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Sandro Mareco eligió el camino más lento en el ajedrez, pero ya está dejando una huella
Este año comenzó en espejo con 2018 para el ajedrecista Sandro Mareco. Tras conquistar en diciembre el Magistral Szmetan-Giardelli en Buenos Aires tuvo una apertura de 2019 idéntica la semana pasada en Guatemala, donde otro final con múltiple empate se resolvió en su favor por haber sido el único que sacó ventaja en las partidas entre quienes igualaron el primer puesto por puntaje. Como para regresar a Hurlingham, donde vive, con una gran sonrisa por más que para la vuelta al país haya tenido escalas en México y Chile. "Para ir y venir fueron seis aviones. Solamente pude recorrer algo de la Capital luego de finalizar el torneo. A un ritmo de dos juegos diarios, más la preparación, no había margen más que para caminar las cinco cuadras entre el hotel y el salón donde se jugaba, aunque había un transporte disponible cada hora", pone en clima. Estar en el hogar es un bálsamo.
"Quedé conforme. Era un torneo duro, con grandes maestros. A Centroamérica casi no había ido, excepto una vez a El Salvador, y me contactaron por Facebook. Fui con la idea de jugar bien y tratar de ganar, porque era el jugador con mejor ranking de los 134, aunque el nivel es parejo. Eso implica que hay que arriesgar sin excederse, porque cualquiera puede ganarte aunque esté 100 puestos debajo", explica Sandro, de 31 años, como para poner en palabras lo que puede interpretarse de una clasificación final con 12 participantes encerrados en solo un punto. "Hasta el último de los juegos no sabía qué pasaba. Podía quedar primero y llevarme los 2500 dólares o terminar quinto y ganar 500. Para mí, que vivo del ajedrez, genera cierta tensión", sostiene. Finalmente, la ecuación fue óptima. Además de coronarse, obtuvo tres puntos más para el Elo, el registro que mide a los jugadores. Ahora, con 2664, se ubica alrededor del 85° puesto.
Los torneos más importantes están en Europa, Asia y, en menor medida, en los Estados Unidos. En febrero voy a ir a Uruguay y luego, en marzo, a Vietnam y los Emiratos Árabes
Mareco nació en Haedo; es único hijo de Rafael, un director de escuela rural, y Angélica, una maestra de frontera, y está de novio con una brasileña, del interior de San Pablo. A los 5 años jugaba en su casa, a los 13 comenzó a hacerlo en clubes y al terminar la secundaria se focalizó en tomarlo como medio de vida, jugando y enseñando. "A los 24 o 25 ya sabía que podía conseguir cubrir mis gastos y dedicarme. Era atípico. Tal vez lo más común es ir a la universidad y recibirse de algo, pero me la jugué". Es literal. Tampoco fue común el modo en el que se formó, lejos de lo que representa hoy tener como guía al sueco Ulf Anderson. "No me podía pagar las clases, con las que ganás tiempo, y las dejé pronto. Me dediqué a leer, a preguntar… Yo aprendí y fui subiendo en el ranking más lento, pero me hice más observador".
Acaso por eso está en los detalles Sandro. "Hago un trabajo complementario con ejercicios y psicólogo. En los torneos influyen muchas emociones. Por un lado, elegí correr porque lo podés hacer donde estés, en una cinta o en la calle, y le sumo algo de musculación y entrenamientos de cardio intenso. La alimentación también es importante, pero me cuesta. Prefiero entrenar más que dejar de comer asados. Y mi psicólogo es un médico que jugaba, entiende lo que puedo sentir. Lo sumé cuando notaba que me costaban más las últimas partidas. A veces cuesta mantener la energía y la concentración. O perdés y te baja la confianza", desglosa.
Al margen de la colaboración que hace Obras, club para el que juega algunos torneos, lo económico nunca dejó de tener preponderancia para alguien que tiene entre 10 y 15 certámenes al año fuera del país. Alguna vez, sin saber de la gestión, un amigo buscó en Facebook ayuda para que Mareco pueda ir por primera vez a Vietnam y los Emiratos Árabes, a donde volverá en marzo. Muchas veces se termina alojando en casas de desconocidos que le presentan contactos que nacen en las redes. Así, llegó a compartir una comida con un jeque y la modelo
Las clases ocupan al menos un tercio de sus días. "Casi todas son por Internet y con jugadores cerca de mi fuerza, experimentados. Es lo que me sirve. Si alguien me llama para que le enseñe y no va a jugar profesionalmente, le digo que no le conviene. Si jugás al tenis en un club de barrio no hace falta que entrenes con (Juan Martín) Del Potro", ejemplifica, con la referencia del número 5 del ATP. Su 1,88m lo acerca a la Torre de Tandil en lo físico. "Tal vez no parezco ajedrecista", dice, sonriente.
Ganador de cinco torneos en el exterior en 2018, algo que ningún argentino había logrado, y su tercer Olimpia de plata, Mareco se enfoca en lo que vendrá con el optimismo que encara todo. "Uno valora lo que va consiguiendo, pero creo que va a tener más valor con el tiempo, en retrospectiva", piensa. Por lo pronto, está construyendo su futuro desde la cima del ajedrez argentino.
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