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A un año del Mundial Qatar 2022, qué tiene y qué no la ¿favorita? selección argentina
La clasificación asegurada, un grupo fuerte y el buen recambio juegan en favor del equipo de Lionel Scaloni; el funcionamiento, el roce nulo con europeos y la conducta, bajo la lupa.
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¿La Argentina es una de las favoritas para ganar el Mundial de Qatar 2022? Cualquier respuesta se parece a una temeridad, pero a riesgo de ser aguafiestas en estos tiempos burbujeantes alrededor de la selección, la respuesta es que no. Justo cuando falta un año para la Copa del Mundo en Medio Oriente, Lionel Scaloni todavía le debe inyectar seguridades a su proyecto. Él lo sabe. Mientras, el tránsito por 2021 resultó más alentador de lo imaginado: invicto después de una seguidilla de 16 partidos (10 victorias y seis empates) apretados en poco más de cinco meses, la consagración en la Copa América y el pasaje a Qatar fueron las cumbres de una temporada de cosecha, alejada de las turbulencias. Porque ese es otro activo: la selección se construye sin conflictos ni tensión. En este contexto, las ‘imperfecciones’ casi no se notan en la superficie, pero están. Vale el repaso.
QUÉ TIENE
1. La clasificación para Qatar.
Conseguir el pasaje para la Copa del Mundo cuando a las eliminatorias todavía les quedan cuatro fechas –el mismo registro que había establecido la selección de Bielsa en 2002– encierra múltiples beneficios. Primero, es un golpe de autoridad hacia la platea global. Segundo, desactiva la ansiedad, y desde ese confort, los ajustes y revisiones se pueden hacer desprovistos de urgencias. Eso incluye el campo experimental: convocatorias por afuera de la base habitual (¿Marcos Senesi, Mauro Icardi, alguna opción como N°5?) que le permitan al cuerpo técnico despejar dudas. Y concederles descanso a otras piezas para no tensar la relación con sus clubes. Por ejemplo, entendiendo el momento de la temporada que entonces atraviese PSG, Lionel Messi podría no venir para la doble fecha de finales de enero y principios de febrero, o para la última de marzo.
2. La fortaleza del grupo.
“Somos como hermanos”, explicó Lautaro Martínez después del clásico con Brasil, casi como un resumen sin proponérselo. Sin dudas, el espíritu corporativo del plantel es un capital. La divertida convivencia que filtran en sus redes sociales se traduce en un equipo comprometido e identificado en una causa colectiva. Cualquiera de las formaciones por las que se inclina Scaloni presenta el mismo perfil: una manada de lobos hambrientos. De carácter rocoso, es una selección sin intérpretes solitarios: detrás de cada uno aparece un compañero con el mismo sello temperamental. Ni los talentosos, Lo Celso, Paredes o Di María –y hasta Messi con actitudes que no son frecuentes a nivel cubes–, le huyen a la faena gregaria. Amigos sin derecho a relajarse.
3. La profundidad del plantel.
No se sabe todavía si la lista de buena fe para el Mundial estará integrada por 23 futbolistas, como es la tradición, o la FIFA mantendrá la decisión de extender los planteles mientras tampoco revisa la validez de los cinco cambios por partido. En cualquier caso, Scaloni tendrá que hacer recortes y prescindir de piezas que en algún momento han sido valiosas en su ciclo. Hay una base consolidada, sin dudas, de entre 15 y 18 futbolistas, pero se sabe de la dinámica del fútbol: Martínez Quarta y Ocampos eran titulares hasta no hace tanto, y Emiliano Martínez y ‘Cuti’ Romero no aparecían en el radar. Convendrá alejarse de las sentencias, un año puede estar lleno de trampas. Pero Scaloni sabe que cuenta con un banco largo, con recambio probado, con opciones en casi todos los puestos a partir del perfil polifuncional de algunos apellidos: Nico González, Lisandro Martínez, Tagliafico, Exequiel Palacios, el propio De Paul. Y un amplio abanico técnico de la mitad hacia adelante.
QUÉ LE FALTA
1. Ajustar el funcionamiento.
Detrás del fin de fiesta, de la clasificación a Qatar, del cierre de un año mágico para la selección y el invicto del ciclo que se extendió a 27 encuentros, la última doble fecha confirmó desajustes de arrastre: jugó mal la Argentina contra Uruguay y no paso del peldaño de discreto ante Brasil. Tantas pérdidas en el origen de la elaboración, en salidas desprolijas, propiciaron una decena de ocasiones de gol para los rivales. Sólo impericia, falta de jerarquía, fortuna y Emiliano Martínez escondieron lo evidente: el equipo no es sólido. La supuesta imbatibilidad de Martínez/Romero/Otamendi –avalados por un registro estadístico– no refleja la verdad. Los crujidos empiezan en el medio. Siempre flota la sensación de que un oponente voraz y efectivo –de la mano de una talla contra la que la selección no se ha probado– pueden dejar al desnudo todo lo que hasta aquí se consiguió disimular.
2. El roce internacional pendiente.
Y ese punto se ata al anterior. De los 41 encuentros que suma el ciclo Scaloni, con una altísima rentabilidad (25 victorias, 12 empates y apenas 4 derrotas), nada menos que 33 fueron cruces ante adversarios sudamericanos. Sólo se midió con un oponente europeo (Alemania, 2-2) y eso condiciona la evaluación, distorsiona el auténtico potencial. ¿Dónde está parada la Argentina? Presunciones optimistas, no más certezas. ¿Tiene solución? Prácticamente, no. Habrá un par de ventanas en junio y septiembre, quizás cuatro amistoso –uno, con Italia– en 2022. Los calendarios internacionales perjudican a los sudamericanos. Sufre la Argentina sin contacto con los mejores. En este sentido, aterrizará en Qatar casi sin unidad de medida, algo que no le sucedía desde la antesala de la refundación de César Luis Menotti en los ‘70. ¿Es determinante? No. Pero invita a relativizar como nunca los pronósticos.
3. Mejorar la conducta.
Que el temperamento no se confunda con altanería ni exabruptos. Hay reacciones desmedidas y reclamos frente a los árbitros que la alta competencia no suele tolerar. Fervor y guapeza no representan lo mismo, ni la victoria otorga derechos para conducirse en la cancha. Las burlas y las provocaciones –ejemplo: de Otamendi y Romero a Yotún cuando falló un penal; todos los desbordes de ‘Dibu’ Martínez– urge eliminarlas. Es inaceptable que Otamendi, a los 33 años y con 86 partidos en la selección, le arroje un codazo a un rival; en una instancia decisiva de un Mundial, puede ser la antesala de la eliminación. O el cuerpo técnico se involucra en el tema o se convierte en un cómplice. Alguna vez Scaloni aclaró que él se detiene “en el aspecto puramente deportivo” de sus dirigidos. Se equivoca. Tiene la facultad para corregirlo.
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