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Abebe Bikila: el campeón descalzo que sorprendió al mundo en Roma 1960 y el amigo que lo dejó ganar
Abebe Bikila salta y baila. Hace instantes cruzó la línea de llegada y es el ganador de la Maratón de los Juegos Olímpicos de Roma. Está cansado y feliz, pero nada le impide saltar y bailar de alegría.
Es 10 de septiembre de 1960 y el etíope acaba de hacer historia por partida triple: estableció un nuevo récord mundial para la prueba madre del atletismo (2h15m16s2/10), es el primer deportista africano en lograr una medalla dorada olímpica y, como si todo eso fuera poco, corrió los 42, 195 kilómetros descalzo, por un camino mayoritariamente empedrado.
El hombre está parado frente al Arco de Constantino, entre el Coliseo y el monte Palatino. No es casualidad donde se detuvo. A pocos metros de ahí, el dictador italiano Benito Mussolini había partido en 1935 con su ejército a la conquista de Etiopía, en un conflicto también conocido como la segunda guerra ítalo-abisinia. Abebe considera que ese es el lugar para rendirle honores a su país.
Nadie lo consideraba entre los candidatos a ganar la Maratón en Roma. Es más, antes de los Juegos nadie lo conocía fuera de Etiopía. Cuando llegó el día de la gran prueba, Bikila, que por entonces tenía 28 años, sintió que era el gran momento para llevar a su país a lo más alto.
Pero entonces se produjo una situación inesperada. Cuando se vistió, notó que no estaba cómodo con las zapatillas que le imponía utilizar la empresa alemana Adidas, que había firmado un contrato para ser "el calzado oficial" de la competencia.
La molestia no sería un escollo para Bikila, que estaba mentalizado en hacer historia. Entonces, tomó una decisión tan sabia como sorprendente: se sacó las zapatillas y corrió los 42,195 kilómetros por la ciudad de Roma como tantas veces lo había hecho en su Etiopía natal y como más cómodo se sentía: descalzo.
La situación causó sorpresa entre los otros competidores. "De él no tenemos que preocuparnos", dijo el fondista estadounidense Gordon McKenzie, cuando vio precalentar al etíope sin zapatillas. A esa altura, nadie podía imaginarse lo que sucedería.
La maratón de Roma se largó a media tarde, para evitar las altas temperaturas de una jornada que había sido muy calurosa. Tres argentinos formaron parte de esa carrera: Osvaldo Suárez (terminó noveno), Gumersindo Gómez (puesto 15º) y Walter Lemos (abandonó). Los corredores iniciaron el periplo a los pies del imponente Arco de Constantino. Los favoritos se abrieron paso rápidamente, para tomar distancia del grupo inicial. Uno de ellos era el marroquí Rhadi Ben Abdesselam, candidato al oro. Pero el desconocido Bikila, descalzo, lo seguía de cerca, con un muy buen ritmo.
Su delgada figura avanzaba ante una Roma que poco a poco comenzó a quedar iluminada por la luna. Siglos y siglos de historia contemplaban al etíope. A su paso, los espectadores lo observaban extrañados, y se miraban unos a otros preguntándose quién era ese hombre que no solo tenía el coraje de correr sin zapatillas, sino que además era uno de los líderes de la carrera.
En su recorrido por las calles empedradas de Roma, Bikila debió pasar por el obelisco de Aksum, un imponente monumento de 24 metros de altura que había sido robado de su país en 1937 por el ejército italiano.
Fue una carrera emocionante. Bikila y Abdesselam corrieron juntos durante gran parte de la prueba, ante una multitud que los ovacionaba a su paso. En los últimos 500 metros, Abebe apuró la marcha y tomó la delantera. Cuando cruzó la meta, el público enloqueció.
Y allí está Bikila. Saltando y bailando. Parado frente al Arco de Constantino. Cansado y feliz. Y saltando y bailando. En esos instantes de soledad toma conciencia del simbolismo de su gesta. Y cuando le preguntan por qué había corrido sin zapatillas, declara: "Quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ganó siempre con determinación y heroísmo". Su frase y su logro trasciende su época. En eso se apoyarán sus compatriotas para confirmar que nada es imposible.
Tan inesperada es su victoria que los organizadores cometen un error imperdonable: al desconocer el himno de Etiopía, durante la ceremonia de entrega de medallas se entona la canción patria italiana. Insólito. La carrera de Abebe en Roma se convierte enseguida en una de las leyendas más grandes del mundo del olimpismo, y su nombre se hace popular en todo el planeta.
Wami Biratu: el atleta olvidado
La cita olímpica de 1960 era el gran objetivo de los atletas etíopes, que dentro de los límites de su país venían progresando muchísimo, pero les faltaba dar el salto internacional. Era el momento indicado para sorprender al mundo.
En los años previos, el progreso de Bikila fue notable, al punto de convertirse en el segundo mejor atleta del país. El número 1 era Wami Biratu. Los dos compartieron una intensa jornada de entrenamientos y puesta a punto antes de que se definiera quién de los dos representaría al país africano en la Maratón olímpica.
Durante años se contó que Bikila terminó compitiendo en Roma porque Biratu sufrió una inoportuna lesión jugando al fútbol pocos días antes de viajar. Sin embargo, una investigación realizada en 2008 por el cineasta español Miguel Llansó, que ubicó a Biratu aún corriendo a los casi 100 años, desestimó esa historia fantástica.
Bikila y Biratu corrieron dos maratones en un período de un mes en la capital de Etiopía, Adis Abeba, ubicada a 2355 metros sobre el nivel del mar. La primera fue en julio y la segunda en agosto. Ambas las ganó Bikila, con tiempos de 2h39m50s y 2h21m23s, respectivamente. El segundo registro fue cuatro minutos por debajo del tiempo empleado por el francés Alain Mimoun en los Juegos de Melbourne 1956 (2h25:00.0).
El supuestamente invencible Biratu fue derrotado, algo que no sucedía desde hacía mucho tiempo. Aunque él seguía siendo la principal opción etíope en Roma. Las últimas pruebas demostraron que Biratu era el mejor en distancias más cortas (5.000m, 10.000m), pero Bikila lo superaba en la maratón.
En un relato que parece más fantasioso que real, Biratu dijo que se dejó ganar en la Maratón para que Bikila gane la plaza olímpica. De acuerdo a su relato, se escondió detrás de un árbol para que Abebe pudiera viajar a Roma, cita para la cual él ya estaba clasificado en las pruebas de 5.000 y 10.000 metros.
Lo único cierto es que Bikila corrió tres maratones en menos de tres meses, y dos de ellas en la altura. Ese es un dato que acrecienta aún más su gesta en Roma.
Confirmación y tragedia
Seis semanas antes de intentar defender su título olímpico en Tokio 1964, Bikila presentó un cuadro de apendicitis por el cual fue operado. No estaba bien entrenado, y cuando llegó a la capital de Japón, todavía caminaba rengo. Pero la ovación que recibió le dio fuerzas para intentar una nueva hazaña. Y la logró. Calzando zapatos de carrera por primera vez en su vida registró un tiempo de 2h12m11s2/100, superando al segundo por un margen de cuatro minutos, y convirtiéndose en el único atleta en ganar dos maratones olímpicas consecutivas, un mes y medio después de haber pasado por el quirófano. Un superdotado.
Bikila fue por más y trató de colgarse una tercera medalla dorada en los Juegos de México DF, en 1968. Sin embargo, la altura de esa ciudad le jugó una mala pasada y debió abandonar la prueba en el kilómetro 17.
Las paradojas de la vida hicieron que acaso el mejor maratonista olímpico de la historia sufriera en 1969 un tremendo accidente automovilístico cerca de Addis Abeba, capital de Etiopía, que le produjo una parálisis total, desde el abdomen hacia abajo. "Los hombres exitosos conocen la tragedia. Fue la voluntad de Dios que ganase los Juegos Olímpicos, y fue la voluntad de Dios que tuviera mi accidente. Acepto esas victorias y acepto esta tragedia. Tengo que comprender ambas circunstancias como hechos de la vida y vivir feliz", dijo entonces.
Pero la tristeza lo superó. Pocos años más tarde, el 25 de octubre de 1973, Abebe Bikila moría a causa de una hemorragia cerebral provocada por complicaciones derivadas de su accidente, a los 41 años.
A casi 35 años del fallecimiento de Bikila, y luego de siete décadas de disputas políticas, el obelisco de Aksum volvió a su lugar original el 4 de septiembre de 2008.
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