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La historia increíble: la carta escrita por una nena a un soldado de Malvinas que encontró destinatario casi 40 años después
Guillermina Farro tenía 9 años cuando envió un mensaje a un soldado argentino: cómo fue el desenlace y la manera que se encontró con un excombatiente
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Hace un siglo plantaron cientos de miles de pinos sobre dunas inhóspitas, la modificación del paisaje fue tan rotunda que pasó a llamarse Cariló, que en la lengua mapuche significa médano verde. Cien años más tarde, casi 1000 corredores por vez primera atravesaron esos senderos en la Carrera del Bosque de Asics, una competencia que unió profundas historias humanas con una vegetación encantada. Entre todas ellas, una despertó luego de casi cuatro décadas, conectando la guerra de Malvinas, una nena de 9 años, una carta sin destinatario y las emociones acumuladas a lo largo de toda una vida, esperando ser experimentadas.
El sábado a las dos de la tarde, desde el balneario Divisadero, cientos de corredores largaban a adentrarse en el bosque. Un circuito de arena tapizado por millares de agujas de pinos (dato curioso, se llaman acículas), a través de una ondulación constante que desafiaba las piernas más fortalecidas. Dos distancias ofrecía la prueba: los 8 km que transcurrían casi íntegramente en el bosque y los 15 km que realizaban el resto del trayecto entre las dunas infinitas que separan a Cariló de Villa Gesell y se conocen como “La Otra Frontera”.
Entre ellos partía Guillermina Ferro. Era su primera carrera, pero tenía una ventaja: ya había recorrido todo el circuito varias horas antes. “Quería tomar confianza con el recorrido y por eso lo caminé temprano en la mañana”, relata Guillermina. “En un lugar especial saqué la carta, la puse en el piso y tomé la foto, como una despedida”.
Ella es una de las protagonistas, el otro es Adrián Cabello, conocido por todos como el “Indio”. Él no largo la carrera, pero la transpiró más que nadie, porque fue el organizador del evento. Y antes de eso fue muchas cosas: triatleta, dueño de un parador en la costa, profesor en un gimnasio, llegó de mochilero hasta Colombia y antes de todo eso, estuvo en las islas Malvinas combatiendo contra los ingleses. Fue prisionero de guerra, al finalizar la contienda sus captores lo obligaron a enterrar a sus compañeros y desenterrar minas antipersonales. Estuvo más de un mes apresado en la bodega de un buque de guerra inglés sin saber su destino final.
“Siempre dije que las Malvinas tenían que ser un gran aprendizaje para mí, lograr sacar algo útil”, reflexiona el “Indio”. No sabía aún como esta carrera lo llevaría a desenterrar sus recuerdos más profundos de las islas...
La lucha por la punta
Pero antes de llegar a ese encuentro, el resto los corredores estaban atravesando el bosque y tenía algo para contar. Emiliano Sanz, profesor de surf, guardavida, rastras rubias, piel curtida por el mar y el sol. Se lanzaba a los 15 km como a rescatar un bañista entre las olas. Imponiendo un ritmo dentro del bosque que lo dejaba solo en la punta. Así llegaba a la segunda mitad de la carrera donde las dunas dominaban el circuito. Detrás de él, Roberto Benítez aún tenía algo por decir. Con la paciencia que le enseñaron sus cuatro décadas, esperó el momento y por el km 7 superó a Emiliano, para no perder más la delantera. “Tuve Covid hace dos meses y fue bravo”, contaría Roberto: “El bosque estaba pesado pero lindo, se disfrutó. Aunque los médanos… fueron más duros aún! La verdad vine sin expectativas y me sorprendí a mí mismo con el triunfo”.
“¡Sí, el bosque es un flash!”, se suma Emiliano, el profe de surf. Que celebra volver a competir luego de medio año y la cuarentena de invierno de por medio. Subió al escalón del segundo puesto, no sólo con su habitual gorrita del “Che” Guevara, sino también mostrando entre sus manos una remera de Boca con el 10 en la espalda y el apellido del jugador que hubiese cumplido 61 años. Al bajar del podio confesaría: “La verdad estoy acá porque hoy el mar está choto y se suspendió el torneo de surf”.
Las mujeres también corrieron veloces. “Tenía la expectativa de un podio, pero al inicio de la carrera la primera [Estela Aldaz] salió muy fuerte… no me veía ganando”, confiesa Lucía Bagaloni. Sin embargo,15 kilómetros sobre la arena dan tiempo para modificar finales. Lucía alcanzó a Estela y pudo ganar la carrera, no sin antes encontrar algo más: “Fue mi primera vez corriendo en el bosque de Cariló. El circuito era muy duro, aunque desde los médanos más altos la vista del mar era impresionante”.
La carta que esperó cuatro décadas
Para conectar la historia de la corredora debutante, su carta y el “Indio”, hay que viajar 39 años al pasado. La guerra de Malvinas estaba en su momento más caliente y Guillermina Farro tenía por entonces nueve años. “Yo me sentía muy movilizada por todo lo que pasaba”, recuerda Guillermina. “Escribí una carta a un soldado y le pedí a mi mamá que se la mandara”. Su madre nunca la envió, quizá sin saber que era la mejor decisión para que finalmente encontrara su destino en las manos del soldado de Malvinas.
“A nosotros no nos llegó nada, si el último vuelo fue el 1° de mayo, en un [avión] Hércules que iba a 15 metros del mar para que no lo detectaran los radares”, relata Cabello: “Estando en las islas nunca pude recibir una mensaje del continente, de nadie, ni siquiera de mi familia”.
“Esa carta pasó todos estos años conmigo”, relata Farro con cara de asombro por el desenlace: “No me preguntes por qué, pero en el dibujo que le sumé a la carta, yo iba corriendo junto al soldado”. Un par de días antes de largar la carrera, Guillermina conoció al “El Indio” Cabello. “¡No lo podía creer! Estaba clarísimo que había dado con el destinatario de mi carta”, exclama Guillermina. “Sin saberlo, yo la había escrito para él”, agrega. Nada de esto le contó cuando se conocieron, pero ese sábado de la carrera, ella fue temprano al bosque.
“Antes de largar, me encontró al lado del escenario y me dijo: ‘Quiero entregarte esto. Fue un momento terrible, me mató…”, se emociona el “Indio”, e intenta seguir un relato entrecortado que se remonta a décadas y dolor: “Habíamos escuchado de gente que enviaba cosas… yo después me enteré que mi vecina, que era muy pobre y tenía un hijo discapacitado, había vendió el anillo de oro de su marido para enviarnos la plata… y nosotros nos cagábamos de hambre allá”.
Guillermina y el “Indio” se abrazaron, lloraron y el soldado tomó la carta, escrita de puño y letra de una niña de nueve años, que aguardó tanto tiempo por él. “No la pude leer en ese momento, era demasiado, la carrera a punto de largarse, yo estaba todo colorado, con la cara empapada. La metí en mi bolsillo y seguí adelante”. La carrera debía continuar. Faltaba mucho aún hasta que el ex soldado Cabello pudiera sentarse a leer su carta.
Corredores de todas las distancias
“Correr en el bosque o en la playa es una experiencia espectacular, combinar el deporte y la naturaleza que nos rodea en Cariló permite disfrutar de nuestro recurso natural de una manera diferente, utilizando todos los sentidos al máximo”, destaca Juan Ibarguren, el secretario de turismo de Pinamar que fue uno más entre todos los corredores. Tal es así que logró subir al podio en los 8 km y compartir los primeros tres lugares de la categoría 35-39 años con el ganador de la general. El “Indio” cuenta que no sólo fue acompañado por la municipalidad de Pinamar, incluso con su secretario de Turismo corriendo, sino también que en la organización de la carrera encontró un amigo en Miguel Anzel, el presidente de la Sociedad de Fomento de Cariló. “Le puso el hombro a la carrera”, afirma Cabello: “Y eso es algo que no puedo olvidar”.
También Virginia Elizalde quiso estar aunque sea en los 3 km de padres e hijos que se celebraron. “Preferí no arriesgarme porque a la semana subíamos al volcán Lanín, por una causa benéfica para Puentes de Luz”, explicó la ex modelo y campeona de surf: “Pero quería acompañar al Indio”.
La última gran historia antes del final
Bárbara Rod empezó a correr a los 31 años y se dedicó a ganarle al reloj. Se entrenó todos los días y se sumergió en el atletismo federado, buscando en esas pistas ovaladas de 400 metros correr cada vez más rápido. El 7 de enero del 2020 festejaba los 40 años y el mejor estado de forma de su vida, acaba de lograr su récord en los 1.500 metros y pronosticaba una gran temporada. “En marzo del 2020 me diagnostican un tumor en el ovario izquierdo adherido al riñón”, relata Bárbara. Madre de cinco hijos, “el mayor tiene 24, vino hoy conmigo”, agrega con la voz entrecortada. Recién la operaron en abril del 2021, “es que no tengo obra social y todo se demoró mucho”, aclara. Le extrajeron un tumor de 8 centímetros de diámetro.
“Cuando hablo me emociono porque correr es importante para un corredor, pero a veces no valoramos estar vivos”, explica la atleta que corrió casi una década detrás del reloj. “Somos un contexto más allá de la marca… poder sentir el cuerpo. Tuve que llorar mucho para entenderlo”.
“Recién hace tres años empecé a aceptar de dónde vengo… de una familia con abuso y maltrato”, sentada al costado del escenario mira el suelo. Bárbara es la entrenadora del Team que lleva su nombre, a lo lejos están festejando un podio en la categoría de uno de los 15 alumnos que también participaron. Bárbara ahora recuerda su carrera, ella también corrió los 15 km. Después de la operación, la pandemia y su nueva forma de entenderse no volvió más a la pista, empezó a largar competencias que la sumergieran en la naturaleza. Así la vivió: “El bosque fue duro pero me tomé dos segundos para frenar y contemplar la inmensidad, arriba del médano alto disfruté el viento del mar y sentí lo chiquitos que somos”.
La lectura de la carta
“La carta la pude abrir recién en la Plata [donde vive], no la pude leer en la carrera”, reconoce Cabello. En el medio terminó todo el evento de la carrera, su esposa se fue por un mes de viaje a visitar a sus dos hijos en el exterior, y el quedó solo en la casa, con la carta.
“La tuve en la mesita de luz y recién la abrí el viernes cuando se fue mi mujer. Quería tomarme el tiempo para leerla tranquilo”, explica el “Indio”: “Me remontó a lo que me contó mi mamá, que era docente, y cómo ella le ayudaba con las cartas que enviaban a la isla a sus alumnos. Me imaginé una nena de 9 años… no tomo conciencia de que ya pasaron 40 años”.
Solo en su casa, el ex soldado Adrián Cabello abrió la carta y leyó:
“Querido soldado: te deseo mucha suerte en las Malvinas Argentinas, cuídate mucho que quiero conocerte y abrazarte para agradecerte todo lo que haces por la Argentina y todos nosotros. ¡Viva la Patria!!
Besos y mucha suerte Dios los bendiga a todos.”
Luego de leerla confesó: “Nunca nadie se me había acercado así… Yo no hice mucho por juntarme con excombatientes, por mi estilo de vida le di para adelante y armamos una familia hermosa… hoy siento que soy un privilegiado, porque pude sobrellevar los recuerdos”.
Llegando al final del recorrido, no sería justo olvidarse de la ganadora de los 8 km, Marianela Melia que fue la única en bajar de 45 minutos para completar el circuito. Sólo faltaría nombrar al ganador de los 8 kilómetros pero no se da bien la primera persona en las notas, y aunque corrí para contarle a usted lector como se siente el mágico bosque de Cariló, no hay duda de que mi triunfo es anecdótico entre las historias que recorrieron estas líneas.
Los “médanos verdes” fueron cruzados por la Carrera del Bosque Asics al igual que la vida atravesó a sus participantes. Los mismos pinos que en marzo ardieron ante un incendio descontrolado, ahora reverdecen con la potencia de la primavera. Incluso Pinamar volverá a sentir la energía de los corredores la noche del sábado 22 de enero se atraviese el bosque en la Night Race. Y como quiso decir el “Indio” y no pudo: “Lo tenía pensado para antes de la largada, pero me cayó la carta y me dejó sin palabras… Mi mensaje para la gente era que, después de todo lo que habíamos pasado, de estos dos años de encierros, estar corriendo en el bosque era sentir que habíamos vencido a la muerte”.
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