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Carlos Layoy: la historia del rey del salto en alto correntino que se ilusiona con ser olímpico en París
Se lesionó, le sacaron la beca, subió 8 kilos y decidió retirarse, pero sigue arrasando; tiene el récord de títulos de campeón nacional seguidos en una especialidad atlética: 14
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Campeonato argentino de salto en alto. En el segundo escalón está Santi Barbería, que tiene 20 años y practica atletismo desde los 8. “Capaz que empecé antes. Hace tanto que ni me acuerdo”. A Santi le parecen una eternidad esos 12 años saltando. Puede que lo sean. En el lugar más alto está Carlos Layoy, que repite una costumbre que empezó incluso antes de que Santi conociera el atletismo. Cuando Santiago tenía 6 años e ingresaba al colegio Fray Luis Bolaños, en su natal Baradero, Carlos ganaba su primer campeonato argentino de salto en alto. Desde entonces Santi conoció el atletismo, pasó por muchas de sus especialidades, eligió el salto en alto, terminó el primario y el secundario, y llegó a alcanzar la medalla plateada, este año, en el Nacional. Mientras tanto Carlos ganaba todos los años el campeonato argentino. ¿Qué hizo para lograr tanto? Sus rivales intentan descubrir el secreto del argentino que en más temporadas consecutivas se impuso en una especialidad atlética. Catorce campeonatos lleva conquistados Layoy, y sigue contando, rumbo a París 2024.
“Es el mejor desde hace mucho”, asegura Barbería. “Hizo muy bien las cosas, se las toma muy en serio. Y yo puedo decir que competí con él”. Lo destaca porque sostiene que enfrentarse con Layoy y su trayectoria lleva a subir un nivel. En cierta forma, no hay nada que perder. “La mayoría de los saltadores intenta dar su mejor versión contra Carlos, competir contra su nivel. Aunque no le ganemos, eso puede llevar a conseguir la mejor marca personal”. Pero Carlos, que hoy ya está en los 33 años de edad, también fue adolescente y dio sus primeros saltos. Así lo veían de muchachito.
“Carlitos era un chico flaco y alto al que le gustaba jugar la fútbol, pero también al voley, y vimos que saltaba muy bien”, recuerda Matías Salinas, vecino de Paso de los Libres y un par de años más grande que Layoy. Y lo invitaron a saltar. “A probar, más que nada, porque acá, en Corrientes, muchos saltadores no había. Sacábamos y metíamos las colchonetas [para amortiguar la caída] juntos. Era una ayuda, porque hacerlo solo es complicado”, ríe Matías. Con el tiempo Salinas dejó, pero siguió viendo el crecimiento y la disciplina de su otrora compañero. Ahora sonríe: “La invitación a Carlitos salió bien”.
Con sus primeros saltos Layoy consiguió algo que lo sorprendió: viajar desde Paso de los Libres hasta la capital de correntina. Trescientos sesenta kilómetros, que para los 13 años de Carlitos eran como cruzar el país. Regresó siendo campeón provincial y con un pasaje al Nacional de La Rioja. Un destino mucho más lejano que lo que había viajado en su vida. Para ese certamen su profesor, Ángel Adrián Márquez, le compró unas zapatillas más aptas para saltar. No se sabe si fue la suela o la motivación del regalo; la cuestión es que Carlitos dijo “gracias” ganando el Campeonato Nacional Sub 14. Ahora expresa para LA NACION que no recuerda nada de su primer campeonato como mayor, el primero de esta serie de catorce, pero que a ése que ganó siendo sub 14 no lo olvida más, en parte porque cortó un largo tiempo de ausencia de campeones correntinos. Y así se sintió, con 13 años: “Llegué a Corrientes y era como Maradona”.
“Me dieron un beca que para mí era mucha plata. Mi padres están separados, mi mamá nos crio sola a tres hijos y con toda plata que entraba yo quería ayudar en casa”, continúa Carlos. Su mamá, Miriam Morel, ejercía de maestra de primario por la mañana y de perceptora a la tarde. Pero antes de hacer eso practicaba salto en largo y velocidad, y llegó a ser parte del seleccionado correntino de cestobol. Algo le transmitió a Carlos.
El nene siguió creciendo. A los 15 años ya saltaba 1,95 metros de altura. Es decir, por arriba del más alto de sus compañeros de escuela. Con eso ganó los Torneos Evita y, dando un año de ventaja, el Nacional Sub 16. Saltaba tan alto que lo vieron desde Buenos Aires, más específicamente, desde el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard). Carlos tuvo que decirle a su mamá que había un tema del que debían hablar.
“Llegué un día a casa y Carlos estaba tirado en el sofá. Ni bien entré me dijo «me llamaron para ir»”, reseña con detalle Miriam. “Yo sabía que querían convocarlo pero pensé que iban a esperar un poco más, si Carlitos tenía 15 años”, añade. Se sentaron y charlaron sobre la posibilidad de que el adolescente dejara su casa y se mudara a una ciudad cien veces más grande a 700 kilómetros. Los dos sabían que se verían, con suerte, para las fiestas. Miriam quedaría con sus dos hijos menores, Horacio, de tenía 14 años, y Franco, de 8. Hoy dice: “Lloramos mucho, pero apoyé su decisión, porque era lo que él quería”.
Ya alojado y entrenándose en el Cenard, el muchacho descubrió un mundo dedicado al atletismo. Ahí las colchonetas eran tan grandes que no se podía meterlas al galpón y sacarlas cada día; lo que se hacía era mover el galpón completo. Incluso tienen como un techo corredizo de chapa para protegerlas de la intemperie cuando no se las usa. “Allá, en Paso, era saltar y tratar de apuntar la caída en la colchoneta”, ríe Carlos, “porque eran minis”.
Acá tenía mucha colchoneta para caer, todo el tiempo para entrenarse y la dirección de Javier Morillas para mejorar. No tuvo a los familiares para festejar el cumpleaños de 16, pero el atletismo de alto nivel fue lo que Layoy eligió. Y no fue una mala decisión en cuanto a resultados: al siguiente año el correntino salió campeón juvenil sudamericano. “A ese torneo entré último en la lista, cuando ya estaban a punto de cerrar el viaje”, menciona. Viajó sin su entrenador, pero en el lugar le asignaron como acompañante a alguien de amplia trayectoria, Marcelo Pugliese. Tres veces olímpico, éste es un referente en el atletismo argentino, aunque en lanzamiento de disco... Carlos aún hoy retiene sus palabras previas a la competencia. Cuando el chico recién salido de Paso de los Libres le manifestó que estaba algo nervioso, Marcelo lo miró a los ojos, abrió su corazón y le dijo: “Querido, si tenés miedo, vení a sentarte afuera conmigo”.
* * *
“Charly es muy fuerte de cabeza, de los pocos que pueden dar su mejor versión en competencia. Y siempre quería ganarme”, señala Santiago Guerci, el mayor rival de Layoy en la Argentina y poseedor de una marca de 2,23 metros, dos centímetros inferior a la del récord nacional. Guerci era el hombre por vencer cuando Layoy empezó a competir entre mayores. Ocho años más grande que el correntino, tiene un recuerdo claro de cómo llegó su adversario a los torneos: “Él venía a matarme... Era una batalla campal”.
Santiago sonríe y matiza la afirmación: “Estaba bueno, porque Charly me hacía mantenerme también en un buen nivel, por tener a alguien que me pisara los talones. Nos peleábamos en la cancha, pero afuera éramos y somos muy amigos”.
En el 2011 Carlos logró por primera vez campeonato nacional y empezó la seguidilla que sostiene hasta hoy. Parece lineal la historia: empezó a ganar y continúa ganando. Pero en el medio pasó de todo. Es difícil entender cómo consiguió ganar con tantos momentos duros. Se lesionó, le quitaron la beca, subió casi diez kilos, abandonó el deporte, pasó un mes durmiendo en una colchoneta en el piso... Así y todo, cada año revalidó su título.
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El 2015 fue un año muy duro para Layoy: se lesionó el tobillo izquierdo (con el que toma el impulso final para saltar), compitió infiltrado en el Campeonato Sudamericano que se realizó en Perú y sacó un resultado malísimo. Se fue directamente a Paso de los Libres, con la idea de que ya había habido lo suficiente de atletismo para él. No era poco, por cierto: llevaba casi una década viviendo en el Cenard y había logrado seis medallas internacionales entre diversas categorías por edad (incluida la de mayores). Quizás eso era todo.
Un mes en su casa le enfrió la cabeza y le hizo ver que podía, pero que debía hacer un cambio. Cambió de entrenador: sumó a Federico Márquez. Cambió el físico, bajó 8 kilos. Cambió de lugar: se fue con Márquez a San Pablo a hacer un mes de entrenamiento. Consiguió que le hicieran lugar en un departamento, aunque no tenían ninguna cama. Pero con tanto tiempo saltando sobre colchonetas, bien podría dormir sobre una... Las ganas estaban, la práctica mejoraba, pero sus últimas presentaciones habían sido muy flojas y en el atletismo los deportistas son sus marcas. Layoy volvió a la Argentina y se enteró de que se había quedado sin la beca.
La conquista número 13 en campeonatos nacionales
“Salí a la calle y me dije: «ni siquiera me recibí de algo. Estuve acá haciendo nada más que saltar. ¿Qué hago ahora? No voy a pedirle plata a mi mamá...»”, se preguntaba. Mientras, se presentaba a entrevistas de trabajo para empresas de seguridad y pidió una reunión para ver la posibilidad de recuperar la beca. Lo hicieron pasan a una oficina del Cenard para ver su caso, le pidieron que tomara asiento, le preguntaron quién era. Carlos miró la pared de detrás del administrativo que lo interrogaba. Había un cuadro con una foto de un atleta que volaba arriba de una varilla a 2,18 metros de altura. Esa foto había sido tomada en Guadalajara, México. Carlos lo sabía. Porque el de la foto era él.
Le informaron que una manera de recuperar la beca era obtener un tercer puesto en el campeonato sudamericano. El problema era que ya había tenido lugar y que él había quedado cuarto. La otra era saltar 2,20 metros. Algo que no lograba desde hacía tres años. Quedaba un último torneo importante en esa temporada, y se lo realizaría en Taiwán.
Layoy consiguió inscribirse, cruzó medio planeta, llegó a la pequeña isla asiática, saltó 2,20 metros, recobró la beca y volvió a sentirse un atleta, con algo por lo cual valía la pena luchar.
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“Carlos es un competidor nato”, lo describe Fernando Korniejczuk, su actual entrenador. “Un luchador, un cabezadura, un atleta que va a buscar lo que desea. El triunfo, la medalla, la marca, lo que sea”, profundiza. Así Layoy logró el récord argentino, que fijó en 2,25 metros en 1988 Fernando Pastoriza. Lo igualó en el 2002 Ramón Jara y Carlos llegó a pasar esa altura en el 2018. Ese año estuvo muy cerca de superar 2,27: todo su cuerpo pasó la vara excepto el talón final, que tocó el listón y lo tiró. Volvió a pasarle en el siguiente salto. Sería su talón de Aquiles.
“Creo que nunca pude competir de igual a igual con él”, reconoce Tomás Ferrari, compañero de selección. “Pero de todas formas él siempre estuvo apoyándome, en todas las competencias”, rescata. Si alguien estuvo a punto de cortar esa seguidilla de 14, cuando era de nueve conquistas, ése fue Tomás. Layoy quedó a un salto de perder contra él. Pero al final el correntino superó la vara y sumó otro nacional.
Existe un anhelo más allá de los nacionales: ser atleta olímpico. El 30 de junio se cerrará la clasificación y 32 saltadores podrán estar en París. Hoy Carlos está en el puesto 42, pero un buen torneo puede hacer diferencia en el ranking. “La clave de Carlos es la perseverancia”, explica Korniejczuk. Y especifica: “La fuerza de voluntad. La tenacidad de seguir luchando. El convencimiento de saber a dónde va, de saber lo que quiere a pesar de los miles de obstáculos que puede tener un deportista. Se cae y se levanta. Trabajo, tenacidad, convencimiento, coraje: todo eso ha sido clave para mantenerse tantos años en el máximo nivel”.
"Catorce años en campeonatos... No tomo dimensión de que fueron tantos. Soy un enfermo del entrenamiento, muy estructurado. No falto un día a entrenarme; siempre quiero ser un poco mejor. Creo que estoy en mi mejor momento físico; no estoy regalando nada"
Carlos Layoy, saltador en alto
Esa tenacidad lo hizo convertirse en el argentino que más años sucesivos se impuso en una especialidad atlética, superando los 12 campeonatos de Juan Ignacio Cerra en lanzamiento de martillo y los 12 en lanzamiento de disco de... Marcelo Pugliese, su consejero en su primer torneo internacional. Por suerte, aquella vez Carlos no tuvo miedo y no se sentó afuera.
También Miriam, su mamá, se sorprende con ese chico que se fue de su casa a los 15 años. Nunca imaginó que llegaría tan alto, mucho más que 2,25 metros: “Jamás imaginé que le iba a ir así con el salto, si cuando empezó a saltar era un desastre...”.
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