres o recorrieron los valles, según quienes la han experimentado, Xtreme Race es una de las carreras más técnicas de la Argentina. Y sea la distancia que sea, al final todos terminaban en el parque del hotel Tres Pircas, entre una frondosa arboleda a los pies de los cerros. La última subida se lanza entre la moderna edificación y la pileta con borde infinito, ambas se conectan con un puente peatonal y por debajo, todos los corredores, transitan esos placenteros últimos metros antes del arco de llegada.
Al cruzar la meta se abrazan, algunos se arrodillan, otros se desploman, pero todos sonríen, incluso entre lágrimas. Ante las entrevistas de Pablo Colombo, el locutor de la carrera, la mayoría responden lo mismo: “¡El clima está hermoso para correr!”. Mientras el viento empuja las gotas contra los rostros y se ven las nubes tapando la mitad de las montañas, cubriendo los circuitos de las distancias más largas. “Arriba había viento, lluvia, pero ahí es cuando no se puede aflojar”, relata Sebastián Carro, de San Miguel de Tucumán, luego de ganar los 54 kilómetros: “No sabía si estaba para ganar, pero sí que iba a pelearla hasta el final”.
Cerca del mediodía empiezan a llegar los primeros de los 100 kilómetros. Daniel Simbrón tiene 52 años: “Estoy en mis años más lentos, pero con la experiencia se pueden lograr grandes cosas”, asegura quien hace dos décadas corría una maratón en 2h18m (muy, muy fuerte). “Fue una carrera muy dura, técnica, con excelente organización. Feliz de llegar cuarto”, cuenta Daniel, mientras alguien comenta: viejo es el viento y sigue soplando. Y como también sopla bajo el arco de llegada, Simbrón se sienta con LA NACIÓN a charlar dentro del hotel. Hay corredores por todos los rincones, dentro de un amplio salón, cada cual relatando su historia. Daniel habla con aplomo y ojos simpáticos: “Llegó un momento, cuando corría en calle, que ya no podía entrenar con la misma intensidad, me lesionaba mucho. Por entonces nació mi hijo Aramís y entrenar doble turno siendo padre era muy difícil. Ahí me pasé a la montaña. Hoy Aramís tiene 19 años... pasa el tiempo”.
Cuenta que encontró en el trail una camaradería distinta. “Acá puedo parar y mirar el paisaje, alentar a la gente”. Cuando hace un pausa, con timidez, como quien estuvo un rato esperando con la frase en la boca, lo saluda Álvaro Leporé: “¡Hola Dani, qué grande! Qué lindo verte. Nunca me olvido de ese día que me dijiste: si hacés las cosas bien, esta victoria es la primera de varias”. Daniel lo reconoce, lo saluda con afecto. Entonces Álvaro se anima y cuenta: “Dani era mi ídolo, ¡yo lo veía en videos durante la pandemia! Y se me dio de ganar mi primera carrera acá en Xtreme, los 15 km de 2021. Me acerqué a saludar a Dani y él me preguntó cómo me fue. Yo pensaba, ojalá vuelva a ganar alguna vez más”.
Simbrón lleva unas siete participaciones de las diez ediciones de la carrera, es una leyenda del atletismo y todos, con respeto, pasan a saludarlo. “Cuando se enteró de mi primera victoria, Dani me recomendó: comer bien, descansar bien, seguir prolijito y duplicar el esfuerzo, no relajarme por haber ganado”, detalla Álvaro como si aún lo escuchara a Simbrón. Sí, es el mismo Álvaro padre de Gino y Donato, los chicos que habían largado el sábado. Es que Leporé se sumergió de cabeza en el trail, de la pandemia hasta acá entrenó como nunca, hizo el curso de entrenador y contagió entusiasmo por todos lados. Esa primera victoria de 2021 fue, como anticipó Simbrón, la primera de muchas. Y Álvaro llevó a correr a sus hijos, a su esposa Rocío, a sus alumnos y hasta a su mamá.
“Sí, mamá empezó a los 58 y largó hoy acá con 62 años”, cuenta sonriente Álvaro. ¿Alguna de las distancias cortas o acompañó a sus nietos en la carrera del sábado? “¡No! ¡Los 26 kilómetros, está re loca la vieja! Le clavó unas cuatro horas”, se exalta Leporé y asegura: “A veces voy corriendo por partes muy difíciles del circuito y pienso: en un rato va a tener que pasar por acá mamá!”.
Alvaro ganó los 32 kilómetros, al igual que Silvina Bruno los 100. Fueron poco más de 15 horas corriendo en la montaña para la oriunda de General Pico, La Pampa. “Pero nací en Bel Ville”, aclara con un ligero vestigio de tonada cordobesa, “Correr Xtreme es mi forma de cerrar el año y volver a mi provincia. Es una carrera muy linda, con circuito duro, técnica y bien marcado. Y el clima estuvo hermoso, apenas llovieron los últimos 20 kilómetros”.
La carrera fue llegando a su fin y la montaña mostró sus dos caras. Xtreme Race mostró todo lo que puede desplegar, en su décima edición, una de las más elegidas del calendario nacional. Entre sus ochos distancias se conectaron miles de historias. José María Cellenza completó los 100 kilómetros con el tercer mejor tiempo, 12h24m20s. Es herrero de obra y de muebles. No sabemos si su oficio le sirvió para correr mejor, pero sí fue útil para que otros corran. José construyó la silla de ruedas de carrera de Julián. Fue la primera que hacía y le llevó ocho meses en sus ratos libres fuera del trabajo. Luego de esa hicieron tres más, para que otros chicos puedan ser parte de carreras que imaginaban imposibles. En la foto final figura que José ganó el trofeo del tercer puesto. Pero sospechamos que ganó mucho más.
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