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Alfaro Moreno: “Me enferma que un jugador pierda un partido y cambie la camiseta”
Presidente de Barcelona de Guayaquil, el exdelantero analiza el negocio del fútbol y el nuevo perfil de los jugadores; “Con el título de exfigura o gloria del club no alcanza para saber gestionar”, avisa
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El ‘Beto’ Alfaro Moreno no reniega de la Argentina, al contrario. Todos los años viene de visita. Si la patria es la infancia, en su corazón están Castelar y su madre, Marta, que vive en la casa de siempre y lo espera con esas pizzas y empanadas que son la especialidad. Pero Guayaquil es su lugar en el mundo. “Estoy muy orgulloso de tener la nacionalidad ecuatoriana por adopción. Como me dijo una vez un presidente del Barcelona, don Isidro Romero, mientras dábamos una vuelta olímpica: ‘Vas a enterrar tus huesos aquí’. Y estoy seguro de que así va a ser, voy a enterrar mis huesos acá…, espero que no sea pronto nada más, jajaja”, bromea. Pero lo dice muy en serio.
A los 57 años, ahora el presidente de Barcelona es él. La identificación y el sentido de pertenencia es absoluto con el club. Cumplió todas las funciones y construyó una idolatría. Disfrutó de las Fiestas en familia junto al océano Pacífico, en Punta Barandúas, cerca de Salinas, y su despacho en el estadio Monumental lo vuelve a atrapar en la mitad del mandato. “Ser dirigente, ser presidente, desde luego que es mucho más esclavo que ser futbolista. Ahora valoro y añoro la hermosa vida que teníamos en nuestra época de jugadores. Nunca más hubo algo que pudiera colmarme como aquellos años de jugar al fútbol”. Pura nostalgia.
-¿Las presiones del presidente en que se diferencian de las del N° 9 que vive del gol?
-Ahora es peor. Antes dependía de un equipo y adentro de la cancha. Ahora, empieza el partido y no queda otra que sufrir. Pero el gran secreto es saber rodearte de profesionales idóneos en cada área. Saber delegar. En el club tenemos un organigrama corporativo, liderado por gerencias: administrativa, financiera, jurídica, societaria, marketing, comunicación y deportiva. Hay tres vicepresidentes, todos desembocan en un director general, que a su vez reporta al directorio. Sé que soy un presidente especial, por mi perfil deportivo y por ser quién fui. Soy parte, también, de la secretaria técnica, y me apasiona reunirme cada semana con el entrenador y con el vicepresidente deportivo. Disfruto mucho esta función, pese a la situación financiera con la que recibimos al club. Más del 60% de Ecuador es hincha del club, es una enorme responsabilidad y hay una exigencia gigante… Escucho todos los días lo que se dice de Boca y es algo muy similar acá. Exigencia permanente. Aprendí a convivir con eso y me encanta, no concibo otra manera para que este tipo de clubes sigan siendo grandes: es por la presión de su gente. Pero hay que saber rodarse del personal que sepa soportarlo, y hablo desde los jugadores hasta el último de los empleados.
-En función de quién fuiste, ¿cómo manejás los límites con el entrenador o con un delantero, por ejemplo? ¿Te involucrás en temas tácticos o de definición?
-De varios impulsos…, me privo. Me contengo. Cuando es un consejo, o una mano en el hombro a un delantero, tipo ‘tomate un instante más en el área’ sí, lo hago por mi historia… Con el entrenador busco tener una relación fluida y mínimo una vez por semana nos reunimos y hablamos, debatimos. Pero el entrenador jamás debe perder su esencia, y los errores y virtudes del armado del equipo son siempre de él. El dueño del plantel es él, y nosotros los encargados de darle variantes y herramientas.
-¿Cuando apareció la vocación por la gestión?
-Creo que estuvo siempre. Porque siempre me preparé, pero para todo. Por ejemplo, cuando ni lo esperaba, apareció la comunicación en mi vida y me fui apasionando. Me retiré en 2002, e incluso cuando ya era vicepresidente de Barcelona, seguía trabajando como comentarista en el canal RTS. Ya electo presidente, decidí postergar temporalmente esa faceta, que me apasiona y confieso que extraño. Como comentarista de fútbol pude volver a lugares donde había jugado, comenté y estuve en Champions, Europa League, Copas América, mundiales, pude entrevistar a grandes jugadores y amigos como al ‘Cholo’ Simeone, a Valdano, a Basile, a Bilardo y a tantos más. Y todo eso lo pude hacer mientras, también, diseñaba en los ‘90 y a principios de este siglo un proyecto de escuelas formativas. Crecieron muchísimo. Y cuando me ofrecieron la vicepresidencia de Barcelona, se fusionó este emprendimiento con las menores de Barcelona, donde no había mucho trabajo. Hoy, Barcelona tiene más de 50 escuelas en el país, tres sucursales en Nueva York y una en Barcelona, España, por la cantidad de inmigrantes ecuatorianos que viven en la zona. Se generó una marca. Y descubrí, también, una misión en la vida. Ambas tareas, en definitiva, creo, hablan de mis inquietudes, de mis ganas de involucrarme en emprendimientos, que sin dudas estaban en mí desde mucho tiempo. Cuando el jugador se apagó, fueron brotando.
-Futbolista, entrenador, comentarista, secretario técnico, dirigente… ¿Qué aprendiste de esta visión 360°?
-Yo siempre tuve claro que no iba a ser entrenador, pero me tocó dirigir a Barcelona, interinamente, un par de partidos, por pedido del presidente de entonces. Era un momento de transición y yo estaba recién retirado. Pero soy muy respetuoso de la vocación de entrenador, y nunca fue una vocación para mí. Yo tuve durante dos años de técnico a Bilardo en la selección, y al mismo tiempo, coincidía con el ‘Indio’ Solari en Independiente. Por ellos me volví obsesivo de los detalles y los cuidados. Fui tan exigente conmigo, y lo sigo siendo, que en el día a día sería insoportable para el jugador estar conmigo. Lo tengo claro. Asumí que hay un solo camino al éxito: vivir para el fútbol. Pero cuando me retiré dije que no quería vivir así…, y mirame ahora, presidente, sufriendo cada domingo. Es una manera de ser, de sentir, de vivir, que irá conmigo hasta el final.
-Como un exjugador volcado a la gestión, te agradará ver a los Verón, Riquelme y otros dedicados a la dirigencia…
-Me encanta ver cada día a más exjugadores volcados a la dirigencia, especialmente si son representativos para esas instituciones. Ahora, con el título de exfigura o gloria del club no alcanza para saber gestionar. Hay que prepararse siempre. Yo soy hijo de una mamá docente, y si no tenía excelentes calificaciones no me dejaba ir a entrenar en la época de Platense. Hice un par de años de la carrera de Administración de Empresas en la Universidad de Morón, estudié Tecnología Deportiva en la Universidad de Guayaquil y soy licenciado en Comunicaciones en la Universidad Casa Grande. Para representar bien a un club hay que es prepararse. Con la chapa del apellido no alcanza. Yo no llegué a ser presidente de un club de un día para el otro, hay que prepararse.
-En la Libertadores 2021 sólo Barcelona se filtró en las semifinales entre los brasileños. ¿Ese escenario, incluso, puede acentuarse?
-Las grandes diferencias económicas, que se originan en los valores por los derechos de televisión, acentúan la brecha, sí. El presupuesto de costo del primer plantel de Barcelona para la temporada 2021 fue de 10.5 millones de dólares, y nos enfrentamos con Flamengo, que rondaba los 300 millones anuales. Y en la antesala de la semifinal de la Copa, seguía contratando y repatriando de Europa a figuras estelares. Se habla mucho de ‘Fair Play financiero’, pero creo que los entes organizadores de las competencias, en este caso la Conmebol, son los que se tendrían que encargar de los controles.
-Como al futbolista, de repente, se le acercan los ‘amigos del campeón’, ¿al presidente le llegan supuestos negocios imperdibles…?
-¡Qué pregunta…! Sí. Pero al ser comunicador voy a intentar contestarte con sutileza: es una buena estrategia, cada dos o tres meses, cambiar el número de teléfono. De lo contrario, cualquiera, pero cualquiera, te escribe para intentar meterte un jugador, para ofrecerte entrenadores… Después de perder en la semifinal de la Libertadores, perdimos cuatro partidos seguidos en la liga ecuatoriana, y eso para Barcelona es una hecatombe. Tenía en un momento 186 mensajes sin abrir de empresarios enviándome carpetas de entrenadores. Yo siempre he sido un tipo de una enorme fe y muy familiero, y esa ha sido mi gran contención. Direcciono mi energía a los temas realmente importantes.
-Administrás dinero que no es tuyo.
-Sí, claro…., lo más importante, para mí, el día que me vaya de este cargo, es que la gente me quiera y me respete como cuando dejé de jugar. Ese es un gran desafío que tomé: poner en riesgo el cariño y el respeto de los hinchas y de los socios. Porque eso es lo más sagrado.
-¿Pusiste en juego la estatua de Alfaro Moreno en Barcelona? La figura de Passarella aparece como un fantasma…
-Sí, porque los resultados son ingratos. Pero las personas inteligentes, lo que terminan midiendo, es la administración. Y en eso está prohibido fallar. La prioridad es hacer lo correcto en el marco legal e institucional, y después, si acompañan los resultados, mucho mejor, extraordinario. Pero sino, se habrá hecho una muy buena gestión administrativa que son los auténticos pilares para el crecimiento de un club. Un gol errado me lo podían perdonar, una mala gestión, no.
-Ahora hay otro Alfaro que es noticia en Ecuador…
-Sí, Gustavo. Ecuador está realizando una campaña extraordinaria, con un equipo joven, que nos llena de orgullo. Si en los ‘90 estaba todo por hacer, esta actualidad nos demuestra que hay muchos proyectos gracias a un buen trabajo formativo. Esta es la consecuencia. Por la naturaleza del futbolista ecuatoriano, su biotipo e idiosincrasia, faltaba acentuar el trabajo en la formación. Y además, claro, hay una muy buena gestión de Alfaro y su cuerpo técnico. Volver a los mundiales en muy bueno para el fútbol ecuatoriano. En 2001, Ecuador no había participado ni en una Copa del Mundo, y del 2001 para acá ha sido casi lógico y normal que participe. Por accidente quedó afuera de alguna, pero Ecuador ha crecido muchísimo. Ya tiene jugadores en el exterior, algunos en Europa, otros permanentemente en México, e inclusive en la Argentina. Eso habla del crecimiento general, y del trabajo de Gustavo. Estamos felices porque estamos a un pasito de Qatar.
La astucia en el área, la zurda como un látigo
-¿Qué opinás de la selección argentina de Scaloni?
-En el fútbol, la única lógica es el trabajo y respetar los procesos. Y si algo valoro de esta administración de la AFA es que respetó un ciclo… Hoy es muy fácil subirse a la ‘Scaloneta’, pero hubo un respaldo previo a la continuidad. Y todo desembocó en el éxito en la Copa América que, a tan poco tiempo de Qatar, nos pone entre los candidatos. A diez meses del inicio de una Copa del Mundo no podemos estar mejor.
-¿Seguís el fútbol argentino?
-Lo sigo permanentemente. Especialmente a los equipos con los que estoy identificado: Independiente y Platense. Me había invitado el ‘Bocha’ para su homenaje, con la nueva denominación del estadio, pero por los problemas en los vuelos en medio de la pandemia no pude estar ese día, y si llegué algunos después. Estuve 5 días en diciembre y uno fue completo para Bochini. También fui a ver el partido Platense-Vélez y estuve con Carlos, con Tevez, acordado su invitación para la Noche Amarilla. Será la estrella de nuestra fiesta anual el 29 de enero.
-Dos equipos con sensaciones extremas: el renacimiento de Platense e Independiente en crisis.
-Con Platense hicimos un acuerdo interinstitucional, con la cesión de chicos, incluso para un equipo filial que tenemos que se llama Toreros Fútbol Club. Ver a Platense en Primera es un orgullo, realmente me colmó. Siempre me hacen sentir muy bien en el club. E Independiente siempre ha sido un club politizado, que atraviesa convulsiones, con un paladar negro que lo condiciona…, pero a la distancia siempre hago fuerza para que el Rojo esté en el lugar que se merece.
-¿Cómo analizás a la distancia el ‘fenómeno Gallardo’?
-River es un ejemplo a seguir, no solo Gallardo, que desde ya, está haciendo un trabajo extraordinario. Porque el club ha confiado siempre en la continuidad, porque también atravesaron momentos adversos, y lo más fácil hubiese sido echar al entrenador. Ambos son un ejemplo de identidad. Envidiable.
-¿Es difícil jugar con Maradona y con Bochini? Hay que estar a su altura para no arruinar sus genialidades…
-Le doy gracias a Dios todos los días por habérmelo puesto en mi camino al Bocha. Alguna vez declaró que sus socios ideales, en 20 años en Independiente, fueron Bertoni, Burruchaga y Alfaro Moreno, en el final de su carrera. Eso me marcó. Es un amigo, concentrábamos juntos en sus últimos años y compartí muchas cosas lindas adentro y afuera de la cancha. Haberme entendido de esa manera con él es un gran orgullo. ¿Si fue difícil? Al principio, sí. Yo venía de Platense, un equipo que esperaba y contragolpeaba, e Independiente era exigente y protagonista. Entonces aprendí a moverme con él, con Bochini. Tuve largas charlas y entendí que debía devolverle rápido la pelota…, los goles más hermosos de mi vida los hice al lado de él. Es fantástico lo que han hecho bautizando el estadio con su nombre. Esos homenajes se hacen en vida, es hermoso.
-¿Cambiaron los futbolistas con respecto a tu generación?
-Los futbolistas cambiaron porque cambió el mundo. Me costaría decir qué es mejor y qué es peor… Nosotros también sabíamos que de alguna manera éramos nuestra propia empresa, yo era consciente de que podía hacer una marca de mi apellido. Yo primero iba con el dedito al banderín del córner después de los goles, después empecé con el avioncito…, fui el primer jugador en la historia expulsado por festejar sacándose la camiseta. Evidentemente la globalización cambió las reglas. Y las redes sociales. No puedo decir aquello o esto… me quedo, sí, con los valores, los códigos que aprendí de los jugadores de selección campeones del mundo: que hay que vivir para la profesión, que hay que cuidarse, que el jugador de selección o de equipo grande es jugador las 24 horas y no solamente cuando se pone la camiseta. Y ese jugador no se cansa, no tiene frío ni calor, no se queja nunca porque es un bendecido. No concibo que un futbolista no viva para su profesión. Yo me formé así y trato de contagiárselo a quienes defienden la camiseta de Barcelona. Después, no puedo luchar contra la modernidad cuando veo que un jugador, apenas termina el partido, tiene el impulso inmediato de agarrar el teléfono. Eso no se puede combatir, pero sí creo que hay que tratar de limitarlo, bajándoles línea de organización deportiva. No prohibir esa modalidad, pero lograr que no tome ribetes desubicados. Por ejemplo, a mí me enferma que un jugador pierda un partido y cambie la camiseta. Al hincha eso le molesta. Hay que ponerles una mano en el hombro y, con afecto, convencerlos del camino correcto.
-¿Creés que entienden el poder de su imagen, de su influencia social?
-La penetración que hoy los futbolistas tienen sobre los jóvenes es increíble. El jugador de selección y de equipo grande debe ser inteligente, y no tiene por qué publicar si se compró un auto de 100 mil dólares. No corresponde, especialmente con la crisis que atraviesa el mundo. Tampoco tiene por qué publicar si está en una isla paradisíaca con su novia… Ahí, también, se mide la inteligencia de un futbolista de primer nivel. Eso me enseñaron a mí y creo fervientemente en ese legado. La discreción es una virtud que muchos no dominan.
-…Entonces, volviendo a aquello de enterrar tus huesos… ¿no regresarás a la Argentina? ¿No te entusiasmaría liderar un proyecto en el país?
-No. No, la respuesta es no. Porque de otro modo sonaría a que soy un argentino que está de paso en Ecuador y un día va a volver a su país. Yo soy un guayaquileño más. Amo Guayaquil, amo Ecuador. Si pasada esta etapa dirigencial en Barcelona se presentase un proyecto en la Argentina, podría escucharlo…, es trabajo, ¿no? Pero hoy… no, no, sinceramente no lo veo en mí futuro.
De los pinchazos a Maradona a la revelación para Simeone
Habla de Maradona, habla de Bochini… y revela: “Soy Beto por otro mago”. ¿Por qué a Carlos Alejandro Alfaro Moreno le dicen Beto? Por su padre y por Norberto Alonso. “Apenas nací, mi papá ya me cubrió con la camiseta de River. En el barrio, chiquito, jugaba con los pibes y relataba ´la lleva el Beto, la lleva el Beto…' Era zurdito… y me quedó Beto para siempre”. Pero Alfaro Moreno se probó en Boca, y lo dejaron libre en octava división. Platense abrió las puertas de su carrera, como muchos años después, Guayaquil conquistó su corazón. “Llegué en 1994 por primera vez. Volví en 1998 y en 2000 conocí a quien hoy es mi esposa y ya me radiqué en Guayaquil. Llevamos 22 años juntos, nos casamos, tengo mis hijos acá…”
Cuando el Beto dice ‘tengo mis hijos’, son todos. Cuatro. Dos del matrimonio anterior y dos del actual, con la ecuatoriana Yesenea. Viven los seis juntos. Flor, la mayor, es periodista deportiva. “Me critica más internamente que públicamente”, bromea Beto. Gonzalo, futbolista, de 25, que jugó en la primera de Barcelona y ahora irá en préstamo a Dorados de Sinaloa. Y los más chicos: Alejandro, de 18, músico, a un paso de terminar el secundario, y Yesenea –como su madre–, de 15. En la charla, Alfaro Moreno no se ahorra expresiones que descubren sus creencias. “Siempre profesé una profunda fe. Desde mi hogar. Hice el colegio Hermanos Maristas, en Morón, pero desde hace algunos años descubrí una relación mucho más profunda a través de la religión evangélica. Mucho más directa y real en el vínculo con Dios. En cualquier decisión importante, es él quien nos otorga sabiduría”, confiesa.
El Beto se siente bien ecuatoriano, pero la selección argentina es una debilidad. Participó de los Juegos Olímpicos de Seúl ‘88, la Copa América de Brasil ‘89 con Bilardo…, y volvió con Basile en 1991. “Tuve en la selección una historia particular, hermosa, con dos entrenadores muy diferentes. Si algo me faltó en mi carrera fue jugar un Mundial. Creo que en Italia ‘90 debí estar [además de Caniggia, fueron Balbo y Dezzotti], pero hoy, más allá de aquella decisión que tomó, valoro enormemente todo lo que aprendí de Bilardo”. Y recuerda el día de la desafectación. “Nos citó Carlos, al ‘Cholo’ y a mí. Primero entré yo y salí llorando. Y el Cholo apenas me vio, me dijo: ‘la puta madre, ya sé que no voy al Mundial’. Nos quedamos en la puerta”.
Pero retomó el vínculo. “Con el ‘Coco’ Basile fui parte de los primeros 25 convocados de un nuevo ciclo, fuimos los que inauguramos el predio de Ezeiza, porque esa generación, antes, entrenaba en Empleados de Comercio, también en Ezeiza. Los que veníamos de antes estábamos acostumbrados a la formalidad de Bilardo, y con ‘Coco’ fue un cambio radical: el ‘Coco’ es un maestro de la verborragia y la motivación. Nos sentó el primer día y nos dijo: ‘Señores, para mí, el jugador argentino es el mejor del mundo, y ustedes, por consiguiente, son los 25 mejores del mundo’. No sabés cómo salimos de esa charla, no pasábamos por la puerta”.
Aparece Maradona en la charla. El Beto le amargó el regreso oficial a la Argentina, en Newell´s, en octubre de 1993. Independiente ganó 3-1, con tres goles, y de cabeza, de Alfaro Moreno. “Diego era tan especial…, todos recordamos ese instante que pasó por nuestras vidas porque nos marcó para siempre. Soy de esa generación que nos sumamos a los campeones del mundo del ‘86; los habíamos visto por televisión y de repente nos pellizcábamos para ver si era cierto que estábamos entrenándonos con ellos. Caniggia, Troglio, Sensini, Balbo, Basualdo, el ‘Cholo’ Simeone… y lo teníamos a él al lado. Recuerdo la Copa América de 1989; estábamos en Goiania, en Brasil, y esa mañana había llegado Diego, el mejor del mundo, que venía ganando todo con Napoli. Y en el primer almuerzo vino a la mesa de los jóvenes y sabía absolutamente todo de cada uno de nosotros: ‘Alfarito, salieron campeones con Independiente, te felicito, mirá los goles que hiciste…’, me dijo. Era uno más como compañero. Irradiaba era liderazgo y amor por la camiseta argentina”.
“En esta Copa estaba con un problema de ciático, le dolía mucho la espalda. Íbamos a jugar contra Bolivia, y sin desmerecer a nadie, podía saltearse ese partido. Pero no. Los que íbamos al banco lo sosteníamos en la camilla, el doctor Madero le metía la aguja para infiltrarlo en la espada… y entraba para jugar con Bolivia, con el pecho inflado, con la cinta en el brazo y gritaba el himno. Si eso hacía Diego, ¿qué quedaba para nosotros, los seres normales.? Era sencillo, y para el tipo, la camiseta de la selección era la bandera, era sagrada”.
Y aparece Lionel Messi, también. “Fui a cubrir la Copa Argentina de 2011 en la Argentina, me lo crucé en el predio de la AFA y conversé un ratito. Me pasó con él, con Mascherano, con Riquelme, con Tevez… Yo no puedo decir que al escuchar mi nombre no se hayan portado bien, al contrario, siempre se pararon, una nota, una palabra. Yo siempre pienso que, en el fútbol, para cada generación siempre es más difícil jugar. Pero, también, si ves las patadas que le daban a Diego, que nos pegaban a nosotros, ahora hay muchas más cámaras y el futbolista está más protegido. Maradona, Bochini, Lionel, todos son extraordinarios. Yo valoro mucho el perfil de Messi, muy familiero, es un ejemplo, y sabemos que miles de chicos lo están mirando. Y en ese aspecto, el tipo es para sacarse el sombrero”.
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