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Turmalina Ultra Run, en La Falda: una prueba en donde confluyeron emociones, nervios, pasión y locura
Se corrieron distancias de 6, 12, 20, 34 y 53 kilómetros, con subidas, senderos, lechos de arroyos secos y arroyos de aguas frías
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En el anfiteatro de Flavio, más conocido como Coliseo Romano, los más feroces gladiadores del imperio hacían vibrar a 65.000 espectadores. Durante seis siglos albergó emociones, nervios, pasión, locura y muerte. Dos mil años de civilización más acá y en la otra punta del planeta, se encuentra, en la apacible ciudad de La Falda, Córdoba, el anfiteatro municipal, donde algo vibrante está a punto de suceder.
Los acordes y la armonía de Hans Zimmer penetran el domo repleto de personas, la banda sonora de Gladiador, la película icónica, enciende la imaginación y miles de piernas se tensan ante la acción. Está a punto de largarse la carrera de trail Turmalina, y en un anfiteatro repleto se mezclan emociones, nervios, pasión, locura y vitalidad. Afuera la naturaleza atrapante de La Falda los espera como leones desafiantes, adentro todos se alientan previos a la acción. Fernanda Gil es una corredora más, pero ésta será su primera carrera de trail. Antes de largar mira al techo del domo y piensa: “Agripina, cuidame”.
Su abuela falleció hace poco, pero Fernanda sabe que la está escuchando. Los gladiadores del trail están a punto de largar, algunos se persignan, otros se alientan, muchos gritan y toman coraje. De repente todo explota, la carrera larga y miles de piernas se lanzan a lo desconocido.
La avenida Dante Alighieri es un túnel frondoso con todas las diversidades de verde que asciende rumbo a las sierras. A través de ella miles de corredores se arrojan a las diferentes distancias que propone Turmalina. Hay 6, 12, 20, 34 y 53 kilómetros, subidas, senderos, lechos de arroyos secos y arroyos de aguas frías, caminos marcados por las fauna del lugar y lugares nunca caminados que se abren para la carrera, principalmente, muchas subidas y bajadas, mucho desnivel se enfrenta a las piernas de los gladiadores. “Este año hicimos 53 kilómetros, nomás”, cuenta Luis Murua, que añora los 78 km en los que participó en la edición anterior de Turmalina y ahora no estuvieron. Pero esos “53 kilómetros nomás”, no se la hicieron fácil: a pesar de ser lugareño, tuvo que negociar con el desafío; empezó corriendo con dos piernas, y terminó con tres.
“Los de acá”, cuenta haciendo referencia a la tierra donde nació hace 37 años, “nunca usamos bastones para correr. Conocemos bien el terreno, a lo sumo nos ayudamos con las manos”. Pero cuando ya llevaba casi 40 kilómetros de carrera, su rodilla izquierda se dobló de más en una bajada y algo se rompió. Un circuito con más de 3.000 metros de altimetría y aún quedaban 15 kilómetros por delante. Luis solo tenía una certeza: “no era una opción abandonar”.
Tomó una rama seca y la transformó en bastón. Los 15 años que lleva haciendo trail lo ayudaron a terminar la mayor distancia de Turmalina. Su ciudad no lo iba a ver abandonar. Aunque haya largado sobre sus dos piernas y tuviera que terminar con tres.
En su máxima extensión el imperio romano llegaba desde el actual Portugal hasta Irán, desde Gran Bretaña hasta Egipto, un territorio era casi el doble de grande que la Argentina continental. Desde todo el imperio llegaban gladiadores sedientos de gloria al anfiteatro de Flavio. En la Falda, dentro de su anfiteatro, confluyeron historias y orígenes muy diversos.
Yissel tiene 15 años, cruzo la cordillera y viajó casi 2.000 kilómetros para correr en La Falda. Desde Calbuco, Chile, cerca al límite entre Río Negro y Chubut, la joven corredora de trail buscaba algo en los 12 km de Turmalina. “Me quería probar, estaba muy nerviosa en la largada del anfiteatro, el circuito era un gran desafío”. Yissel Llancapani viajó, corrió y encontró el triunfo, más de cuatro minutos la separaron de su escolta.
En Catamarca hay un pueblo que se llama Sijan, tiene algo más de mil habitantes, uno de ellos es David Nievas. Integrante del equipo argentino de trail, viajó más de 500 kilómetros, pero valió la pena. Fue el primero en los 21 km, definió a LA NACION todo lo que hace, todo lo que siente, con una sola palabra, un motivo: “pasión”.
Desde Santa Rosa, La Pampa, llegaron Valeria Martín y Catalina. Valeria corrió los 34km y Catalina, que tiene 3 años y acompaña a su dueña a entrenarse desde los 6 meses, la siguió en la llegada. “Cata se entrena conmigo pero no más de 15 kilómetros”, cuenta la pampeana sobre su perra y fiel compañera. Ya es la tercera participación en Turmalina, que la elige porque: “es muy buena la organización, los puestos son bárbaros y la carrera en sí es excelente”.
La Plata no solo es la ciudad de las diagonales, también es donde vive y se preparó Cecilia Chimenti para los 34 km. Aunque los últimos meses no fueron fáciles. “Gripe tipo dengue, infección urinaria, gastroenteritis, tuve de todo”, detalla la abogada. Era su tercera vez en Turmalina, y atravesó todos los estados. “Cuando estaba en la montaña pensaba, para qué mierda vine, la verdad estaba hecha pelota, me sentí re débil. Pero no me permito abandonar”. Cecilia corre hace 15 años, empezó con carreras de calle, llegó a las maratones y terminó en el trail porque: “me hace sentir fuerte, todo depende de uno, es la naturaleza y vos. La verdad hay momentos que te encontrás muy solo y llegás a tener miedo”.
Distintos orígenes, distintas historias, Turmalina reunió no solo a corredores de toda la Argentina. Así como Yissel viajó desde Chile, llegaron desde Finlandia, Brasil, Francia, Paraguay, México, Uruguay, Noruega, Colombia y Rusia. Cada cual con su historia, pero un día para ellos, todos los caminos condujeron a La Falda.
Esta fue la séptima edición de Turmalina, pero la segunda en La Falda. Javier Dieminger, el intendente de la ciudad, cuenta los motivos de esta unión. “Firmamos un convenio de 5 años viendo que era una carrera muy convocante, con la idea de agregar un evento distintivo. El impacto de Turmalina es muy bueno para la ciudad, la ocupación llegó al 65% [sobre un total de 6.000 plazas], y estimamos que, solamente en hospedaje y gastronomía, dejó en La Falda 200 millones de pesos”.
Más allá del Hotel Edén, las 7 cascadas, el cerro la Banderita, las cavernas el Sauce, el dique, el reloj cucú, u otras tantas opciones turísticas de La Falda, Dieminger propone algo más: “queremos que vean que somos una ciudad turística pero también deportiva, el prestigio de Turmalina atrae corredores de toda la Argentina y varios países, a los que podemos cautivar con nuestra gastronomía y hotelería”.
Hasta las sierras de La Falda llegó Verónica Collera, que desde las planicies de Ramona, Santa Fe, llevaba un sueño: correr en desnivel. Empezó a trotar hace dos meses, “y descubrí la superación en esta carrera”, cuenta emocionada en la llegada de los 12 kilómetros, donde la abrazan su marido, Miguel, y su hija de 8 años, Maite. La misma distancia recorrió Luis Ortiz, de 74 años, y quedó fascinado con la prueba: “es muy original, sorprendente, es un privilegio participar. El sendero estaba lleno de alternativas, bajadas por un río con agua, no te podés desconcentrar un segundo”.
De la misma categoría pero desafiando la distancia mayor, estaba Demetrio Ureta. En los 53 kilómetros, quedó segundo en la categoría más 60, Demetrio tiene 72 años. Aprovecha la entrevista de LA NACION y reclama: “podrían dar un premio al corredor más grande de la mayor distancia”. A lo que el cronista pregunta, ¿pero usted está seguro que es el más grande? Desde unos profundos ojos celestes, enmarcados entre arrugas y canas, Demetrio lanza una mirada que parece decir: “Pibe… ¿vos te creés que alguien más, arriba de 70 años, va a largar a las 5 de la madrugada para estar diez horas corriendo en las sierras?”. Pero no dice nada y solo sonríe.
El anfiteatro de La Falda, se sigue llenando con los gladiadores del trail que regresan de sus batallas. Cada uno tuvo su lucha, sus miedos, sus ilusiones, sus triunfos. Como Andrés Barros, de 64 años, que empezó a correr a los 35 y por un instante mira para atrás: “pasó el tiempo... por suerte con momentos muy lindos”. Empezó en ciclismo de montaña, luego pasó al duatlón, después hizo varios Ironman y aclara: “soy soltero, eso es una gran ayuda para entrenarme”.
También cuenta que hacía dos años que no largaba una carrera a pie. “Por la falta de costumbre me olvidé las zapatillas”, se ríe Andrés. No se preocupó ni un poco, largó los 12 km con los zapatos de montaña, de todas formas asegura: “me cansé de pasar gente en las bajadas”.
Las que se bajan del podio son Maguie Nieto y Vicky Palloni, primera y segunda en los 52 km. Magui es una histórica del trail, guerrera de mil batallas, Vicky empezó a correr hace tres años y está en un gran nivel. En distintos momentos de la carrera se fueron pasando e intercambiando el primer puesto a lo largo de más de 8 horas de competencia. Pero la victoria se resolvió por un segundo. “Faltando 6 kilómetros nos quedamos juntas”, cuenta Vicky, “nos fuimos pasando toda la carrera, es muy lindo poder correr con alguien así, yo la re admiro a Maguie”. Fueron 6 kilómetros charlados, compartiendo el final de la carrera pero también sus historias, sus sentimientos. ¿De qué hablaron? “Cosas de mujeres”, sonríe Maguie, y se suma Vicky: “sí, eso, cosas de mujeres, pero te aseguro que fue una hermosa charla, de esas que te emocionan, llegamos llorisqueando las dos”.
Alguien más se emociona, es Fernanda Gil, que había largado su primera carrera de trail. La concluyó, fueron los 6 kilómetros, y los ganó. Más allá del triunfo, de la sorpresa, de la alegría, tanto en la largada y como en la llegada en el anfiteatro, tuvo el mismo recuerdo, su abuela Agripina y cómo la alentaba a correr. Ya no está para recibirla cuando vuelva a San Isidro, pero Fernanda no duda que, en algún lugar, está muy contenta por su nieta.
Cuentan en las calles de Roma que ningún gladiador era el mismo luego de pasar por el anfiteatro de Flavio, que la experiencia dentro del Coliseo los transformaba en algo distinto. Cuentan en las calles de La Falda que ningún corredor fue el mismo luego de pasar por el anfiteatro de la ciudad, que la experiencia en Turmalina los transformaron en algo distinto. Quién sabe, quizás son solo leyendas.
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