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Alan Pichot, el prodigio del ajedrez argentino que maravilla al mundo
Conoció el deporte cuando asistía al jardín de infantes y nunca más lo abandonó; pasó de jugar con sus amigos a disputar la “Champions League” de la disciplina
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Cuando tenía cuatro años, en pleno jardín de infantes, Alan Pichot encontró su verdadera pasión: el ajedrez. “Un amigo me invitó a la casa, y él tenía un hermano mayor que estaba en segundo grado. Y ahí se puso a jugar en la mesa al ajedrez con el padre. Yo vi eso y me gustó. Les empecé a pedir a mis papás que me enseñen, pero medio que al principio no querían porque era muy chico, pero al final los convencí”, relató.
Allí comenzó una relación que se mantiene hasta hoy. Tras persuadir a sus padres, emprendió las clases en el club Torre Blanca, ubicado a 10 cuadras de su casa en el barrio de Almagro. “Me quedaba dormido en las clases, a esa edad es muy raro jugar al ajedrez. Pero me fui enganchando, jugué algunos torneos, siempre salía último, pero de a poco iba mejorando”.
En la primaria, debió jugar al fútbol o el básquet, deportes que no encontraba estimulante. “La escuela siempre fue complicada, mis amigos del ajedrez, que siguen siendo los mismos de hoy, eran seis u ocho años más grandes. Me sentía incómodo”.
Con el tiempo, el talento empezó a asomar en sus partidas: “Un año muy importante fue el 2008, cuando yo tenía 10 años. Ahí gané el primer Panamericano sub 10 y pude conseguir los fondos para ir a mi primer Mundial sub 10 en Vietnam. Viajé a la Copa del Mundo y fue increíble. Salí quinto empatado en el tercer puesto. Fue como decir, ‘guarda, tiene potencial’”.
Los deportistas amateurs a menudo enfrentan problemas a la hora de recaudar fondos para poder competir, pero en el caso del ajedrez la tarea es incluso más complicada. “Cuando empecé eran épocas más difíciles, había que salir a juntar plata y conseguir apoyo de varios lados con mi familia, era todo muy a pulmón. Pero una de las grandes claves que tuve y tengo, es el apoyo de mi familia sin que me presionen, como le ocurre a varios chicos. Actualmente nos mantenemos con los premios de los torneos y ya es otra cosa”.
En 2013, luego de ausentarse de la edición anterior del certamen por falta de recursos, se dio la gran cita. Alan se consagró en la Copa del Mundo sub 16 de Sudáfrica. “Después de mucho esfuerzo pude viajar solo con un entrenador. Y lo gané. Ese título fue muy importante. Hoy tengo dos sponsors que conseguí en aquel mundial. Además, tuve más difusión, fui tapa de algunos diarios. Hacía más de 20 años que un argentino no ganaba un mundial individual. Tenía un nivel mucho más bajo, pero para la edad era bastante bueno”.
Luego del torneo internacional obtenido, logró el título de Gran Maestro que es “lo más importante a lo que un ajedrecista puede aspirar”, contó, y se convirtió en el argentino más joven en participar de una Olimpíadas de Ajedrez. Pero aquella cita le abriría un nuevo desafío en su trayectoria. “Jugué mis primeras Olimpíadas y me di cuenta que estaba lejos de mis compañeros. Estaba entre los cinco mejores del país y me di cuenta que la diferencia era el estudio. Yo jugaba, tenía talento y me había ido bien, pero para subir mi nivel era clave ponerme a estudiar y eso fue lo que cambió”.
En este sentido, Alan aseguró: “Me puse a estudiar de verdad y esa fue mi primera mejora real en el ranking. Además empecé a prepararme con otro entrenador y me ayudó mucho desde ese momento hasta mediados del 2019, que fue donde le dije que me sentía preparado para un escalón más”.
Desde junio de 2019 hasta marzo de 2020, se dio un salto impresionante en su nivel que se tradujo en el ranking nacional e internacional. “Fueron 60 o 70 puntos. Es como pasar de ser el quinto mejor de Argentina a ser el primero”, amplió. No obstante, esta remontada se encontraría, como todo el mundo, con un elemento inesperado: el coronavirus.
“En mi mejor momento llegó la pandemia y se detuvo todo. Fue muy loco, estaba en Barcelona disputando un torneo semanal y con un tour planeado por varios países de Europa y Asia”, comentó.
En medio de un contexto de incertidumbre, “de golpe dijeron que se suspendía el torneo de Barcelona, ya no tenía nada que hacer allá, pero conseguir pasajes fue una odisea”, contó. Al enterarse de la cancelación, Alan debió moverse rápidamente para lograr regresar a la Argentina. Finalmente, el 14 de marzo consiguió vuelo para volver a país y el 15 de ese mes, España decretó el Estado de emergencia. “Tengo varios amigos que se quedaron varados allá seis meses, tuve mucha suerte”, reconoció y agregó: “Fue la primera vez en toda mi vida que pasé más de tres meses sin sentarme a jugar en un tablero, no sabés lo que se extraña, además, nosotros vivimos de esto”.
La pandemia detuvo por dos meses la actividad hasta que en mayo del 2020 se restauró con algunos torneos virtuales aunque “al principio jugaba varios en algunas páginas pero en un momento me aburrí, y además, no es lo mismo, no te podés concentrar igual porque vivís con gente alrededor y hay muchos temas de trampas en Internet, entonces me dediqué a estudiar”, expresé Alan.
Luego del tiempo de confinamiento dedicando sus esfuerzos al estudio del ajedrez y a trabajar en una empresa, hace unas semanas recibió una noticia que lo insertó nuevamente en los primeros planos del mundo. “Me llamaron para invitarme al torneo Magnus Carlsen Invitational [una suerte de Champions League de esta disciplina que otorgaba 220.000 dólares en premios], fue muy loco, entré re contra por la ventana”, reconoció.
El lunes 8 de marzo era un día en la nueva normalidad de Alan, hasta que a las 17 horas recibió un sorpresivo llamado: “Me llamaron para invitarme al clasificatorio porque se había bajado el noruego [Johan-Sebastian] Christiansen, pero tenía que jugar el martes a las 13 horas, fue muy rápido todo”. Finalmente, en la cita programada, comenzó la clasificación donde Alan barrió y ganó de forma invicta para meterse en un torneo donde participaron los 10 mejores ajedrecistas del ranking.
“Y después del clasificatorio fui a jugar contra los mejores del mundo. Increíble…”, dijo y debió tomarse una pausa obligada, todavía emocionado. Luego continuó: “Fue un sueño, me hubiese gustado jugarlo en persona, pero las cosas son así. Igual es agotador, no estoy acostumbrado a ese ritmo, pero más allá del resultado [quedó último], la experiencia, el aprendizaje y la difusión que me dio, fue impresionante. Además de que pude medirme con los mejores”.
Más allá de los sentimientos, Alan se toma un tiempo para la reflexión: “Después de esto, sé cuáles son las cosas que ellos hacen mejor que yo y qué tengo que hacer para mejorar. Me falta bastante rodaje a ese nivel pero que te inviten a un torneo así, ya es cosa seria. Tengo que trabajar en algunas cosas y lo voy a hacer”.
Luego de su participación en esta cita histórica para el ajedrez argentino y para él, el futuro de Alan y de la competencia es incierto a causa del coronavirus. “Tengo programado disputar la Copa del Mundo en Rusia en el mes de julio, pero con este panorama muy complejo que se ve en todos los países, no se sabe qué puede pasar”, manifestó.
Por lo pronto, el presente (y porvenir) del ajedrez argentino parece estar en buenas manos.
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