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De Estación Ferreyra a Tokio: Agustín Destribats, la ilusión argentina en un deporte casi ausente en el siglo XXI entre los hombres
Las agujas del reloj trepan hacia el filo de la medianoche en la ciudad de Majachkalá, Rusia. La luna refulge en la superficie del Mar Caspio. El clima sorprende a sus habitantes con una amena y fresca ventolina que, de acuerdo a los termómetros de la televisión, oscila entre los tres y los cinco grados centígrados. Los restaurantes ya cerraron. Los mercados también. Las mezquitas retomarán las actividades en cuanto asomen los primeros rayos de luz invernal.
En un departamento de la calle Tolstogo se halla Agustín Destribats, un atleta que recientemente incorporó más galones al peso de la representación olímpica argentina. Con un ademán de deleite, vierte el agua caliente en el termo y celebra el mate inaugural de la noche rusa; almibarado, como le gusta. Al instante suena su celular. Allí comienza la charla con LA NACION.
"Empecé a las seis de la tarde hoy, hice doble turno; dos horas a la mañana, y dos horas a la tarde. Ciento veinte minutos intensos".
-¿Qué estás haciendo en Rusia?
-Vine a entrenar. Estoy en la parte musulmana de Rusia. Esta ciudad es la cuna mundial de la lucha libre. ¿Viste que en Argentina hay rastros de fútbol en todas las esquinas? Acá los hay, pero de lucha. Hay un centro de entrenamiento por cuadra, y en cada entrenamiento de una hora entran 150 personas. ¡A veces, ni podés entrar!
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Pasaron 25 años desde la última vez que un argentino se clasificó a unos Juegos Olímpicos para la categoría masculina de lucha. En aquella oportunidad, en Atlanta 1996, nos representó Paulo Ibire, que llegó hasta los octavos de final, donde perdió con el surcoreano Hwang Sang Ho. Un cuarto de siglo después, Agustín Destribats le propinó un punch al maleficio de ausencias.
Nacido en Córdoba capital -más precisamente en el barrio Estación Ferreyra- el 30 de octubre de 1997, Destribats tomó su primera clase de lucha a los nueve años, por recomendación de un amigo. Desde ese momento se aferró a un deporte que nutrió su vida de aventuras y récords.
"Yo soy un desastre luchando", ironiza con aire jocoso. La realidad, es que sí sabe.
En 2013, con 16 años, fue campeón de los Juegos Sudamericanos de la Juventud en dos categorías: lucha libre y lucha grecorromana. Al año siguiente, conquistó su primer Panamericano juvenil. Luego, en categoría Junior, obtuvo tres Panamericanos más, y tomó envión para su aventura en Senior, donde ya celebró un primer puesto en un torneo sudamericano y una medalla de bronce en el Mundial de Serbia -disputado a finales de 2020-. Se clasificó a los Juegos Olímpicos de Tokio al asegurarse el tercer puesto en el Preolímpico Panamericano de lucha, organizado en Ottawa en marzo del año pasado.
Destribats detalla que, de la misma manera que en la Argentina es fácil reconocer a un hincha de cierto club de fútbol -por la camiseta que lleva puesta-, las veredas de Majachkalá están repletas de luchadores. También describe la forma en la que sus colegas lo reconocen en esa burbuja atlética resguardada por el mar Caspio, Azerbaiyán y Georgia: "¿Viste cómo los luchadores tienen las orejas rotas? Bueno, por eso nos reconocemos. Te ven las orejas y se te acercan a hablar".
-¿Cómo surgió la idea de practicar lucha? ¿Cómo fueron tus inicios en la disciplina?
-Empecé a los 9 años. Un vecino me dijo que había abierto una escuela de artes marciales cerca de mi casa. En su momento enseñaban artes marciales y boxeo. Mi amigo me dijo "tenés que ir, tenés que ir", entonces convencí a mi mamá de que me lleve. Resultó que el club tenía boxeo francés (savate), capoeira y lucha. Al entrar, tenías que hacer las tres. No podías elegir. Aprendí rápido, ya que a los pocos meses fui a un torneo de lucha, y luego gané un Nacional. Comencé a ir a competencias en Buenos Aires y me fue gustando más la lucha, poco a poco. Fue tanto el crecimiento que tuvo el club en esa disciplina que se dejaron de dictar clases de las otras artes marciales para dedicarse exclusivamente a la enseñanza de lucha.
-Cuando eras chico hacías estilo grecorromano y libre. Ahora competís mayormente en libre. ¿Cómo se dio esa transición?
-En 2014, competí en los Juegos Olímpicos de la Juventud en Medellín. En aquel entonces, los pesos iban separados. Por ejemplo: 50 kg greco, 55 libre, 60 greco, 65 libre, y así… Yo estaba en 60, así que competí en greco. Pero me hubiese encantado competir en libre, porque lo que más me gusta es atacar con las piernas, es otro tipo de lucha. Pero no podía cambiar mi peso. No podía bajar 5 kilos, ni tampoco subir 5 kilos. Dijimos "bueno, vamos a greco". Hice dos años, pero después comencé a dedicarme a la lucha libre. Practiqué las dos por un tiempo largo por consejo de mi entrenador, que sugería que los chicos hagan los dos estilos, para luego especializarse en uno solo, una vez que sean adultos.
-Patricia Bermúdez compitió en Londres y Río de Janeiro, pero los hombres no pudieron llegar. Sos el primer argentino en lucha masculina para un juego olímpico desde la participación de Paulo Ibire en 1996. ¿Qué sentiste cuando conseguiste la clasificación?
-Estaba en shock. No entendía lo que pasaba. Estaba contento por la victoria, pero no caía en que me había clasificado a un Juego Olímpico. Todavía no caigo… Quiero estar; una vez que esté, voy a creer que lo hice. Puede que se suspenda y que al final no vaya. Por eso quiero que se hagan, y, una vez que esté ahí, me la voy a creer.
Yo soy un desastre luchando (ríe)...no sé ni cómo gano… Debo tener un montón de puntos débiles; estoy trabajando para mejorar la defensa con piernas. También tengo que aumentar la velocidad de los ataques.
-¿Te preocupa la posible cancelación definitiva de los Juegos Olímpicos?
-Sería muy complicado. Trato de no pensar mucho en eso. Estoy seguro, dentro mío, de que se van a hacer. Acá, en Europa, las competencias se llevan a cabo. No están habilitadas como antes (con público) , pero ya hay espectáculos deportivos. Creo que se van a hacer, pero no ocurrirán con el marco espectacular que tiene un Juego Olímpico. Va a ser una competencia más, que se va a titular como un Juego Olímpico, pero sin los condimentos de otras ediciones.
-¿Cómo te estás preparando? Estuviste preparándote en muchos países de Europa...
-Estuve viajando mucho. Primero fui a Francia, para un torneo preparativo. Luego vine a Rusia a entrenarme por dos meses. Después, en abril, voy a participar de un torneo en Bulgaria, para luego volver a Córdoba. Vuelvo porque necesito ver a mi familia, a mi novia, a mi hijo. Es difícil estar tan lejos. Como hoy en día en Europa hay más competencia, la planificación se basó en eso: en estar aquí y competir mucho para seguir preparándome.
-¿Cómo hiciste para sortear los obstáculos durante la cuarentena? ¿Temiste haber perdido tu nivel?
-La verdad es que lo que menos hice fue pensar en la lucha. Justo estaba en una etapa de descanso, porque venía de competir en el Preolímpico; y al principio pensé que iban a ser solo dos semanas. "No pasa nada" dije. Luego, se fue alargando. Empecé a hacer ejercicios en casa. Y mi club y la Agencia Córdoba Deportes me trajeron elementos para que pueda entrenarme: pesas, barras... Sinceramente, no me preocupaba mucho por la inactividad. Hacía mucho tiempo que no veía a mi familia, y aproveché para estar con mi hijo y mi novia. Fueron siete meses increíbles para mí; disfruté mucho de ellos. No me preocupaba tanto por si bajaba de nivel. Trataba de que no me afecte la cabeza.
-En marzo de 2020, cuando conseguiste la clasificación en el Panamericano de Ottawa, no peleaste en la final porque tenías una lesión en la rodilla. ¿Ahora cómo estás?
En ese momento me dolía mucho la rodilla. Luché dos combates con molestias, pero en la final no había necesidad de pelear. Ya estaba clasificado y no había necesidad de seguir compitiendo. Ahora estoy bien; recuperado al cien por ciento.
-¿Cual es tu punto fuerte y cual es tu punto débil, hablando exclusivamente de cuestiones técnicas?
-Yo soy un desastre luchando (ríe)...no sé ni cómo gano… Debo tener un montón de puntos débiles; estoy trabajando para mejorar la defensa con las piernas. También tengo que aumentar la velocidad de los ataques. Lo bueno que tengo es que siempre voy al frente, siempre trato de ganarle al otro. Y en ese proceso me salen cosas que quizás están mal hechas, pero me salen. Creo que lo principal es tener confianza. Yo no sé si soy bueno, pero sé que con lo poco que sé, te puedo ganar. Voy al frente y te voy a querer ganar de la forma que sea.
-Cuando no luchás, ¿Te dedicás a otras actividades? ¿Tenés otra profesión?
-No, no. Solamente la lucha. Intenté estudiar a distancia, muchas veces. Pero se me complicaba porque viajaba demasiado, cambiando constantemente de lugar. Hace poco estuve una semana en Niza, después dos en París, y ahora dos meses en Rusia. Se hace difícil. Lo mismo me pasó con el tema trabajo. Si en Argentina trabajo dos semanas y después les digo que me voy por tres meses, estoy echado…
Destribats se clasificó a la cita en Tokio tras vencer al bicampeón de la NCAA, Allen Retherford, que llegaba como favorito al combate. La pelea se desarrolló en un torneo condicionado por la pandemia de coronavirus. Las tribunas estuvieron vacías y los luchadores tuvieron que saludar a los jueces con el codo. Por supuesto que, entre ellos, se desarrolló la lucha clásica en este tipo de contiendas.
-Los países que tienen más medallas olímpicas de Lucha son Rusia, Estados Unidos, y Suecia. Con la excepción de Cuba, en Latinoamérica, las disciplinas de lucha (libre y grecorromana) no tienen tanta popularidad. ¿Crees que ahora este deporte está creciendo en el continente?
-Está creciendo, sí. Lo sé porque en los torneos veo chicos y chicas de países que antes ni figuraban. Ahora se ha ido equilibrando, y hay más competidores latinoamericanos. Fuera de Cuba y los Estados Unidos, que son unos animales, el nivel es muy parejo en todo el continente. No solo en Sudamérica, sino también en Norteamérica. También pienso que la lucha ganó mucha difusión gracias a Internet.
-¿Quién es tu luchador favorito?
-No tengo... Miro a muchos buenos luchadores, porque aprendo mucho de ellos. Admiro a varios. Sin embargo, no tengo un favorito. No soy fan de ninguno. Los veo, practico sus técnicas, pero tampoco pienso "¡Uhh, quiero ser como él!". Siempre quise perfeccionar mi propio estilo y crear mis propias técnicas; aunque no se si estoy cerca o lejos de ser un destacado como ellos.
-¿Ves a alguien como candidato en Tokyo? ¿Hay algún rival que no quieras enfrentar? Aunque, por lo que contaste, te da lo mismo quién esté en frente tuyo…
-Síiii, tal cual. A mi me da igual. Yo pienso que... el destino sabe quien va a ser el campeón. Si el oro, o el bronce, son para vos, no importa que te levantes bien o mal ese día; son para vos. Entonces, es lo mismo si te ponen al más fácil o al más difícil. A veces el favorito pierde con el que no es favorito; a veces gana el menos conocido... De todos modos, uno siempre tiene que prepararse al máximo y crear las condiciones para que eso pase. No todo es suerte y destino.
¿Agustín Destribats es favorito? El destino lo dirá, ¿no?
(Apura el séptimo u octavo mate de la charla. Sostiene la mirada en el aire) -El destino lo dirá (risas). Me encantaría. Voy a hacer lo posible para lograrlo. Uno se entrena, uno ayuda para concretar y posibilitar ese destino.
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