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Atajar, pensar y jugar
En los últimos 25 años ninguna otra función debió hacer tantos ajustes como la del arquero. Cambiaron las reglas, los campos de juego, las pelotas, la velocidad. La influencia de los arqueros en el desarrollo del juego es cada vez más significativa. El puesto se ha redefinido: el histórico manual del guardavalla conservará siempre los rasgos esenciales, pero cada vez tiene más capítulos.
"El principal objetivo de un arquero es que la pelota no entre en el arco. No importa cómo." La frase le pertenece a Alberto Poletti, histórico arquero campeón del mundo con Estudiantes de La Plata, apasionado observador de los detalles del oficio. Ahí está la esencia de atajar. "Probablemente, había mejores técnicamente que Fillol, pero él no dejaba entrar la pelota en su arco, y por eso era el mejor", agrega.
Hoy, en la alta competencia, cualquier arquero será valorado en tanto responda a ese precepto, desde luego. Así como un N° 9 que no hace goles probablemente salga del equipo, un arquero al que le convierten mucho tampoco califica en su tarea. Pero ya no alcanza sólo con atajar bien. En todo caso, los arqueros que, además de eso, desarrollan la capacidad de participar del juego de otro modo, se distinguen.
La evolución de la teoría fue más rápido que la práctica. Aún hoy, los arqueros que juegan fuera del área, que tienen variedad y calidad de pases, que comprenden el juego y se insertan en ese circuito, son excepciones. Todos están formados para la parte defensiva, pero es mucho más escaso el bagaje de recursos para participar de la etapa ofensiva, tarea cada vez más demandada por los grandes equipos del mundo.
El arquero tiene una función "ofensiva" vital en los equipos que deciden comenzar a jugar desde su área. Y su intervención no se reduce a un buen pase, con ventaja para que el defensor reciba perfilado, o un pase largo y justo para saltar una línea de presión. Cuándo hacerlo es central. Cuándo conviene una cosa y no otra, cuándo es necesario tomar el riesgo, atraer a un delantero rival para liberar a un compañero, retroceder en el área, salir de ella, manejar los tiempos... Leer el juego, ni más ni menos.
Por eso se destacan Guzmán o Rulli, porque disponen de la técnica, pero, además, porque tienen coraje e interés en hacerlo. "Amadeo era el sensacional. Jugaba con el pie como nadie, ponía un pase de 60 metros al pecho, salía del área... Fue un adelantado", asegura Poletti. Carrizo hacía algo único, en tiempos en los que no hacía falta todo eso para ser un gran arquero. Lo hizo antes de que las reglas y la evolución se lo pidieran. Aún así, ese estilo no se impuso como una norma formativa. Lo corriente sigue siendo el arquero que ataja mucho y juega poco. Han mejorado su saque, su despeje, la manera de pegarle a la pelota, pero el estilo predominante sigue alineado a la tradición. Basta con hacer un relevamiento por todos los equipos y selecciones en los últimos años.
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