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Andrés D’Alessandro, en primera persona: el rebelde con causa, el pase a Barcelona que se cayó misteriosamente, su rol en el River de Gallardo y la cuenta pendiente de jugar un Mundial
El futbolista, próximo a cumplir 40 años, publicó “Cabezón”, su biografía; un adelanto de LA NACION sobre los pasajes más jugosos de la obra
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“Cabezón”. El título de la biografía oficial de Andrés D’Alessandro pagaba 2 pesos en las casas de apuestas. El apodo se lo puso el padre: en parte por una cuestión anatómica, pero mucho más todavía por su comportamiento, por su rebeldía, por su tozudez, por su facilidad para salirse del molde.
“Mucha gente cree que voy pateando cabezas por la calle, discutiendo y peleándome con todos. No soy así. Les puedo asegurar que no soy así. Quizá lo piensen por la imagen de discutidor que se ve en el campo de juego. Es parte de mi carácter. El mismo que me llevó a construir esta carrera de la que me siento orgulloso”, arranca el creador de La Boba (esa jugada marca registrada) en la introducción, antes de sumergirse en un recorrido minucioso en primera persona por todas las etapas de su vida, desde el baby de Racing de Villa del Parque hasta su reciente salida de Inter de Porto Alegre, donde jugó más de 12 años y está considerado entre los 5 jugadores más importantes de la historia, hacia Nacional de Montevideo.
“Triunfar en Brasil, el país pentacampeón mundial, con lo bien que se juega al fútbol aquí y con la rivalidad histórica que existió con Argentina, jamás lo imaginé. Tampoco que iba a terminar organizando partidos benéficos (Lance de Craque), acciones sociales y que me nombrarían ciudadano ilustre d Porto Alegre y embajador del Instituto de Cáncer Infantil para Sudamérica. Son halagos que me llenan el alma y me obligan a redoblar el compromiso”, asegura el Cabezón, quien pisando los 40 años (los cumple el 15 de abril) se encuentra próximo a debutar con la camiseta de Nacional, su nuevo club.
La biografía de D’Alessandro tiene 335 páginas e incluye 12 columnas de familiares, amigos y personajes destacados del fútbol como Marcelo Bielsa y Dunga, capitán de la selección de Brasil campeona del mundo en 1994 y entrenador de D’Alessandro en Inter. El libro se encuentra en todas las librerías de la Argentina y cuesta 1.299 pesos ($ 499 la versión electrónica). Aquí, a modo de anticipo, LA NACION publica algunos fragmentos.
Ser suplente... y enojarse
“En las inferiores lo pasé mal. Jugaba poco. Con Javi Saviola, que entró a River al mismo tiempo que yo, nos ponían algunos minutos en el segundo tiempo porque éramos chiquitos pero cuando entrábamos, hacíamos lío en los partidos, se notaba. Yo me iba enojado a casa. Discutía con mis compañeros, con los técnicos, con los coordinadores y dirigentes. A mí me costaba entender que no me pusieran. Sos pibe, no escuchás las explicaciones que te dan. Yo quería jugar y en ese momento los odiaba a todos. Más de una vez le dije a mi viejo: ‘No voy más, llévame a otro club’. Me pasó de no ir a entrenar y que llamaran de River a casa para que volviera. Mi viejo intentaba calmarme, pero cada tanto se ponía de mi lado e iba al club a pedir el pase. No se lo daban…. En ese momento solo pensaba en jugar y no tenía conciencia de lo que podía significar River en mi vida. Por suerte no me fui. Hoy lo tengo claro y digo que de River no hay que irse nunca. Es diferente, es otro mundo, tenés que quedarte hasta que te echen. Haber salido de la cantera de River a mí me dio un plus”.
Derecho de piso
“En la pretemporada (2000) tuve mis primeras prácticas con los grandes. El ritmo de entrenamiento lo aguantaba, el tema era que algunos te cagaban a patadas. Así de crudo. No lo pasé bien. Agarré nenes bravos: Celso Ayala, el Cabo Sarabia, Leo Ramos y, sobre todo, Trotta. Mamita... No solo te hacían sentir el rigor del entrenamiento. También te hacían pasar vergüenza si abrías la boca cuando no tenías que abrirla. Lo mejor era estar callado y no llamar la atención, pero yo nunca fui de guardarme las cosas que tenía para decir. Ese es mi carácter. Cuando me sacudían, los miraba y algo decía. No me callaba. A muchos no les gustaba y me lo hacían saber. Algunos dicen que está bien darles esa bienvenida a los chicos que suben. Que así se curten. No estoy de acuerdo. Que los juveniles paguen el derecho de piso dentro del plantel me parece normal y lógico. Que te metan fuerte para hacerte sentir que se juega por plata, por títulos, que el profesionalismo no es joda, está perfecto. Ahora, lastimar a un pibe es otra cosa, nunca estuve de acuerdo. Y muchas veces se pasaban del límite”.
El primer bajón
“Gallego se manejaba con los grandes, no tenía diálogo con los pibes. Era corto en el trato, un poco bruto. Con los chicos no había explicación. Era así, bancátela y listo. No tenía nada que ver con jugar o no jugar, porque era difícil meterse en ese equipo de los cuatro fantásticos, con Ortega, Saviola, Aimar y Ángel. El tema era el trato. Cada técnico tiene su estilo. A propósito de ese trato, como nunca fui de callarme, un día me crucé con Flavio Pérez, el preparador físico del Tolo. Había terminado una práctica y quise quedarme a patear unas pelotas más. ‘Vamos, vamos, ya terminó’, me apuró el profe. Yo ya había puesto las pelotas para patear unos tiros libres. No sé qué podía molestarle que pateara esas pelotas, me parecía ridículo. Agarré y pateé igual. Y el profe no me bancó, pasó la data al técnico y me suspendieron. Me bajaron un par de semanas a Reserva. Me dio una bronca terrible, no es que falté a un entrenamiento o que llegué tarde o que me fui antes o que laburé menos. No. Quería quedarme a patear un rato. Me la tuve que bancar. Y eso también dilató mi presencia en la Primera”.
Cuando se cayó su pase a Barcelona
“En diciembre de 2002 terminó el campeonato con River y viajé 10 días a España con mi representante y mi hermano. Paré en el hotel Princesa Sofía, una cosa impresionante. Fuimos al Camp Nou a ver al Barcelona contra el Newcastle por la Champions y me presenté en un programa de televisión catalana. Me llevaron a pasear en helicóptero y me dieron la camiseta 11 con mi apellido en la espalda. Esa foto en la que poso sosteniendo la 11 del Barca con mi apellido fue tapa de Olé. En ese viaje fuimos al centro deportivo de Nike y me encontré de casualidad con Louis van Gaal, que en ese momento era el técnico del equipo. Me lo presentaron, él hablaba algo de español y, según mi hermano, me dijo: ‘¡Qué bueno que estás acá, te esperamos!’. La verdad, no recuerdo esas palabras… La idea de ese viaje era firmar el traspaso al Barcelona para incorporarme en junio, pero de un día para el otro se cayó todo. En ese momento no supe el porqué. Con el tiempo entendí que hubo un problema de comisiones que tiró el pase abajo y aprendí a estar mucho más atento en este tipo de situaciones y a leer todos los contratos. No tengo certezas ni pruebas para acusar a nadie. Lo único cierto es que se frustró una chance que sin duda me hubiese cambiado la carrera”.
Las canas que le sacó a Pellegrini
“Pasó en un partido con San Lorenzo en el Monumental. Me habían sacado amarilla a los 20 minutos de partido por protestar, y un rato después simulé un penal. El árbitro no me echó de casualidad. Pellegrini estaba loco en el banco. En el entretiempo, cuando entramos en el vestuario, me empezó a rezongar, a decirme que cómo me iba a tirar teniendo amarilla. Yo le contestaba por lo bajo, medio cocorito, a mí me cuesta quedarme callado, y le dije en un momento: ‘Bueno, entonces salgo’. Y Manuel aceptó: ‘Listo, salí’. Me saqué los botines, estaba tenso el asunto, yo era el capitán, estábamos jugando un clásico. Y ahí apareció el Chacho a calmar todo. Me llevó al fondo a refrescarme y me dijo: ‘Ponete los botines y no le contestes más’. Y fue a hablarle al técnico: ‘Déjelo, Manuel, no lo va a hacer más, vio como es Andrés, ¿no?’. Al final jugué todo el partido, ganamos 4-0 y metí un gol. Cosas como las que hizo el Chacho son muy importantes en un grupo. Referentes con esa actitud positiva de resolver situaciones son clave porque suman para la armonía grupal. Cuando unos años después me crucé a Manuel en España, en un Zaragoza-Villarreal, me dijo: ‘¿Ves las canas que tengo? La mayoría son por tu culpa’. Chacho me jode: ‘Mirá que para hacerlo calentar a Pellegrini tenías que meterle un palo en el culo, eh’. Ja, ja, tenía razón. Un fenómeno Manuel, hizo una carrera espectacular”.
Chau Mundial (I)
“Una de las cosas que jamás hice en mi carrera fue levantar un teléfono para hablar con el profe o un colaborador del técnico, con algún compañero o periodista, para meter presión o hacer lobby. Nunca le chupé las medias a nadie para jugar, y estoy orgulloso de que haya sido así. Muchos hacen ese jueguito, a mí no me va. Listo, si me querés afuera, no te voy a estar encima ni a rogarte que me convoques. Los técnicos me conocían bien, sabían cómo jugaba, cuál era mi carácter y qué podía llegar a decirles. La renuncia de Bielsa me mató. Así de crudo. No tengo dudas de que, de seguir en el cargo, al Mundial de Alemania hubiera llegado”.
Chau Mundial (II)
“A Diego lo conocí en 1995, cuando yo tenía 14 años y él dirigía a Racing. Después de un partido, me hicieron entrar en el vestuario. Lo saludé a Diego y me quedé mirándolo embobado, como nos pasó a la mayoría de las personas. Después, cuando aparecí en la Primera de River, me llenó de elogios, habló muy bien de mí, y que te nombrara Maradona en los medios de esa manera era muy groso. Estuve invitado una vez a ‘La Noche del Diez’, su programa de televisión. Y Diego vino a mi casamiento en 2005 porque Gianinna estaba de novia con mi hermano. En más de una Navidad pasé a saludar a Diego por su casa, acompañando a Marcelo. En un momento se cortó el noviazgo, bastante antes de que Diego agarrara la selección. Fue raro que no me convocara ni una vez, porque anduve espectacular esos años. Con el Inter fuimos campeones de la Sudamericana en 2008, en 2009 jugamos 6 finales y en 2010 ganamos la Libertadores. Y a fines de 2010 gané el premio al mejor jugador del continente en la encuesta del diario El País, superando a Neymar y a Verón. Fue raro, la verdad. Siempre me llevé bien con Diego, nunca tuve una discusión, así que en un momento dije: ‘Voy a tratar de averiguar qué pasó, quizás declaré algo que no le gustó y por eso me limpió’. Diego era especial, ya se sabe. Al final, un periodista que estaba cerca de las hijas de Maradona, me dijo: ‘¿Sabés por qué no estás en la selección? Porque tu hermano se peleó mal con Gianinna, y Diego la vio llorando. Olvidate, te hizo la cruz, no te va a llevar nunca’. Le pregunté a mi hermano y me dijo que tenían discusiones de adolescentes y cortó como lo hace habitualmente una pareja joven. Desde entonces creí que Diego se había quedado enojado por esa relación. No hay otra explicación. Porque no es que yo tenía la obligación de ir al Mundial, aunque estaba pasando uno de los mejores momentos de mi carrera. Lo raro es que no me haya probado una sola vez. Creo que merecía esa chance”.
La vuelta a River
“De los jugadores que conocí al llegar, el Pity fue uno de los que más me sorprendió. No lo conocía de cerca y, la verdad, es muy bueno; me llamó la atención su rapidez y cómo le pegaba a la pelota. Pasó por momentos difíciles con los hinchas, supo remontarla y terminó siendo ídolo de la gente con sus goles a Boca. El problema que tenía el Pity era que se apresuraba, no decidía bien. Charlamos bastante, tenía que tomarse un segundo más para elegir mejor. Otro que me sorprendió fue Driussi, en el área no fallaba. El Pity y Driussi andaban todo el tiempo juntos, y son muy jodones, en una semana ya me habían vuelto loco. Yo les seguía la corriente, hoy tenés que adaptarte a los jóvenes, no los jóvenes a vos, porque si no, te pasan por arriba, ja ja. Me cargaban, me decían Pelado, si perdía al pool o al ping pong se ponían insoportables, no paraban. O entraban en la pieza y me sacaban las cosas, jodas típicas de un plantel. Sabían que yo era calentón, entonces entraban en la pieza y me hinchaban los huevos, no me dejaban descansar. Yo igual lo pasé 10 puntos, era muy lindo grupo”.
El encuentro con Gallardo DT
“Gallardo me llegó en un momento importante de mi carrera. Sus entrenamientos son cortos, 40 o 50 minutos, quizás una hora, pero a full full. Tiene que ser con el estilo de juego que pregona: presión permanente, alta intensidad para recuperar cerca del arco rival y luego atacar de manera vertical. Todo esto sin olvidarnos de saber jugar al fútbol. No es nada más que correr, sino saber para la pelota, tener buenos controles, ser inteligente para elegir la mejor opción y dársela a un compañero. Te pone a propósito un reducido de marca individual para ver si te quedás parado, si tenés espíritu de grupo o no. Arma un 5 contra 5, y si no corrés, matás a tus 4 compañeros, se hace muy evidente si te quedás parado. Ahí el DT evalúa tu actitud ante la adversidad, tu reacción ante el error si perdés una pelota. Hoy más que nunca, el entrenador es un gestionador de grupo, debe ser un buen psicólogo, entender muchas veces la cabeza del jugador”.
Discusión en las duchas
“Tres días después de conseguir la Recopa arrancamos el campeonato contra Banfield en el Monumental. Hicimos un partidazo, ganamos 4-1; yo metí el tercero. Faltando 15 minutos para el final, me sacó. Y me enojé. La verdad es que me sentía bárbaro para seguir, y cuando estaba por sentarme en el banco se me acercó, y ahí me salió el calentón de adentro y le dije: ‘¡Siempre me sacás a mí!’. Terminó el partido, y Marcelo encaró para el lado de las duchas. Nunca se metía en nuestra parte del vestuario, y cuando lo vi venir supuse que algo iba a pasar, que venía a buscarme, además por su reacción en el banco. ‘Vení, Cabeza, vamos a hablar’ me dijo y me llevó al fondo de las duchas. Todavía no estaban mis compañeros. ‘Escuchame, no podés hacerme esto, el martes lo hablamos’, me avisó. ‘El martes no, vamos a hablar ahora así nos vamos tranquilos’, le propuse. Yo quería resolverlo ahí mismo. La charla estuvo bien. Le dije que me molestaba salir siempre. El me retrucó que lo había hecho para que me aplaudieran y que las decisiones las tomaba considerando siempre lo mejor para el equipo. Fue un pequeño altercado que quedó ahí, de hecho teníamos confianza por conocernos de hacía tanto tiempo. Más de una vez se acercó y me dijo: ‘Cabeza, mirá que mañana no vas de entrada, te digo para que no me pongas cara, eh’. En 2020, ya estando yo en Brasil, para mi cumpleaños 39, Marcelo me mandó un lindo saludo por Whatsapp. Un poquito me sorprendió, la verdad es que no lo esperaba. Para mí fue muy importante que se hubiera acordado. Siempre le estaré agradecido por darme la posibilidad de cumplir mi sueño de regresar a River y por exigirme para mejorar, más allá de algún entredicho menor”.
Bielsa y el D’Alessandro “ciclista”
Como ha ocurrido con muchos futbolistas de su generación, y también de la anterior, D’Alessandro no dudó a la hora de elegir quién fue su mejor entrenador: Marcelo Bielsa. Juntos ganaron el oro olímpico en Atenas 2004, logro que el fútbol argentino no había conseguido hasta allí. Y el entrenador del Leeds escribió una muy linda columna de tres páginas en su biografía. “Siempre se mostró como una persona cercana y afectuosa. Andrés era un enamorado del fútbol y luego de su profesión. Hubiera querido al fútbol del mismo modo en que lo quiere, aunque no se hubiera convertido en su trabajo”, destaca. “Gran polemista, analizaba todas las decisiones, más aún las que lo afectaban directamente. Sin embargo, aun en el disenso, siempre sentí que contaba con su adhesión. Cuestionador, pero en sintonía con los intereses colectivos y con los del entrenador, es un rebelde inconformista”, lo describe, y cierra haciendo un paralelismo con otro deporte: “En el ciclismo hay una frase que indica que, en los momentos decisivos, el que frena, pierde. Todos tienen miedo, todos conocen el peligro que implica no frenar. Algunos lo superan y otros no. Andrés es un temerario que nunca frena, que siempre arriesga. Y seguirá actuando de esa manera mientras le sea posible”.
Por su parte, Dunga, quien además de ser campeón del mundo como jugador también lo fue de América como entrenador, señala: “Yo soy gaúcho, me inicié en Inter y terminé mi carrera también en Inter, y no tengo dudas de que Dale está entre los 5 máximos ídolos de la historia del club, con Falcao, Fernando y don Elías Figueroa… En mi época de jugador teníamos una rivalidad muy grande con los argentinos, no podíamos ni vernos. Era algo mutuo. Si bien en los últimos años esa rivalidad no es la misma, es muy meritorio que Dale se haya convertido en ídolo en Brasil. Y con la 10, que en nuestro país tiene mucho valor y peso desde Pelé en adelante. Aquí existe rivalidad con los argentinos, pero también se los respeta mucho. Dale adquirió ese respeto por sus cualidades y por su comportamiento profesional. Con el paso de los años y sus acciones sociales, la gente empezó a admirarlo como hombre. Y no sólo se ganó la admiración de los torcedores de Inter. Yo converso con mucha gente del fútbol, y cuando hablamos de los jugadores diferentes, Dale siempre es citado como uno de ellos”.
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