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Alta tensión en Río con los Juegos a la vista
A menos de 300 días de la ceremonia inaugural, las autoridades de la ciudad hacen lo posible para que los dramas políticos y económicos de Brasil no afecten sus preparativos
RÍO DE JANEIRO.– - En jerga futbolera, podría decirse que la presidenta Dilma Rousseff se la pasa atajando penales. En lenguaje más formal, que Brasil atraviesa por una doble crisis: económica y -sobre todo- política. Pero Eduardo Paes, el alcalde de la ciudad que en menos de 300 días recibirá los Juegos Olímpicos, asegura que los problemas del país no afectarán la calidad de la cita: "No debería decirlo, pero creo que los Juegos deben ser la única buena noticia que la presidenta tiene en este momento".
Paes lanza el comentario ante un pequeño grupo de periodistas extranjeros a los que reunió el miércoles en un elegante salón del formidable Palacio da Cidade, sede de la alcaldía de la capital carioca. Debe saber de lo que habla, porque lo dice apenas un par de horas después de reunirse con la presidenta en Brasilia.
El alcalde es probablemente hoy la única autoridad que sonríe cuando habla de los Juegos, que no le mueven precisamente el amperímetro a Rousseff, tan lejana al deporte que designó como ministro a un pastor evangélico, George Hilton, de nula experiencia en el tema. Si el Mundial de fútbol fue un estorbo para la presidenta, que detestaba a los jerarcas de la FIFA y de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) –-no le fallaba el instinto–-, los Juegos son también un problema, porque las presiones son múltiples. La primera pasa por una comparación elemental: el país estaba mucho mejor en 2009, cuando Luiz Inacio Lula da Silva lloró en Copenhague al confirmar que los Juegos llegarían por primera vez en la historia a Sudamérica. En aquella tarde otoñal en la capital danesa también estaba Carlos Arthur Nuzman, presidente del Comité Olímpico Brasileño (COB). Como Dilma, Nuzman tampoco sonríe. Si fuera un tendido eléctrico, el presidente del comité organizador de los Juegos sería una línea de alta tensión. Altísima.
"Tenemos gastos en reales y en dólares", responde de mala manera a LA NACION cuando se le pregunta en qué sentido afecta a la organización la fuerte devaluación del real, que todo apunta a que no llegó a su fin. Nuzman está en uno de los salones del Copacabana Palace, el hotel más emblemático de la ciudad, y se eriza cuando se le plantean "ejemplos" de grupos beneficiados y afectados por la devaluación. "Ejemplos, ejemplos. Prefiero no poner ejemplos, yo no pongo ejemplos. ¿Los turistas? No son mi obligación, yo presido el comité organizador".
Aquel que no haya tratado a Nuzman podría asombrarse por el trato que es capaz de dispensarle a su interlocutor. Los que lo conocen, en cambio, saben que sus cambios bruscos de humor forman parte del inventario, están ahí desde siempre. Ex jugador de vóleibol, el empuje y la convicción de Nuzman de que Río se merecía los Juegos fueron clave, imprescindibles para la victoria de la candidatura. Aquella fue de hecho la frase fetiche para seducir a los miembros del COI: "Nos los merecemos". Sin Nuzman, que entusiasmó y arrastró a Lula a una simbólica victoria sobre Barack Obama, que respaldaba a Chicago, y vendió la imagen de Brasil como nunca se había hecho a nivel olímpico, los Juegos del año próximo se celebrarían en Madrid.
¿Por qué entonces tanta tensión? Más allá de que días antes los ciclistas del BMX le habían generado a Nuzman un fuerte disgusto al negarse a competir en una flamante pista reglamentaria, el panorama no es en absoluto oscuro. Nadie duda ya a esta altura de que las obras estarán a tiempo y de que los Juegos serán un éxito, más allá del lamentable estado de la Bahía de Guanabara, una cloaca a cielo abierto y sede de la vela, y de la laguna Rodrigo de Freitas, sede del remo y el canotaje.
Lo cierto es que hay tensión en Río 2016, y mucha más en su jefe. Las explicaciones son varias, aunque se resumen en una: Nuzman necesita sobreactuar su fortaleza para mantener el control. Por un lado, tiene ya 73 años, una salud resentida y redobladas presiones. Además, su relación con Rousseff es claramente mejorable y Paes es cada vez más el "dueño" de los Juegos. Tan dueño, que en el COI lo prefieren a él antes que al poderoso Nuzman de los inicios.
"Por suerte el poder no está en manos de Nuzman, sino de Paes, que parece a veces un poco loco pero hace muchas cosas", graficó a LA NACIÓN una alta fuente del COI que, con tanta sinceridad, no sorprendió al pedir reserva de su nombre. "Es simple, el comité organizador no tiene dinero. Y el gobierno federal no se involucra, está en otras cosas", añadió el experimentado dirigente, que demostraba así conocer al detalle lo que sucede hoy con Río 2016.
El comité organizador se sitúa en una zona de la ciudad conocida como "Cidade Nova". Sus oficinas, en las que trabajan unas 2000 personas, están hechas con containers. Meses después de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos, la estructura será desarmada por completo. El edificio es un canto a la sustentabilidad, pero en su interior se está luchando por otro tipo de equilibrio, el presupuestario. La devaluación del real, que beneficia a los visitantes, complica la vida del comité organizador, que está buscando las fórmulas más imaginativas para ahorrar gastos y recortar lo ya comprometido. Así, en la Agencia Mundial Antidoping (AMA) están convencidos de que tendrán que poner dinero para sacar adelante ese laboratorio que Brasil aún no termina de concretar. "Si tenemos que poner 20 personas lo haremos. Pero costará dinero, claro".
Tan hiperactivo como Nuzman, Paes parece estar hecho de otra madera: las dificultades le arrancan una sonrisa. Hiperflexible en su pragmatismo político, cambió de partido, se lleva bien con Lula tras criticarlo duramente y a sus 45 años se lo ve ya como un futuro serio contendiente por la presidencia. De buena sintonía con Mauricio Macri, no dudó en llamar a Daniel Scioli cuando supo que las encuestas lo sitúan en una buena posición.
"No somos aún una ciudad segura, no", admite cuando se le pregunta por la inseguridad un Paes que casi podría decirse que se divierte con los obstáculos. El mayor -o el más mediático a nivel olímpico- surgió un año y medio atrás, cuando John Coates, miembro australiano del COI, criticó durísimamente a la organización mientras en otros niveles se hablaba de "Plan B" si Río no cumplía. El alcalde carioca recuerda un consejo que le dio alguna vez el español Pascual Maragall, que ocupaba su misma posición en los años de Barcelona 92: "Hagas lo que hagas no te van a quitar los Juegos".
"Y es así –-confirma Paes–-. Cuando en abril de 2014 se habló del ‘Plan B’, yo no perdí ni una hora de sueño.".
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