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All Blacks: si todo es político, el haka también
La lengua de TJ Perenara amenaza como la de una serpiente venenosa. Los ojos desorbitados. En blanco. Las contorsiones faciales intimidan. El grito maorí es feroz. Las manos golpean un cuerpo eléctrico que se conecta con los compañeros que lo rodean. Y que abre la tierra y llega hasta los ancestros. “Una forma humana espantosa y deforme”, describió la primera vez que vio un haka el conquistador inglés, que intentó prohibirlo, sin éxito. Perenara comanda ahora su haka número 64. Un récord. Lo hace tan bien que ningún All Black lo lideró tantas veces como él (TJ hasta se casó haciendo un haka). Pero este haka 64° (23 de noviembre pasado, antes del triunfo 29-11 contra Italia en Turín) es especial. No solo porque es el último antes de su partida al rugby japonés, sino porque Perenara, en plena danza, decide hablar de lo que está pasando en Nueva Zelanda, su país. “La soberanía de la tierra permanece”, dice TJ. “La soberanía del pueblo permanece, el Tratado de Waitangi permanece”.
El acuerdo que los jefes maoríes firmaron en Waitangi con la Corona Británica en 1840 fue casi siempre palabra sagrada en Nueva Zelanda, hasta que en 2023 asumió el nuevo gobierno, una alianza conservadora del Partido Nacional con los los nacionalistas “anti-woke” de New Zealand First y los libertarios de ACT New Zealand. Impulsores del proyecto reformista, los libertarios afirman que los derechos deben ser iguales para todos. Pero los maoríes, casi un veinte por ciento entre los 4,5 millones de neozeladeses, tiene los peores índices de pobreza, adicciones, violencia, suicidio juvenil y población carcelaria. Cuatro años atrás, Stuff, uno de los grupos mediáticos más poderosos del país, pidió disculpas por haber ejercido medio siglo de cobertura “racista” sobre ellos. En noviembre pasado, miles de ciudadanos, maoríes y no maoríes, salieron a las calles durante nueve días, una histórica marcha de protesta (hikoi) que llegó a Wellington, la capital. Hana-Rawhiti Maipi-Clarke, 21 años, la diputada más joven en 170 años, protestó en el Parlamento con un haka que se hizo viral. Y luego fue el turno de Perenara. TJ avisó al plantel que su haka sería por la unidad (kotahitanga). Todos lo apoyaron.
Hubo quejas en las redes. Que Perenara “manchó” el haka sagrado. Que a los deportistas “solo queremos verlos, no oírlos”. Y, latiguillo eterno, que “el deporte no debe mezclarse con la política”. Dave Seymour, líder libertario, arquitecto del proyecto anti Tratado, afirmó que “ser muy bueno en el rugby no brinda habilidades extras” y, de paso, aprovechó para criticar el momento de los All Blacks (tan irregular que su entrenador, Scott Robertson, pide seguir el ejemplo de Sudáfrica y romper con la norma de no convocar a los jugadores que se van a jugar al exterior). Los estatutos del rugby neozelandés tienen un viejo compromiso con Waitangi. Sin embargo, delicado equilibrio con patrocinadores y todos los fans, las palabras de Perenara en el haka contra Italia fueron excluidas de las redes oficiales de los All Blacks. “No sé si alguna vez en toda su historia el haka había sido censurado antes”, se lamentó la exlegisladora maorí Louisa Wall.
“The New Zealand Native Team”, un equipo con mayoría de rugbiers maoríes, hizo el haka en 1899 en la primera gira a las islas británicas, 107 partidos en seis meses, 78 victorias y alguna derrota con trampa, al punto que hubo jugadores que abandonaron furiosos un partido, lo que indignó a la Corona, que exigió disculpas públicas. El haka se repitió en 1905, una gira fundacional para los All Blacks, 31 triunfos en 32 partidos, 830 puntos a favor, 39 en contra y el rugby agresivo, científico y de manos que comenzaba a asombrar al mundo. Para algunos historiadores, Nueva Zelanda, disciplinada y hasta orgullosa colonia británica, se rebeló al colonizador a través del rugby, duro, con reglas propias, casi profesional, haka incluido. Si la danza tribal es un símbolo del poderío All Black (el gobierno pagó derechos de creación a la tribu maorí Ngati Toa), sus jugadores no podían dejar solo a Perenara.
El medio scrum es tal vez el All Black con mayor compromiso social. Defendió derechos LGBT y a Black Lives Matter. Criticó unos viejos tuits homofóbicos de la estrella australiana Israel Folau. Protestó en 2019 contra un proyecto de viviendas en sitio sagrado y habló de racismo, discriminación, inclusión e igualdad. Si “todo es político”, los All Blacks también. Desde la recepción oficial tras aquella gran gira de 1905, hasta partidos polémicos contra la Sudáfrica del apartheid, además de maoríes segregados de convocatorias en 1928, 1949 y 1960. Los All Blacks son parte de la conversación nacional en Nueva Zelanda. Figura clave para recuperar estos últimos años la mentalidad All Black, el preparador Gilbert Enoka, maorí él, orfanato, padre alcohólico, privilegió desde siempre la cultura del conjunto. Pero también advirtió que un equipo debe ser algo más que una pelota. “Si el único bloque que tienes es el rugby”, dijo Enoka, “colapsarás”. Perenara lo sabe mejor que nadie.
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