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Andrew Jennings, el periodista que investigó al deporte
“Siento que el imperio está en su etapa final”. El enésimo mensaje que me manda Andrew Jennings, el gran “muckracker” del periodismo deportivo, fallecido este sábado, a los 78 años, habla de “Tricky Rickie” (Ricardo el tramposo), por Ricardo Teixeira, entonces presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) y termina ironizando sobre “Don Julio” (Grondona, claro). El mensaje es de 2011. Cuatro años después, el FBI irrumpió en el bunker cinco estrellas suizo y detonó el FIFAGate. Ese día, Jennings recibió las primeras llamadas a las seis de la mañana en su granja de Penrith, norte de Inglaterra, desde cuya oficina miraba las montañas de su Escocia natal. Siguió durmiendo. Nada podía sorprenderlo. Todo lo que comenzó a saberse a partir de ese momento, él ya lo había escrito varios años antes.
El FBI lo había contactado en 2009. Me lo confidenció a fin de ese mismo año, en un Congreso en Maracay, Venezuela, invitados junto con Jens Sejer Andersen, director de la organización danesa Play the Game. “Si tuvieras que poner un solo nombre a la revolución del debate deportivo internacional de los últimos treinta años…ese nombre sería Andrew Jennings”, escribió ayer Andersen. En Venezuela recorrimos Chuao, playa hermosa y de trabajadores del cacao, Jennings con remera roja (había sonreído unos días antes, cuando vio a un Papá Noel de azul porque el rojo, le dijeron, era “señal de chavismo”). Sonrió más en el Congreso, cuando vio al público cuestionando con preguntas durísimas a las autoridades olímpicas de Venezuela. Fue esa noche, una noche larga, en la que me contó del FBI. Debatimos, y discrepamos, sobre el vínculo del periodismo con las fuentes. Andrew aceptó intercambiar información con el FBI porque sintió que, por fin, alguien del verdadero poder escuchaba sus viejas denuncias de corrupción en la FIFA.
Hasta antes era algo así como un predicador en el desierto. El shopping deportivo solo quería goles y diversión. No había espacio para “los hombres del rastrillo”, los “muckrackers”, los revolvedores de basura, como llamó despectivamente el entonces presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, a los periodistas que entre fines de 1800 y comienzos de 1900 investigaron monopolios, magnates y corrupción política en su gobierno. Para llamar la atención, y también porque así era su personalidad irreverente, Jennings adoptó además un estilo pendenciero. “Vamos contra esos ladrones”, arengaba en sus talleres de periodismo, generoso al extremo para compartir sus investigaciones. En una charla en 2007 en la Universidad de Palermo, contó que en 2001 fue a una conferencia de la FIFA solo para preguntarle a Blatter si había recibido sobornos. No lo dejaron entrar más. Pero esa audacia bastó, apenas seis semanas después, para llamar la atención de algunos funcionarios honestos del deporte. Revolviendo basura, recibió entonces los primeros documentos. En 2006 publicó “Foul! El mundo secreto de la FIFA”. El resto es historia.
El periodista que anticipó la demolición del Imperio FIFA no sabía casi nada del juego del fútbol. Se aburrió en 2007 en la Bombonera, viendo a Lanús coronarse campeón. Simpatizaba lejanamente con un equipo de Tercera División (hoy llamado Leyton Orient) y solo porque su abuelo había jugado allí. Por el trabajo de su padre, mecánico que arreglaba aviones de la Royal Air Force (RAF), nació en 1943 “en una pequeña y ventosa ciudad industrial en la costa este de Escocia, entre Edimburgo y Dundee”. Así me lo detalló cuando en 2014 le pregunté si estaba a favor del independentismo escocés: “Margaret Thatcher –me respondió- usó a Escocia como banco de pruebas de su nociva política neoliberal”. Repudió a David Cameron y a “los chicos elegantes de Eton privatizando nuestro estado de bienestar solidario” y terminó recordando que no podía votar porque vivía en Inglaterra (“aunque mirando las colinas de Escocia”) pero que tenía esperanza (“I can’t vote, but I can hope”). Sorprendió aquí a empleados británicos cuando hizo el “fuck you” a la Torre de los Ingleses en Retiro y un día me dijo que “les devolvemos las Malvinas, pero también deben llevarse al príncipe Guillermo”.
Jennings pasó por todos los medios. Desde la solemne BBC (en un documental se filmó esperando a Joseph Blatter detrás de un árbol y con un frasquito a mano por si le daban ganas de orinar) hasta tabloides xenófobos en los que solo leía que sus artículos se publicaran tal cual los escribía (“no leo las otras cuarenta y siete páginas del diario”, me dijo una vez). Comenzó investigando a Scotland Yard, Irán-Contras y mafia siciliana. Y se interesó en el Comité Olímpico Internacional cuando él, criado en un pueblo obrero que recordaba a héroes de la Guerra Civil española, se enteró que el COI tenía como presidente al ex dirigente franquista Juan Antonio Samaranch (lo parodiaba haciendo el saludo fascista). “Los Señores de los Anillos” (The Lords of the Rings) abrió en 1992 su trilogía de libros sobre la corrupción olímpica que terminó provocando cambios claves en la política del COI. Luego fue el turno de Joao Havelange y Sepp Blatter. Su salud comenzó a deteriorarse en los últimos años. Una suerte para Gianni Infantino y para el Mundial de Qatar.
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