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Luis Scalise, el cronista de las mil anécdotas en el mundo del ajedrez que se codeó con los grandes maestros
Es el gran testigo de este deporte en nuestro país y desempeñó los roles de jugador, árbitro, escritor y periodista
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El ajedrez no es solamente los grandes jugadores y las grandes partidas. Necesita de sus cronistas, de alguien que cuente la historia de lo que fue y lo que es. Luis Scalise es el gran testigo de nuestro ajedrez. Hizo todo lo que se puede hacer con este deporte; fue un jugador fuerte, con triunfos sobre unos cuantos maestros, se desempeñó como árbitro internacional, es escritor, y fue periodista, primero en el diario Convicción, y luego, por más de veinte años, del diario Clarín. Su web personal, la Scalise Chess Page, difusora del ajedrez, funciona ininterrumpidamente desde 1997, siendo una de las primeras y más duraderas del mundo en materia de ajedrez.
Desde cada uno de esos lugares, Scalise fue testigo y partícipe de notables eventos, cito sólo algunos: el famoso match de Fischer-Petrosian de 1971 lo tuvo como espectador, en la Olimpiada de 1978 fue uno de los árbitros, en los magistrales Najdorf de los años noventa, que organizara el propio Najdorf, desempeñó diferentes tareas organizativas. Acerca de su relación con el patriarca del ajedrez argentino, nos lo cuenta el propio Luis: “El Viejo Najdorf fue como un padre para mí. Mi papá murió cuando yo tenía veinte, y más o menos a los veinticinco, trabé una relación cercana con Najdorf; creo que lo que le gustó de mí es que yo nunca le pedí nada, incluso cuando me ofreció dirigir su fundación me negué, porque veía que iba a ser problemático manejar mucho dinero, con previsibles acusaciones de favoritismo, entonces no quise hacerlo. Al principio no lo entendió, pero cuando se lo expliqué bien, vino y me dio un beso, que era su manera de mostrar afecto. Con el tiempo se dio una relación increíble, el Viejo confiaba en mí para cualquier cosa. Una vez en 1982 él estaba en un torneo en Moscú con Miguel Ángel Quinteros, y las comunicaciones eran malas, de modo que lo ayudé a escribir sus notas, y cuando volvió se mostró muy agradecido. Najdorf era una locomotora, conseguía financiación para muchos torneos de ajedrez, creo que, sin su impulso, el ajedrez argentino habría quedado estancado después de la Segunda Guerra”.
Asimismo, Scalise conoció y trató a varios de los mejores jugadores del mundo de aquella época: Fischer, Karpov, Korchnoi, Kasparov, Larsen, Andersson… “El que más me impresionó fue Miguel Tal, por su sencillez y por todo lo que le dio al ajedrez. Debido al deterioro de su aspecto físico, se veía que le había entregado su vida misma al ajedrez… Además, Scalise rescató una anécdota con un protagonista: “Otro que era un caballero era Lev Polugaievsky: en el match que disputó con Korchnoi en Buenos Aires 1980, y que organizara el diario LA NACION, “Poluga”, como le decían todos, perdió una de las primeras partidas. En ese momento el público estalló en una ovación, incluso lanzando papelitos. Me tocó acompañar a Polugaievsky al hotel ese día, y él, que estaba deprimido por la derrota, me dijo que el público de Buenos Aires no lo quería… Yo, como sentía empatía con él, atiné a contestarle que no era así, que cuando él ganara una partida, también lo iban a festejar. Al llegar a la última partida, Polugaievsky logró ganar con las piezas blancas y empatar el match, lo que desencadenó una estruendosa ovación del público. Más tarde, Polugaeivsky me buscó y me dijo: ‘tenía usted razón, joven”. El anecdotario de Scalise es interminable. Es la memoria viva del ajedrez.
Para terminar la charla le pregunté a Luis por su otra gran pasión, el cine, sobre cuáles son sus películas favoritas. Me dijo: “Me gusta cuando el cine refleja la libertad; una de mis películas favoritas es Espartaco, con Kirk Douglas, justamente un esclavo que lucha por la libertad. Y mi género favorito es el Western; qué mejor ejemplo para ilustrar la libertad que un jinete galopando por la pradera, como también podría ser un gaucho a caballo en el campo. En general estoy de acuerdo con esa frase de Tarrasch (gran ajedrecista alemán que vivió entre 1862-1934) de que el ajedrez, como la música, produce felicidad en los seres humanos. Yo agregaría el cine, pero la verdad es que se podría agregar cualquier cosa que a uno le guste, porque en definitiva creo que todos en la vida buscamos lo mismo, la felicidad”.
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