SAN MARTÍN DE LOS ANDES.– Miles de corredores de 40 países a través de la cordillera durante 100 kilómetros y tres días, una movilización que unió deporte, naturaleza y descubrimiento en un rincón soñado de la Argentina.
Hace poco más de dos siglos, José Francisco de San Martín y Matorras, el prócer argentino que le da nombre a más plazas, calles y monumentos, cruzó la cordillera de los Andes con 4000 soldados y 1200 milicianos. Hace un par de semanas sucedió algo similar pero con corredores a pie. Una carrera con 18 años de historia, llamada El Cruce Columbia, logró que casi 3000 participantes recorran 100 kilómetros a lo largo de tres días. Y para ello más de 1000 personas fueron parte de la organización. Dicen que es el evento con mayor logística del mundo. Lo cierto es que asistir a varios miles en el medio de las montañas de los Andes durante tres días, con comida, vivienda, recorridos, movilidad, todo eso documentado en 100.000 fotos y horas y horas de video, es una empresa de alta complejidad. Conectar a atletas de 40 países con la cordillera más larga del planeta, en una competencia donde correr y maravillarse son sinónimos.
"Es mi primera vez en la Argentina, la verdad no conozco mucho del país excepto a los famosos jugadores de futbol", reconoce Robert Sandig. Nació en Sydney pero vive en Los Ángeles. Ha corrido en Tokio y ahora en el otro extremo del globo. No viajó para ver un superclásico en la Bombonera, sino para "sólo correr y disfrutar de la Patagonia". El circuito transcurre por senderos tan estrechos, lugares tan poco pisados por el hombre, que es imposible largar a miles a "sólo correr por la Patagonia". Por eso se larga en grupos de tres días diferentes. La primera tanda, con los participantes más veloces, partieron el miércoles a la mañana, bien temprano, pero para que puedan "sólo correr" se necesita una enorme logística detrás. El martes por la tarde cada uno entregó un gran bolso donde van todas sus pertenencias para tres días de carrera. Ropa, bolsa de dormir, quizás un colchón inflable: del resto (carpa, comida, medicamentos), se encarga la organización. Ahora sí, el miércoles cuando el sol empezó a pintar la bellísima San Martín de los Andes, los corredores se subieron a un colectivo que los llevó a la partida con una pequeña mochila y dentro, lo único que es obligatorio para correr: una campera, una manta de supervivencia y una diminuta carpa de abrigo. En la montaña todo puede pasar.
Luego de un viaje de dos horas se llegó a Tromen, en la base del volcán Lanín. Allí está la tanda más rápida, pero también quienes correrán en dupla, ellos deben hacer todo el circuito junto a su compañero. De hecho, El Cruce Columbia nació hace casi dos décadas como una carrera que únicamente podía correrse en dupla y hace unos pocos años sumó la opción en individual. Con pocos segundos de diferencia empezaron a largar los corredores en grupo de a cuatro, para no amontonarse. La cuestión es que dentro de las duplas está Joachim Fentz, un dinamarqués que vive en Alemania y decidió cruzar el charco para correr junto a su novia. "Mi vecino es argentino y me habló mucho de su país. Espero con ansias la atmósfera de los campamentos", cuenta Joachim. Es que la primera etapa se corre a los pies del Lanín, se llega a 2248 metros sobre el nivel del mar y se termina luego de 33 kilómetros en el primer campamento sobre la costa del lago Huechulafquen.
Travesía en marcha, con sus particularidades
Es ahí donde un pequeño pueblo se crea de la nada. En un rincón perdido entre el lago y las montañas está todo montado para recibir a 1000 corredores que luego de tres a siete horas de carrera solamente buscan reponerse. Ni bien cruzan la meta tienen no sólo toda la hidratación y frutas a disposición, sino también un buen choripán para el que lo desee. Un gusto que se pueden dar luego de miles de calorías quemadas. Luego de recuperar el aliento se encuentran con su bolso, se les asigna una de las 650 carpas que ya están armadas y organizadas y almuerzan lo que gusten: carne o pastas están a punto durante todo el día. "En total cocinamos cuatro toneladas de carne", cuenta el jefe de parrilleros; curiosamente el Ejército de los Andes llevó la misma cantidad de valdiviano (plato sobre la base de carne seca [charqui] machacado, grasa, rodajas de cebolla cruda y agua hirviendo). Luego de reponerse, comer, sumergirse en el lago para que el agua fría recupere los músculos, quizá dormir una siesta, ya es el momento de disfrutar "la atmósfera de los campamentos".
Los corredores comparten las vivencias de toda la mañana, para algunos casi todo el día. Corrieron por valles, ríos, nieve, piedras, senderos de animales, laderas vírgenes, filos de montaña, arroyos cristalinos, bosques idílicos. Mientras meriendan con todo a disposición, recuerdan lo que pasó, avisan a sus familias que "terminaron bien" gracias al wifi que montó la organización en plena cordillera y planifican la segunda etapa. El sol se va poniendo sobre el lago, ya la mayoría está cenando y desde la enorme pantalla de led anuncian que están por proyectar el video que se filmó durante todo el día para revivir lo que sucedió horas atrás. La noche y las montañas crean un marco único para ese improvisado cine, con miles de espectadores, bajo el profundo cielo patagónico.
Al otro día, el campamento se despierta junto con el sol y una banda del ejército iza la bandera argentina al ritmo del clarín. Ahora los corredores salen en tandas de a dos ordenados por sus tiempos del primer día, transitarán otros 30 kilómetros rumbo al campamento 2. Mientras esto sucede, otros miles largan lo que será su primer día de competencia desde la base del Lanín rumbo al campamento 1. Por sus cabezas suele pasar el helicóptero de la organización que recorre constantemente el circuito controlando la seguridad. El segundo trayecto es más empinado y trabado que el primero, al igual que en el anterior, en el medio de la nada surgen lo que llaman "oasis", puestos donde se encuentra de todo para comer y beber. Los atletas de punta casi los pasan por alto peleando cada segundo, los que van a disfrutar el paisaje aprovechan para recuperar todo lo gastado. Al final el circuito bordea el lago Huechulafquen, sobre arena, canto rodado y arroyos para llegar el segundo campamento. Más cansados y más deslumbrados por el paisaje.
El tercer día: más belleza
El tercer día se amanece más temprano, porque del segundo campamento se sale en colectivo para buscar una partida cerca de San Martín de los Andes. La largada se da en una cancha de polo y un globo aerostático de la organización corona el inicio de la última prueba. Monicka HanssenTeele es noruega, pero vive en Nueva York y está enamorada de la carrera, la hizo el año pasado (que se desarrolló en Pucón, Chile) y está fascinada con el clima que tocó este año. Es que el sol brilló de principio a fin de la prueba. En la etapa final son 14 kilómetros de ascenso ininterrumpido para llegar a un lago de altura rodeado de nieve y luego descender otros 19 kilómetros para dar el último paso frente a la plaza principal de San Martín de los Andes, donde los esperan unos masajes gentileza de una empresa auspiciante. Allí José Francisco le da nombre no sólo a la ciudad, sino también a la calle principal, a la plaza y se monta sobre su caballo para señalar a la cordillera.
Por ella vienen bajando los corredores, son los primeros de la primera camada. Hay hasta una tercera camada que larga el viernes y termina el domingo. Las montañas están llenas de amantes de correr por la naturaleza. Sergio Pereyra vive en Junín de los Andes y este es el patio de su casa. Así gana la carrera, contra los mejores de la región, contra el peruano Remigio Huaman que ganó la edición 2018, cruza el arco luego de tres días y 8h12m de carrera y lleva en una mano la bandera argentina y en el otro brazo a su hija Sofía de 2 años y un mes. Será el primero en llegar, pero uno de los últimos en irse, luego de jugar toda la tarde con Sofía en la plaza y comer el helado que le había prometido.
"Creo que hay cosas mucho más importantes en el planeta que correr", cuenta Holly Page, la británica que ganó entre las damas. Y agrega: "Para mí es un hobby y un lujo, porque me permite viajar por el mundo, conocer gente, charlar con ellos, entender cómo piensan, aprender". Hace unos años Holly no corría y pasaba por San Martín de los Andes haciendo dedo mientras viajaba por toda Sudamérica.
Algunos fueron muy rápido para llegar primero y reencontrarse con su hija. Otros vinieron a descubrir la Argentina y volverse llenos de fotos y paisajes. Hubo parejas que compartieron cada pisada sobre la cordillera y cada noche dentro de la carpa. Dicen que es el evento con mayor logística del mundo. Lo que está claro es que El Cruce Columbia, con toda la tecnología a disposición, movilizó la misma cantidad de personas y bártulos que nuestro mayor prócer con 10.000 mulas y una úlcera de estómago. Y les permitió a miles de corredores afirmar que ellos también cruzaron los Andes.
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