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Lamont Marcell Jacobs, el rey de los 100 metros de Tokio 2020: la noche mágica del atletismo italiano
Nació en El Paso, Texas, pero creció en una comuna de Brescia; con 9s80 se coronó en el estadio Olímpico y heredó la corona de Usain Bolt
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TOKIO.- Jacobs y Tamberi. Tamberi y Jacobs. En un rincón del estadio Olímpico nace una sociedad. Y el registro se firma con abrazos, gritos y una bandera. Un reportero italiano acota: “Jacobs y Tamberi, por supuesto, logran algo impensable: llenar el estadio vacío”. Gianmarco Tamberi es el saltador del rodete y los festejos de básquetbol, el que dejó una de las imágenes más pintorescas de la noche al compartir el oro con el qatarí Mutaz Essa Barshim. Y Jacobs es Lamont Marcell. Lamont Marcell Jacobs, un italiano nacido en El Paso, Texas, y con infancia en Desenzano del Garda, una comuna de la provincia de Brescia.
Su nombre no es el de un anónimo, pero casi. Al menos para el gran público. Y él se mueve por el estadio como un atleta más, sin entender lo que acaba de suceder. Con su sonrisa, sus músculos (mide 1.88m y pesa 80 kilos) y sus tatuajes, toda una marca registrada. Hasta hace unos días ni siquiera aparecía en el podio al momento de las predicciones. Los favoritos se repetían: Trayvon Bromell (hoy no logró superar la serie semifinal), Andre De Grasse (bronce, con 9s89) o Akani Simbine (cuarto). Siempre daba vueltas Yohan Blake (otro que tropezó en semifinales). Pero pocos ponían el ojo en él. Hasta hoy. Dejó un aviso en la velocísima serie 3 (tercero con 9s84 y récord europeo), y destrozó todos los pronósticos en la final: Jacobs es el nuevo rey de los 100 metros, tras volar en 9s80 por la pista de Tokio. Casi sin viento (+0,1 m/s) y con el segundo récord europeo en apenas dos horas. El heredero de Usain Bolt llegó desde el carril 3, en una de las mejores noches de la historia del atletismo italiano. Y todo un impacto para el Viejo Continente: Jacobs es el primer europeo en ganar el título olímpico de los 100 metros desde el británico Linford Christie en Barcelona 1992, y el primer campeón olímpico italiano de sprint desde que Pietro Mennea ganó los 200 metros en Moscú 1980.
Jacobs, con su dorsal 2428, dominó gran parte de la carrera pese a tener una de las reacciones más lentas (0,161). Liberado el andarivel cuatro, tras la eliminación del británico Zharnel Hughes, los flashes se fueron sobre los centrales Fred Ferley y Su Bingtian, el hombre más rápido de Asia que había llamado la atención en las clasificaciones. Pero el ganador estaba hacia la izquierda, sin las cámaras y a paso firme. Jacobs llegó en 9s80, mientras que el podio lo completaron el estadounidense Ferley (9s84) y el canadiense Andre de Grasse (9s89). Atrás quedaron el sudafricano Akani Simbine, el estadounidense Ronnie Baker, el chino Su Bingtian y el nigeriano Enoch Adegoke, que se lesionó tras una salida tensa. Sin Hughes, por una salida en falso, y sin resultado final para Adegoke, solo seis hombres cruzaron la meta tokiota.
La “mamma” Viviana conoció a un joven soldado estadounidense en Vicenza. Ella tenía 16 años; él, 18. Tiempo después se casaron y se mudaron a Texas. Y tras tres años de convivencia nació Marcell. Pero ese fue el último instante en el que estuvo cerca de su padre: días después fue trasladado por el ejercito a Corea del Sur y ella decidió volver a su país. El pequeño no tenía ni un mes. Desde ese momento creció una relación madre-hijo que se fortaleció año a año. Del padre, poco y nada. “Lo consideraba un extraño. Me buscaba en Facebook y yo no le respondía. Recién ahora, con el trabajo de mi coach mental, empecé una suerte de relación”, confesó hace un tiempo. “El nuestro es un gran amor. Soy su madre, hermana, amiga, su gran madrina”, destacó Viviana. Ella fue el apoyo en cada momento, su sostén, la primera fanática cuando él se inició en el atletismo. Orgullosa de su hijo, Viviana Masini vio la final de los 100 metros de Tokio 2020 desde su casa y disfrutó del oro a la distancia. Entre la euforia, habló de sueños, sacrificios y una vida difícil, con muchas dificultades. Y hasta se animó a una ambiciosa predicción, según cita la prensa italiana: “De niño le dije que llegaría a Usain Bolt, y lo estamos haciendo. El próximo objetivo es el récord mundial”.
Cuentan que no lo podrían frenar. Hiperactivo, “no caminaba, pero sabía patinar”. Y que se probó en todos los deportes. La madre no solo intentaba que él pudiese descubrir su pasión, sino que además “tenía que cansarlo”. Hasta que llegó un entrenador que empezó a moldear a ese portento físico de cabeza fría e inteligencia. Una mente brillante para el atletismo: siempre logró que su cuerpo se anticipara a conceptos técnicos que nadie le enseñó. Por eso no sorprenden las conclusiones publicadas por El Corriere, en marzo de este año: “Con su ritmo en 60 metros, y sabiendo controlar la velocidad, su proyección en los 100 metros podría llevarlo a tiempos incluso inferiores a 9s80”. El número estaba sobre la mesa y pocos le prestaron atención.
El impacto fueron los 6s47 en los 60 metros indoor de Torun, Polonia. Tras años por debajo del radar, aceleró en los últimos meses: dueño europeo de los 60 metros en marzo, y campeón olímpico de los 100 metros en agosto. El mejor semestre de su vida. Sus marcas anteriores lo habían dejado afuera de la final en el Mundial de Doha 2019 (no logró avanzar ni en 100 metros ni en la posta) y fuera de los podios europeos. Algunas señales había dado en el cierre de 2020, con buena marcas en meetings italianos, pero poco más. Todo apuntalado por una preparación en cuarentena que dio sus frutos: trabajó en una pista construida por un vecino. “Voy a ir a Tokio a ganar una medalla. Bolt no está, Coleman no está, no hay un favorito claro, será una batalla. No puedo dejar de soñar ahora”, anticipó antes de llegar a Japón. “El desconocido”, titula la prensa europea sobre el que ahora es uno de los hombres más famosos del mundo.
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