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Ataque ochentoso: tributo a la gran década
Juan Pablo Varsky Para LA NACION
Los cuarentones, y más viejos, la vivimos. Saben de lo que hablo. No hubo otra igual, no habrá ninguna. La década del ochenta ha sido la más extraordinaria para el deporte mundial. Lo vimos a Diego en su esplendor. Desde el último título de goleador con Argentinos en 1980 hasta el Mundial del 90. Los goles con el Bicho a Gatti, que le había dicho "gordito". La gambeta a Fillol y Tarantini ya en Boca y ese "que sea, que sea" de Víctor Hugo en la radio. El Mundial 82 con los goles a Hungría, la persecución de Gentile y ese planchazo al brasileño Batista. Los dos años en Barcelona. Ese golazo a Real Madrid por la Copa de la Liga cuando, tras eludir al arquero Agustín, espera al defensor Juan José, lo hace pasar de largo y luego toca de zurda. La patada de Goicoechea y la hepatitis. Y el final, esa tremenda batalla campal en la final de la Copa del Rey contra Athletic Bilbao, donde pega y cobra por partes iguales. Hoy Internet ayuda a recordar esos momentos. Pero no es lo mismo, se los puedo asegurar.
La década se divide en dos asimétricas partes. El punto de inflexión es 1984, un año hermoso y fundamental. Ya llegaremos ahí. Pero no podemos olvidarnos del boicot a Moscú 80 que tanto lamenta la generación de basquetbolistas como Cadillac, Rafaelli y Perazzo. El doble duelo entre los atletas británicos Coe y Ovett en aquellos Juegos. El papelón de Muhammad Ali ante Larry Holmes. Los títulos de Palma, Laciar y Ballas. Los Fabulosos Cuatro de la categoría medianos: Leonard, Hagler, Durán y Hearns. Borg-Mc Enroe en Wimbledon ’0. Ese tie break de 22 minutos y 34 puntos ganado por Johnny Mac. Ese festejo de rodillas del sueco de hielo. Un 1981 furioso que incluyó el Metropolitano de Boca con Maradona y el Nacional de River con Kempes. Vilas y Clerc no se hablaban pero llegaron a la final de Davis en Cincinnati. Estuvieron 7-6 y saque de Guillermo en el quinto para ganar el dobles… Reutemann desafió a Williams en Brasil y desobedeció al cartel que lo obligaba a que dejara pasar a Alan Jones. Se lo facturaron en Las Vegas. Le dieron un auto imposible y lo dejaron sin título, ganado por Nelson Piquet. El Mundial de España. El grito de Tardelli. El Ferro de Griguol, campeón invicto del Nacional 82. El boom San Lorenzo en la B. El Mundial de voleibol en el país, un fenómeno deportivo y popular. El Estudiantes de Bilardo con aquel mediocampo de Russo, Trobbiani, Sabella y Ponce. La consagración de Independiente y el descenso de Racing en la misma cancha. Huelgas y pésimas campañas en Ríver y Boca, arruinados económicamente. Willy Vilas asombrando al mundo conquistando Montecarlo y a Carolina de Mónaco en la misma semana. La final de Roland Garros 82 perdida contra un nene llamado Mats Wilander. Pero 1984, sin Orwell, marcó un quiebre. En ese mismo año, Diego pasó a Napoli y Michael Jordan llegó a la NBA. MJ había ganado el oro en Los Ángeles, los Juegos de las cuatro doradas de Carl Lewis como Jesse Owens en Berlín 36 (100 m, 200 m, salto en largo y posta 4 x 100). Los de la ceremonia de clausura con Lionel Ritchie y su "All Night Long". Tres años después, un señor llamado Jorge, fan del cantante, llamaría a su hijo Lionel. Lionel Messi. Disfrutemos a Leo, es extraordinario. Dentro de 30 años hablaremos de él como un fenómeno de esta época.
Pero volvamos a Jordan. Fue elegido en el tercer lugar del draft. El uno se lo llevó el nigeriano Olajuwon, elegido por Houston Rockets. Estaba cantado, ya que había jugado en la Universidad de esa ciudad con tres participaciones en la Final Four de la NCAA. Luego le tocó a Portland Trail Blazers. Cometió el error más importante de la historia. Tenía a Jordan disponible pero eligió a Sam Bowie, un pivot de la Universidad de Kentucky. No fue el peor jugador de la NBA y duró once años en la liga pero ni a las medias le llegó a Michael. Chicago Bulls aprovechó el regalo y lo reclutó en el tercer lugar.
El impacto y la onda expansiva que generaron Maradona y Jordan son incalculables. Redefinieron sus deportes, cada uno a su manera. Íconos e ídolos, medios y empresas capturaron momentos e imágenes para construir relatos y comerciales. Devinieron héroes. Con experiencia, conocimiento del juego, talento y genio, Diego llegó al Olimpo en México 86. Al año siguiente sacó campeón a Napoli en Italia. ¡Un "miracolo"! Bruscolotti, Renica, Ferrario, De Napoli, Bagni…Les juro que no eran Xavi, Iniesta, Piqué, Busquets y Dani Alves. Ganó la Copa de la UEFA en 1989 contra el Stuttgart de Klinsmann. Mamita, ese pase de cabeza a Ferrara en la segunda final. Y el gesto de Careca tras el tercer gol, sin poder creer lo que Diego había hecho en la jugada previa. La última temporada completa, la 89-90, terminó con otro scudetto. Gol de Baroni de cabeza a Lazio. Su etapa en el calcio fue gloriosa. 1985, Napoli-Juventus, tiro libre indirecto dentro del área. Tras el toque de su compañero, Diego afeitó la pelota que se colgó del ángulo de Rambo Tacconi. Hizo bien Pocho Lavezzi en rendirle tributo en Brescia con palomita y saltito marca registrada. Michael ganó su primer título en 1991 pero en esos siete años sin anillos transformó a la NBA en una liga de exportación. En 1984, Lakers y Celtics habían jugado su primera final con Magic Johnson y Larry Bird en sus equipos. La rivalidad de Boston y Los Angeles, potenciada por el duelo Magic-Larry, ayudó a expandir la influencia de la NBA pero semejante penetración mundial se la deben a Michael Jordan. La sociedad MJ-Nike es fundacional para la actual relación entre los sponsors y los deportistas. Jordan ganó seis campeonatos, se retiró dos veces y finalmente dejó de jugar en 2003 tras dos temporadas en Washington Wizards. Pasaron más cosas en 1984. Fue creada la Liga Nacional de Básquetbol, imprescindible para entender por qué hoy tenemos una Generación Dorada.
Gabriela Sabatini debutó en el circuito de la WTA. Tenía 14. Gracias Gaby por esos años fabulosos y por ese tenis que ya no se ve, salvo con Justine Henin. Tommy Hearns derribó a Mano de Piedra Durán como un leñador a un árbol. John "You Cannot be serious" Mc Enroe tuvo una temporada fuera de lo común con un récord de 82-3, dos títulos de Grand Slam (Wimbledon y US Open) y la final de Roland Garros, insólitamente perdida ante Lendl. El Independiente de Bochini y Marangoni se consagró campeón de América y del Mundo. Debutó Ayrton Senna en la Fórmula Uno con Toleman. El ataque ochentoso está por terminar. El Milan 87-90 con Gullit y Van Basten, el Argentinos del 85 contra Juventus en Tokio, el River del 86, los campeonatos largos, la Liguilla pre Libertadores, Michel Platini, Hugo Sánchez, el gran Marco Van Basten, el Enzo, Bichi Borghi, el grosso de Comitas, el Mencho, Negro Palma, Tata Martino, Walter "Muevo yo, Mauro" Perazzo, Toti Iglesias, árbitros que amaban el juego como Biscay, Calabria y Lamolina. Los Pumas de Hugo Porta (¡ay, Flaco Ure, cómo se te escapó esa pelota contra los All Blacks!), el Banco Nación del rugby champagne, John Kirwan. Lendl, Connors, Becker, Edberg, Chris Evert, Steffi Graf y Martina Navratilova. Lauda, Prost y Flaco Traverso. Martillo Roldán (¿por qué fuiste a buscar a Hearns en lugar de esperarlo?) y Mike Tyson. Hugo Conte y Karch Kiraly. Los Bad Boys de Detroit, Kareem, los clásicos Atenas-Ferro, Pichi Campana, el Gigante González que descanse en paz. Seúl 88 con el doping de Ben Johnson, las gimnastas rumanas, la hazaña de Greg Louganis y la medalla de bronce del voleibol. Sport 80, que cambió al periodismo deportivo en el país. Para el final, una que sabemos todos: Diego en Héroes, con la Copa y Valeria Lynch cantando "Me das cada día más". ¡Qué década, por favor! La mejor. Lectores veinteañeros, lamento que se la hayan perdido…
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