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Atletas limpios, negocios sucios
El ex agente de la DEA Jack Robertson fue ayer uno de los hombres más felices por la expulsión de Rusia de los Juegos Olímpicos de Invierno en Pyeongchang. Robertson, que años atrás ayudó a desmantelar el Cartel de Sinaloa, se unió en 2011 a la Agencia Mundial Antidoping (WADA). “En la DEA protegí a los niños de las drogas, en la WADA –dijo meses atrás– quise proteger a los atletas limpios”. Investigó primero a Lance Armstrong. Y luego a Rusia. Pero dejó la WADA furioso en 2016, creído de que todas sus investigaciones quedarían en nada. Pidió inclusive públicamente la renuncia de Thomas Bach “porque al cáncer hay que cortarlo desde la raíz”. Jamás creyó que el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI) se animaría a excluir a Rusia de los Juegos que comenzarán en febrero, en Corea del Sur, como se anunció ayer en Lausana, una bomba para el deporte y para el país sede del próximo Mundial.
Frustrado, Robertson filtró en 2014 sus investigaciones al periodista Hajo Seppelt, de la cadena alemana ARD, donde lleva veinte años investigando el doping. Lo hizo primero en la ex Alemania del Este, pero luego también en la Alemania reunificada, en Jamaica y en Kenia, entre otros. En su país lo acusaron de “traidor” por el duro documental que publicó sobre Bach apenas horas antes de que su compatriota fuera elegido en 2013 en Buenos Aires nuevo presidente del COI. Bach, denunciaba Seppelt, hacía trampas como esgrimista olímpico y, como dirigente, fue hombre de Adidas en ISL (brazo comercial de la FIFA que quebró en 2001). Y mezcló negocios personales para llegar al trono del COI con apoyo árabe y ruso. La misma Rusia de Vladimir Putin que ahora, presionado como nunca en estos tiempos de nueva Guerra Fría, Bach acaba de expulsar del paraíso olímpico.
Seppelt dedicó cuatro documentales que acusan a Rusia de doping de Estado. El último, un año atrás, influyó para la exclusión de Rusia del Mundial de atletismo. El canal Rusia 1 envió a Olga Skabeyeva, joven periodista estrella, a entrevistar a Seppelt en un hotel de Colonia. Seppelt recordó el episodio la semana pasada en el Congreso Play the Game de Eindhoven como uno de los más desagradables que le tocó vivir en su carrera. “Comenzó bien, pero, de repente, sus preguntas fueron agresivas y estúpidas”, me dijo Seppelt. Veo en la web la edición que hizo la TV estatal rusa. Skabeyeva comienza preguntándole a Seppelt por qué llama a Vitaly Mutko (expulsado ayer del olimpismo) como “el ministro de Putin” y no como ministro de Deportes. Le pregunta luego si alguien le pagó para que hiciera sus documentales. La tensión crece cuando Skabeyeva insiste a Seppelt por pruebas, porque sus acusaciones, le dice, “pueden dejar a mi país afuera de los Juegos Olímpicos”. Seppelt se irrita. Le dice que un periodista debe ser independiente. Los echa de la habitación. “Estúpida periodista rusa que está orgullosa de su país, que tiene un sistema hundido en la trampa y la corrupción”, le dice. Ya en la calle, Seppelt tapa la cámara, retiene uno de los micrófonos y llama a la policía. No está claro quién persigue a quién.
Seppelt, con custodia especial en los últimos Juegos de Río 2016, reiteró en Eindhoven sus críticas al COI. Se preguntó por qué la WADA echó a Robertson y demoró tres años en investigar a Rusia, uno de sus cinco máximos donantes (le giró 10,9 millones de dólares entre 2002 y 2017). Seppelt describió al ex agente de la DEA como “un hombre corajudo que ayudó a descubrir la verdad e hizo muchísimo por un deporte limpio”. Las investigaciones de Robertson fueron clave para los informes finales del abogado canadiense Richard McLaren y de Samuel Schmid, ex presidente suizo, actual miembro del Partido Burgués Democrático, el primero que habló en la conferencia de ayer, en Lausana. Rusia replica que Occidente la ataca para influir en las elecciones presidenciales de marzo próximo. Si fuera así, podría tratarse de una simple devolución de favores. Estados Unidos sufrió en 2003 el escándalo del laboratorio Balco, que afectó a numerosas de sus máximas estrellas y denuncias de protección a Carl Lewis. Fue doping privado, no de Estado.
Seppelt, en las primeras filas en la conferencia de ayer en Lausana, fue premiado la semana pasada, en Eindhoven. La sorpresa fue cuando aparecieron vía Skype, desde un lugar incierto en Estados Unidos, la atleta Yulila Stepanova y su marido Vitaly Stepanov, también premiados y aplaudidos de pie. Sus testimonios fueron clave para acusar a Rusia, junto con los del polémico médico Grigory Rodchenkov, héroe de Netflix, todos arrepentidos. Vitaly y Yuliya pidieron dos veces el divorcio en Rusia, pero nunca completaron el trámite. Yuliya volvió a buscar a Vitaly después de dar positivo en un control (ella era plenamente consciente de que se dopaba) y ser suspendida por dos años. Decidieron contar todo en Estados Unidos. Igual que Robertson, Seppelt, Rodchenkov y muchos otros, celebraron ayer la decisión del COI. “¿Qué demonios es un atleta limpio?”, se preguntó en la misma conferencia de Eindhoven la especialista inglesa Michele Verroken. “¿Los ponemos dentro de un lavarropas?”.
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