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Elian Larregina, el chico de Suipacha que sorprendió en París 2024 con un logro que la Argentina esperó 88 años
Se clasificó para las semifinales de los 400 metros; de aquel pasaje a Kenia a un look inusual para los corredores en pista
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Suipacha es una ciudad de unos 10.000 habitantes del interior de la provincia de Buenos Aires. Allí, un día de 2016, le pidieron a su intendente dos pasajes en avión a Mendoza. Un chico que recién empezaba a correr quería tratar de clasificarse al Mundial de atletismo sub 18 en Kenia. Ya había intentado clasificarse a los Torneos Bonaerenses, pero no había podido. Inesperadamente, consiguió los pasajes, y más aún, la clasificación al Mundial. Ese chico era Elian Larregina, que ahora está en los Juegos Olímpicos Paris 2024, logrando algo que solo vivió el atletismo argentino hace casi un siglo: alcanzó una semifinal olímpica en la pista del Stade de France, la que disputará este martes, desde las 14.35. Una historia que empezó hace apenas ocho años, cuando Usain Bolt estaba deslumbrando en Río 2016 y Elian no quería salir de la casa.
“¿Por qué no lo llevás a que se entrene un poco con vos? Desde que dejó el fútbol se la pasa más adentro que afuera”, le dijo Verónica, la mamá de Elian, a Juan Crisimanti, el entrenador de atletismo de Suipacha. Juan, que lo tenía como alumno en educación física en la escuela, en la siguiente clase le dijo: “Elian, ahí te anoté en los Torneos Bonaerenes, otra vez. Pero ahora vamos a tener que entrenar todos los sábados, y también algún día en la semana”. Así fue como Elian Larregina empezó de lleno en el atletismo y, ahora sí, se clasificó y hasta ganó una medalla de bronce, pero en salto triple.
“Elian era un talento innato. Primero hicimos otras pruebas para que desarrolle la velocidad, y luego ya nos dedicamos de lleno a los 400 metros”, cuenta Juan Crisimanti desde Suipacha. Cuando le pidieron los pasajes al intendente fue porque Elian había visto que estaba ese Mundial en Kenia, y que en Mendoza se hacía el último clasificatorio nacional. La marca mínima era de 49s25. Así que Crisimanti decidió probarlo en la pista de pasto de Suipacha. “Hizo como 51 segundos, estábamos muy lejos”, recuerda Juan. Pero fueron, y Elian corrió en Mendoza ¡en 49,24 segundos! Así se ganó el pasaje a Kenia por una centésima.
“Yo vi la carrera del Mundial en vivo por la tele, era el chico que se cayó antes de la llegada”, recuerda Leonardo Malgor, entrenador referente del atletismo de fondo. “Estaba viendo el Mundial en Nairobi y dije, ¿quién es este? Un fenómeno, iba primero en un Mundial!”. En esa prueba, Elian calculó mal el esfuerzo y se desmoronó a un metro de la llegada… pero ya había mostrado el talento y la entrega.
“Javier Morillas [el actual entrenador de Elian] lo ha pulido un montón, pero aún puede mejorar mucho fuera de la pista”, se explaya Leo. “Ajustar esas pequeñas diferencias que separan a los muy buenos de los mejores. Ojalá en semifinales pueda demostrar la calidad que trae desde la cuna”, cuenta Malgor desde Mar del Plata. Y se suma Morillas desde Paris para LA NACION: “Va a estar entre los 24 mejores del mundo, ni más ni menos, ahí todo es posible”.
¿Cómo llegó a ese lugar? Primero, un poco de contexto. En los Juego Olímpicos de Berlín 1936 (sí, esos en los que, dicen, Adolf Hitler no quiso premiar al ganador de los 100 metros por ser negro), el argentino Juan Carlos Anderson lograba pasar a una semifinal de los 400 metros. Desde hace 88 años hasta ahora, nadie más lo había logrado.
Elian corrió su serie clasificatoria de 400 y llegó último, lejos del penúltimo, casi caminando. Parecía que todo se acababa. Pero en estos Juegos de Paris se presentó una nueva modalidad en el reglamento: el repechaje. Todas las carreras individuales entre los 200 m y los 1.500 m (incluidas las pruebas de vallas) tendrán una ronda de repechaje. A esa instancia accedió Elian. Y allí apareció otro Elian.
“A diferencia de la serie, donde estaba nervioso, tenso, en el repechaje lo vi más relajado, tranquilo”, cuenta Yair, su hermano. Allá en Suipacha, “nos juntamos los atletas y lo vemos por YouTube”. Y para su gente en Suipacha, y para todo el estadio francés.
Todo seguían por la pantalla a ese chico de gorrita negra con la visera hacia atrás. Algunos hasta se preguntaban, ¿se puede usar una gorra en las carreras de velocidad? Diego Dadin, juez internacional de atletismo en Mundiales y Juegos Panamericanos, explica: “Por reglamento no está prohibido. En esencia es como usar una vincha o peluca. Si se le cae la gorra, no pasa nada. Ahora, si se le cae y genera algún perjuicio a otro atleta, puede suceder algún reclamo”. Y agrega de inmediato: “Aunque nunca vi que ocurriera”. De hecho, otra argentina, Belen Casetta, hace tiempo compite con gorra, pero con la visera para delante. Y hasta la gran Shelly-Ann Fraser-Pryce corre con peluca, lo cual no le impidió ganar, en 100 y 200 metros, 8 medallas olímpicas.
Elian lo empezó a usar para cubrir su alopecia, pero una vez solucionada la caída del cabello, le quedó como una marca personal. Así que allí estaban él y su gorra en el repechaje, donde se lució con 45,36 segundos, uno de sus mejores registros, y el acceso a la semifinal. “Su actuación fue superlativa, creo que fue muy astuto en analizar la serie, cuando vio que no tenía posibilidades, se dejó y reservó fuerzas para el repechaje. Fue un gran acierto”, analiza desde San Martín de los Andes, Javier Carriqueo, que algo sabe de pista, ya que estuvo en los Juegos de Beijing 2008 en 1.500 metros, y en Londres 2012 en 5.000 m. “Javier ha hecho un gran trabajo con Larregina y con la velocidad en general, por ejemplo con Franco Florio. Creo que Elian fue entendiendo cómo crecer como profesional”.
El chico de Suipacha ya ha estado en Sudamericanos, Iberoamericanos, Mundiales, pero ahora Larregina se encuentra ante la mayor prueba de su vida. Será parte de una semifinal olímpica con los mejores 24 atletas del mundo. “A Elian suele costarle las primeras carreras de cada torneo”, cuenta Javier Morillas, “pero una vez que toma ritmo es muy competitivo, y cuando está confiado, como ahora, todo es posible”.
“Tiene su personalidad fuerte, cuando se planta en algo no lo movés”, agrega Verónica, su mamá. “Si bien yo le digo que es cómo Roberto Carlos, porque tiene un millón de amigos y es un chico de barrio muy querible, también es muy competitivo con él mismo; no le gusta perder a nada, no se lo permite”. Y admite que cuando le dijo al entrenador a que lo lleve a correr un poco así salía de la casa: “No imaginé que iba a llegar a un Juego Olímpico. Pero ahora estamos todos viéndolo en la tele, y obvio, cada vez que lo veo me emociono”.
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