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Se lesionó días antes de la carrera, corrió con un cabestrillo y logró un triunfo inolvidable
Edgard Chávez, un santiagueño con una historia increíble y un brazo maltrecho, se impuso en la tradicional Prueba Atlética Día del Vidriero
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Edgard Felipe Nery Chávez nació en una paraje de tres o cuatro casas llamado La Magdalena, en el departamento de Moreno, Santiago del Estero. Todos los días caminaba cinco kilómetros de ida y cinco de vuelta para ir a la escuela. “Ahí es monte, monte… no existe agua, no existe luz”, detalla. El pueblo más cercano es Suncho Corral, a 60 kilómetros. Nery corre a pie, y le dijeron que había una carrera “que tenía que correr al menos una vez en al vida”. Esa carrera es la Prueba Atlética Día del Vidriero, en Berazategui, al sur del conurbano bonaerense. Una de las competencias más antiguas del país, que este domingo cumplía 33 ediciones. Nery hizo los más de mil kilómetros que separan su casa de la línea de largada. Pero faltando solo tres días, mientras hacía el último entrenamiento en la pista de Santiago, un grupo de chicos se le cruzó en el camino y terminó estrellado en el piso.
-Vas a tener que hacer reposo, nada de correr por un tiempo-, le recomendó el traumatólogo.
-¿Estoy quebrado?-, preguntó Nery, buscando opciones.
-No, es un esguince.
-¿Pero, entonces, puedo correr?
-Y…, si te aguantás el dolor-, respondió como último argumento el doctor.
“Probé el sábado de trotar sin la férula y el cabestrillo pero la verdad no podía”, cuenta Nery “así que pensé: ya fue, largo con esto!”. Y largó por primera vez en su vida la Prueba Atlética día del Vidriero, junto con varios de los mejores corredores del país.
Sería una fecha muy especial, ya que durante 32 ediciones el creador de la carrera, Saverio Terminiello, llevó el evento en andas, logrando una carrera emblemática para Berazategui y conocida en todo el país, pero sin cobrar un peso a los corredores. “Ellos son los protagonistas, no tienen que pagar por correr”, repetía Terminiello. Este año, Saverio no estuvo, falleció antes de la 33a. edición; por eso, ahora la carrera lleva su nombre. Y Nery Chavez, quizás sin saber, había llegado para que, la primera vez sin Saverio, fuera muy especial.
“Hasta el kilómetro 6 veníamos luchando a la par con “Mito” Guerra -relata el protagonista de esta historia-. Era una cambios de ritmos cada dos o tres cuadras, y la verdad que en cada cambio me hacía doler porque braceaba de costado”. Y no solo luchaba con Guerra, sino también con el viento que sopló esta mañana en Berazategui y las subidas que siempre propone este circuito de 10 kilómetros. “Pero creo que las subidas me favorecen”, sonríe Chávez, y asegura: “¡Y acá es impresionante el aliento del público!”.
Con el cabestrillo firme sobre el brazo izquierdo, Nery se apoyó en el griterío de la gente para empezar a abrir distancia con Guerra. “Ahí ya pude correr más parejo”, relata Nery a LA NACIÓN, “y así también iba más cómodo con el brazo”. Y pudo correr más parejo y más rápido de lo que había corrido nunca en su vida, incluso más rápido de lo que nadie lo había logrado alguna vez en la Prueba Atlética Día del Vidriero. Con un tiempo de 29m49s cruzó el arco de llegada. No puedo levantar los brazos festejando la victoria, pero su sonrisa lo decía todo.
Siendo niño, el ahora medallista panamericano Mariano Mastromarino corrió y ganó una carrera con el brazo, también el izquierdo, enyesado. Dos décadas después se colgaría la medalla de bronce en la maratón de los Juegos Panamericanos de Toronto. Hoy es otro brazo izquierdo el que ganó una carrera inmovilizado, el de Edgard Felipe Nery Chávez.
“No he sentido mucha diferencia [con el cabestrillo], la verdad que me he sentido cómodo”, asegura Chávez ya al final de un evento que será inolvidable. Donde la oriunda de La Matanza Antonella Guerrero fue la más rápida entre las damas. Donde Nery fue el más rápido de todos los que corrieron, con y sin cabestrillo. Y donde Saverio, desde algún lugar, está viendo que su carrera aún tiene mucho para contar.
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