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Belén Casetta, en Tokio 2020: los “alfajores negados” y una carrera dedicada a su padre y a su abuelo
La marplatense se encamina a cumplir su segunda participación en Juegos Olímpicos, en la prueba de 3000 metros con obstáculos; la historia de una chica hiperactiva
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Cajas y cajas llenas de los más ricos alfajores, esos que se fabrican en Mar del Plata y se regalan al regreso de las vacaciones. Belén tiene 10 años, su casa está repleta de cajas y las mira extasiada. No se aguanta: “¿Puedo comerme uno, uno solo pa?”. Edgardo Casetta le da la respuesta que su hija ya sabe: “no”.
Papá Edgardo no golpeó la puerta de cientos de comercios, fábricas, oficinas pidiendo alfajores para su hija, sino para el comedor que tienen en barrio Belgrano. Allí junto con su padre Ítalo (el abuelo de Belén), le daban de comer a cientos de chicos. Ya con la panza llena, les hacía practicar deportes, los llevaba de campamentos, pasaban juntos no solo el sábado completo sino también navidades y años nuevos. “Papá los sacaba del peligro de la droga que acechaba en el barrio”, cuenta Belén. Ella estaba ahí todos los sábados y comía el alfajor junto con los chicos. “Me encantó compartir mi infancia con ellos”, sonríe nostálgica Belén, “al estar ahí aprendés un montón, a no preocuparte tanto por cuál es el jean más moderno o si se te está quedando viejo el celular”.
Hoy el comedor ya no funciona, Edgardo tampoco está, pero dejó bastante más que envoltorios de alfajores vacíos. “Muchos de esos chicos ya son padres”, relata la hija mayor de los Casetta, “suelen ir a comer a casa con sus hijos. Me encantaría continuar eso que papá hizo”.
Aunque ahora Belén no puede, la vida le ha puesto otros obstáculos enfrente. Literalmente: son 28 vigas de dura madera a 76 cm de altura, ubicados a lo largo de 3000 metros. La niña de Mar del Plata ya es una atleta que lleva una década superando obstáculos. ¿Pero cómo alguien elige una prueba donde se cae siete veces en un foso lleno de agua? Donde se corren esos 3 kilómetros con los pies empapados. Donde (a diferencia de las carreras con vallas), los obstáculos no se caen. Si se equivoca, el que se cae es el atleta, contra el piso o contra la madera, y siempre, contra su orgullo.
Para descifrar la enigmática elección del autoflagelo deportivo, hay que volver a la época de los alfajores. “Yo de chiquita era hiperactiva”, cuenta Belén a un ritmo y con un entusiasmo que hace muy difícil pensar que no lo sigue siendo. “Mis papás me llevaron a muchos deportes, y uno de ellos fue el atletismo”. Así, la niña Casetta empezó a perfeccionarse en los 400 metros vallas, más corto, las vallas no duelen.
Sin embargo, en un torneo donde distintos clubes competían con los resultados de sus atletas, se necesitaban solo cuatro puntos para que el club de Belén ganara el certamen. En la prueba de obstáculos había solo tres chicas y un entrenador propuso la estrategia: “Que largue Casetta que hace vallas, aunque salga última queda cuarta y con esos puntos ganamos”. Ahí fue Belén, la corredora especializada en vallas, ya clasificada en su prueba para el Mundial de menores en Francia. Largó los obstáculos, pero no hizo caso.
“Me dijeron que fuera tranquila, pero a mí me gusta tirar adelante”, recuerda Belén sonriendo como si estuviera haciendo una picardía. Tiró adelante, ganó la carrera, logró una marca que la clasificó a ese mismo mundial francés y fue tan bueno el tiempo que sus entrenadores decidieron que compitiera en obstáculos y no en vallas. En la ciudad francesa de Lille, Belén cruzó la línea entre las diez mejores del mundo.
Esa estrategia para sumar puntos no fue mala idea, hoy Casetta suma cuatro récords nacionales, uno sudamericano y un puñado de medallas internacionales. Aunque hay una que ya no tiene, la de bronce que ganó hace un par de meses en el Campeonato Sudamericano de Guayaquil. “Esa la tiene Santi, se la merecía”, explica Belén “Se expuso ante todos para conseguir los fondos y que los atletas pudieran viajar”. El merecedor fue Santiago Maratea, el influencer que consiguió los fondos para alquilar un avión y llevar a los atletas argentinos que se habían quedado sin viaje por desacuerdos entre el ENARD y la Secretaría de Deportes. Para ser exactos, esa acción a ella no le benefició directamente, ya que por ser una atleta clasificada a Tokio, su viaje nunca peligró, sino que siempre tuvo el pasaje. Si bien la acción solidaria de Santi no la ayudó, valoró el gesto y le dio su medalla. “Nunca antes había regalado una de esas”, reconoce Belén.
Sin embargo, no todas las carreras son de obstáculos. También está cursando las carreras de medicina y abogacía. “Ahora retomé medicina porque se está cursando a distancia y aprovecho en los viajes”, explica la alumna Casetta, que agrega. “Me resulta difícil adaptarme a la forma virtual, extraño la vieja escuela de hacerlo por escrito. Eso de tener poco tiempo para rendir los exámenes me estresa mucho”.
Obstáculos académicos, pero también afrontó un gran obstáculo en su vida. Transcurría 2015 y Edgardo, el que le negaba los alfajores, enfermó. “Papá la sufrió muchísimo”, recuerda Belén y por primera vez su voz suena apagada. “Era darle de comer, cambiarlo, llevarlo al baño”. En el año previo a los Juegos de Río 2016, su padre, cuando nadie creía que Belén tuviera chances reales, armaba sus propios planes. “Belén va a entrar a los Juegos Olímpicos, y yo voy a ir a verla”, le porfiaba a su esposa Silvina. Ella, con la paciencia de todo docente frente a la clase, para no contradecirlo le respondía que no podría acompañarlo, que no la dejarían faltar tantos días a la escuela. “No importa, me voy con Leandro”, retrucaba su esposo, y sumaba a su hijo mayor. Pero a Edgardo el tiempo le corría más rápido que la cita olímpica.
“Olimpiada” se denomina al período entre dos Juegos Olímpicos. Para los deportistas es el tiempo de preparación y búsqueda de la clasificación, su vida se divide en bloques de cuatro años. Con los atletas comenzaba a tomar forma en 2015 el Campeonato Sudamericano. El 8 de junio, Belén tenía que salir de Mar del Plata, pero no quería dejar a su papá tan enfermo. Edgardo le pidió que fuera al dormitorio, ya casi no abría los ojos y su voz era un hilo: “Belén vos tenés que ir, hiciste mucho sacrificio para llegar, y por mí no vas a dejar de correr”. La voz se le quiebra, Belén se acerca aún más para poder escuchar: “Al contrario hija, vas a ir a correr por mí, porque yo voy a estar bien”.
Cuando ella viajó a Buenos Aires, al otro día murió Edgardo. Volvió en un viaje relámpago a Mar del Plata, apenas pudo ir al velorio y no llegó a quedarse para el entierro de su padre. Regresó a Buenos Aires y tomó el vuelo a Lima. El Campeonato Sudamericano no cambió su cronograma de competencias por duelo. Y ella tenía una promesa que cumplir.
“Creo que ya al final papá no quería saber nada”, reflexiona ahora Belén “tener que luchar otra quimio… le pesaba mucho”. Con la camiseta argentina, Casetta corrió su prueba, ganó la medalla de bronce y se clasificó para el Panamericano de Toronto 2015. Ahí sería una gran oportunidad para conseguir el pasaje a sus primeros Juegos Olímpicos. Pero terminó en el séptimo lugar, lejos del podio y de Río.
Cuando llegó 2016, el mundo el atletismo puso sus ojos en la ciudad carioca. Primero, Río de Janeiro recibió el Campeonato Iberoamericano de Atletismo y allí, una Belén de 21 años tenía su última chance de clasificar a los Juegos Olímpicos. Había pasado casi un año de la muerte de su padre y el duelo seguía latente. Cuando llegó el día previo a su carrera, realizó la rutina de siempre. Dejó la ropa lista, el dorsal preparado y se fue a dormir. Y esa noche, como en el cuento de Julio Cortázar, se abrió una de “Las puertas del cielo”.
“Yo estaba en la casa de mi tía”, recuerda Belén, con la certeza que solo se tiene cuando se sueña. Y describe: “Pero estaba lejos del resto de la familia. De golpe levanto la mirada y lo veo”. (¿Qué hacés acá papá? Vengo a decirte que estoy bien Belén, que te quedes tranquila que yo estoy muy bien). “Entonces lo abracé, lo abracé muy fuerte, tan fuerte…” que se despertó. Había llegado el día de correr su última chance a los Juegos. Entonces Belén Casetta salió a la pista y lo hizo: campeona iberoamericana, récord nacional y pasaje a Río 2016.
“En esos Juegos yo era muy joven y no tenía la madurez necesaria en competencias internacionales. Por eso me golpeé contra la pared”, reconoce Casetta. “Venía de estar corriendo con 4 o 5 atletas (las pruebas de 3000 metros con obstáculo femenina suelen tener pocas integrantes) y pasé a correr con 16. Pasando juntas por el foso de agua, que te empujan, te encierra, te pegan codazos”. Belén sintetiza: “Bastante fresquita estuve en Río”. Por otro lado asegura que iniciarse en esos roces internacionales le sirvieron para el Mundial de Londres. Y vaya si le sirvió: finalizó 11º del mundo con récord sudamericano 9m25,99s. Hasta el día de hoy ninguna atleta de Sudamérica logró correr más rápido que Belén.
* * *
La actividad física es salud, pero el veneno está en la dosis. Pisar los obstáculos, caer dentro del foso y principalmente correr una década en doble turnos miles y miles de kilómetros, no es sano. Belén tuvo muchas lesiones. “Pero ella es super perseverante y sobre todo resiliente, pese a las caídas sigue adelante”. La que habla tiene 18 años y se llama Nazareth Ivana Casetta, aunque para todos es “Nacha”, y para Belén “siempre será mi chiquita”. Su hermana sabe lo que es irse de vacaciones y tener que ayudar a Belén a caminar. “La peor de todas fue la del fémur”, rememora Belén, y ese recuerdo le duele. Se refiere a una fractura por estrés de 4,5 cm en la cabeza del fémur. “Tenía que medicarme; si no no podía dormir del dolor”.
En realidad, la persona que más sufría las lesiones de Belén era don Ítalo Casetta, su abuelo. “Se ponía muy triste cuando me lesionaba”, cuenta Belén. Ella llegaba de cada viaje y lo primero que hacía, luego de dejar el bolso en su casa, era ir a visitarlo. “Siempre que me veía llegar se largaba a llorar”. Luego de enjuagar alguna lágrima, don Ítalo le sacaba las zapatillas y le hacía masajes, le contaba de cuando masajeaba a los futbolistas de Ferro. “Un crack mi abuelo, un tipazo”, lo describe su nieta. Tenía 83 años, una edad en la que ya había aprendido que las cosas hay que decirlas en vida: “siempre me abrazaba y me decía te amo”, recuerda Belén desde España. Ya estaba en Europa, hace unas semanas, cuando Ítalo falleció.
“La muerte de mi papá me ha fortalecido mucho. Pero cuando pasa sorpresivamente… lo del abuelo fue un ACV y no me preparé para esa situación”. De España a Japón. Tokio la espera, los Juegos Olímpicos no cambiaron su cronograma de competencias por duelo.
Torneos internacionales, lesiones, medallas, kilómetros corridos, más de cien mil seguidores en Instagram, saltar, correr, caer al foso, correr, decenas y decenas de entrevistas. ¿Cómo estás para los Juegos? ¿Qué se siente representar a la Argentina? ¿Cómo empezaste a correr? Es cierto que la atleta más demanda del país responde siempre, a todos, sea el canal de TV más grande o el estudiante de periodismo del curso más chico, con la misma sonrisa. “Pero me encantan esas personas que no saben nada de mí lado deportivo”, reconoce la Olimpia de plata 2017 y 2019, “que no saben ni que fui a unos Juegos Olímpicos”.
La nena a la que le negaban el alfajor tiene por delante 28 obstáculos y 7 fosos de agua. Sabe cómo pasarlos, fue aprendiendo afuera de la pista, donde la vida enseña. De los millones de personas que miren los Juegos, habrá dos que estarán muy atentos a su carrera, Belén no lo duda: “yo sé que ellos, desde algún lugar, me van a estar viendo”.
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