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Carl Lewis, en los Juegos Panamericanos: “Es un poco embarazoso ir a las competencias y ver que mi nombre siga estando ahí”
El Hijo del Viento es uno de los invitados de honor en Santiago 2023
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SANTIAGO DE CHILE.- El Hijo del Viento anda radiante, vivaz, con la chispa de siempre. Mueve las manos, recuerda anécdotas y repasa el atletismo de los ‘80 y ‘90, pero no queda anquilosado en sus proezas y gloriosos récords: Carl Lewis, el dueño de nueve oros olímpicos, ocho medallas doradas en mundiales, el primer hombre en bajar de los 9s90 en los 100 metros llanos y récord de salto en largo bajo techo (8m79, 1984), desea que los jóvenes atletas lo superen y hasta los reta: quiere que no sean remolones en busca de su superación. Siente que ya es hora de que su nombre sea tachado de los grandes tableros.
Lleva sus 62 años de edad en forma impecable y es la visita más ilustre de los Juegos Panamericanos Santiago 2023. Se pasea simpático por los alrededores del Estadio Nacional con esa aura tan especial; quizás sea el mejor atleta de todos los tiempos. Lo miran, le piden autógrafos, lo adoran. Su palmarés es incontrastable: ganó oros olímpicos en los 100 y 200 metros llanos, en el relevo 4x100 y en salto en largo. Un ex multiatleta que también tiene una alianza de fuego con los Panamericanos: su madre, Evelyn Lawler, participó en la primera cita en Buenos Aires 1951 y culminó sexta en los 80 metros con vallas. Y él, la leyenda del atletismo nacida en Birmingham, Alabama, debutó por primera vez fuera de su país en la realización de San Juan de Puerto Rico, en 1979.
“Los Panamericanos fueron mi primera competición internacional, allá en Puerto Rico. Y… ¿Quién hubiera pensado que tendría la trayectoria que vendría después? En ese momento me parecía increíble formar parte del equipo de los Estados Unidos, cuando poco antes veía a todas las figuras por TV. Entonces tenía 17 años y la experiencia no pudo haber sido mejor, porque incluso mi familia me fue a ver. Por eso amo a los Panamericanos, porque me llevaron a ciudades a las que nunca había estado antes”.
-¿Qué le interesa observar en Santiago 2023?
-Tengo muchas ganas de pasar toda esta semana viendo atletas, mirando diferentes deportes. Pero al mismo tiempo, siguiendo la actuación de países que no he visto antes. Y por lo que me estuve fijando por televisión, Chile es finalista en todo. Sinceramente es muy lindo ver a los jóvenes y cómo sus sueños se hacen realidad. De esa manera, podemos saber cómo será el futuro del atletismo. Es emocionante ser parte de eso.
-¿Por qué los actuales saltadores están tan lejos en largo de batir las marcas que usted supo conseguir junto con Mike Powell, poseedor del récord mundial desde 1991 (8m95)?
-La primera razón es porque el salto en largo es muy, muy, muy difícil. Es probablemente la prueba más difícil del atletismo, porque tienes que hacer un salto muy lejos y no estás genéticamente predispuesto para hacerlo. Debe aparecer gente que diga que ganar el torneo olímpico no es suficiente. O que ser campeón mundial no es suficiente. Plantarse y decir: “¡Quiero tratar de hacer historia!”.
-¿Qué otra razón hay?
-El récord en salto en largo que logró Bob Beamon en los Juegos Olímpicos de México ‘68 (8m90) cambió todos los deportes. Hasta el día de hoy en el universo deportivo, algo sigue siendo ‘beamonesco’ cuando es sobresaliente, excepcional. Entonces, cuando se produce un punto de quiebre en un deporte y ése es tu evento, resulta extremadamente complicado romperlo. Por eso sostengo: debe aparecer alguien que piense: “Si salto más allá de Mike Powell o incluso me acerco al récord mundial, voy a terminar llevándomelo automáticamente”. Es asumir un desafío muy complicado de cumplir.
-¿Cómo fue su experiencia en la evolución del salto en largo?
-Mi mejor marca personal se detuvo en Indianápolis 1982 y luego lo hice de nuevo en Tokio 1991. Esto lleva mucho tiempo, es muy complicado. Y ahora los chicos no quieren dedicarles el tiempo y la energía necesarios. Y especialmente aquellos que tienen el talento suficiente para hacerlo. Se necesitará a alguien que diga: “Quiero saltar más lejos” y luego el atleta lo hará. Pero esa persona deberá ser consciente de lo complicado que es conseguirlo. Saber algo así como: “Me llevará varios años, pero podré hacerlo”. Esto es un tema que me entristece, pero desde 1936 solo hemos tenido cinco poseedores de récords mundiales. El primer récord de salto en largo duró 25 años, el segundo menos de diez y el actual de Mike Powell está durando más de 30. Por eso es que hablo de la dificultad.
-¿Y ahora?
-Uno quiere ver esos buenos rendimientos, que los jóvenes tengan esas carreras que tuvimos en nuestra época. Así que esperemos que éste sea el momento. Estamos hablando de saltar lejos y de lo que nos gusta hacer, porque nosotros somos los poseedores de los récords y las plusmarcas y me encantaría ver a alguien batirlos. Es un poco embarazoso ir a las competencias y ver que mi nombre siga estando ahí. ¡Tengo 62 años! Es como decir: “¿Qué está pasando?”. Esperemos que alguien me esté viendo ahora y me responda: “No me importa lo que digas, yo voy a romper tu récord y ése será mi objetivo”. Seguramente esa será la siguiente persona que lo logre.
-Usted es entrenador en la Universidad de Houston. ¿Cómo es su metodología de trabajo?
-En Houston me veo más como un maestro que como un entrenador, estoy enseñando el sistema que desarrolló mi coach Tom Tellez. Siempre estoy evaluando las carreras con los jóvenes atletas y, en el mismo minuto en que les pasa algo, ya sé lo que sucedió, porque pienso: “Ups, esto me pasó en 1987″, “Ups, esto lo hice en el 92″. Trato de compartir la experiencia de saber exactamente lo que está ocurriendo en ese preciso momento. Entonces me resulta fácil la comunicación, o mismo elogiar si el alumno hace las cosas bien. Y además trato de que se evalúen ellos mismos. Convivo con gente que cursa en la universidad para ganar dinero en un futuro, pero al mismo tiempo deben estar enfocados en sus estudios universitarios y tienen una vida social. Así que todo es un poco más complicado.
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