Argentina-Brasil. Bombas de estruendo y el misterio de los relojes despertadores: la agitada madrugada de la selección

BELO HORIZONTE.- La mañana del gran partido contra Brasil arrancó demasiado temprano para la selección argentina. Mucho más de lo previsto, incluso. Eran las 6.30, la hora de la salida del sol, cuando de pronto se activaron los relojes despertadores en las habitaciones de algunos jugadores del plantel. No es que había futbolistas con deseos de desayunar temprano en el hotel Radisson Blu, ubicado en Savassi, un barrio tranquilo que por la noche tiene un circuito de bares frecuentados en estos días por los argentinos que estarán en el Mineirao. No, lo que pasó, según reconocieron integrantes de la delegación, es algo que escapó a la planificación: nadie, a esta hora, puede aseverar a quién se le ocurrió la idea. Pero miran con desconfianza hacia el staff del hotel.

La pequeña historia fue la culminación de otra que había empezado a la medianoche. Desde ese momento, y con intervalos de 20 minutos, empezaron a sonar bombas de estruendo en las inmediaciones de la rua Lavras, donde está la entrada principal del hotel. Se escucharon hasta las 4 de la mañana. Entonces vinieron esas dos horas y media de silencio, hasta que los ringtones de los despertadores dijeron buen día. Resulta automático relacionar los dos episodios con viejas historias de la Copa Libertadores, cuando los hinchas locales se organizaban para incomodar a los jugadores rivales la noche anterior al partido. El paso de los años, y las tecnologías, permitieron que esta vez no hiciera falta estar en la puerta: alcanzó con calibrar con precisión relojes electrónicos. Aunque ahora nadie se adjudique la autoría intelectual de la anécdota...

El dato, confirmado entre dientes por fuentes de la AFA, fue tomado con relatividad. Nadie contó en cuántas de las habitaciones dobles del plantel se habían activado las alarmas. Lo cierto es que, más allá de eso, las caras en el desayuno no eran de malestar. "Los pibes están bien", le quitan entidad al asunto ahora desde el lugar. La rutina sigue siendo la de cada día de partido: los futbolistas bajaron a desayunar sin una obligación horaria –como cuando tienen entrenamiento– y consumen las horas previas sin salir del Radisson. El almuerzo está pautado para las 13, luego vendrá la hora de la siesta y a las 19 el bus con la selección partirá hacia el Mineirao.

Ahora que los despertadores dejaron de sonar se impone la calma. En la puerta del hotel se cuentan menos de diez hinchas, duplicados por la seguridad. La Policía Militar, a cargo del operativo, custodia esa entrada y una lateral, sobre la rua Orange. Ellos serán la escolta que abrirá camino cuando el plantel se dirija hacia lo verdaderamente trascendente: una semifinal de Copa América contra Brasil y de visitante. La hora de que Messi despierte y se ponga a jugar.

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