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A 100 días de Tokio 2020: los Juegos Olímpicos son una moneda al aire, entre lo pautado y las alertas sanitarias
Mientras el COI y el gobierno japonés apuestan por protocolos, calendarios, capacidades limitadas y manuales de conducta, el contexto global pone una nueva incógnita sobre la gran cita deportiva
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Shigeko Kagawa logró ponerse de pie al menos unos segundos. Después, volvió a sentarse y saludó a los asistentes desde su silla de ruedas, mientras una voluntaria la acompañaba por las calles de la prefectura de Nara, 475 kilómetros al sur de la capital. Shigeko es la imagen de una de las dos realidades que viven los Juegos Olímpicos de Tokio. Nacida en 1911, en las últimas horas se convirtió en la relevista de la antorcha olímpica más longeva de la historia. A los 109 años, dejó atrás la marca de la brasileña Aida Mendes, que la transportó a los 107. Aunque su récord caerá en las próximas semanas: todos esperan a Kane Tanaka, la persona más vieja del mundo, que se moverá por Fukuoka con sus 118 años.
El ritmo de la antorcha parece ser la realidad alterna de un Japón en el que siete de cada diez personas quieren que los Juegos se cancelen o retrasen, mientras se endurecen las medidas sanitarias y se buscan soluciones contrarreloj por las demoras de Pfizer para suministrar vacunas. A 100 días de la inauguración, hay un Tokio 2020 deportivo -con protocolos, manuales y fechas clave que se vienen cumpliendo tras la cancelación del año pasado- y otro sanitario, y mucho más escéptico. Más allá de confirmaciones oficiales, antorchas y calendarios, la constante evolución de la pandemia suma incógnitas. A 100 días, la cita olímpica es una moneda al aire.
Kyodo News publicó ayer que más del 70% de los japoneses quieren que los Juegos Olímpicos se cancelen o posterguen, al mismo que tiempo que el Gobierno puso en marcha una serie de medidas para tratar de bajar las cifras de una ola de contagios que crece y que parece estar atada a una reciente suspensión de restricciones. Con menos de 1% de las personas vacunadas a nivel país, la gobernadora Yuriko Koike impuso horarios de apertura más cortos para bares y restaurantes de Tokio, con un sistema de castigo a los infractores y de compensaciones a quienes cumplan, además de recomendar la cancelación de viajes no esenciales. Koike es la dama de hierro de un Tokio que se imagina olímpico. Y al que ella se aferra para mostrarle al mundo que la apuesta por los Juegos se puede transformar en “la prueba de la victoria”. “Superaré la pandemia y llevaré a la ciudad a los próximos Juegos”, apuntó Koike el verano pasado. Diez meses después, su discurso va por otro camino: pide extremar los cuidados y avisa que la ciudad “está desarmada” frente a la aparición de nuevas cepas, mientras Pfizer -la única vacuna aprobada en el país- continúa con un suministro limitado. Los cálculos gubernamentales hablan de una normalización del plan de vacunación para fines de junio.
En la tierra de la paciencia y la meticulosa planificación a largo plazo, no detienen la marcha desde la organización de Tokio 2020 (respeta el nombre original, más allá del cambio de año). Hay cautela y todo sigue el rumbo pautado entre el Comité Olímpico Internacional, el comité local y el gobierno japonés. Y cruzan con velocidad cualquier versión. El 21 de enero se tomaron apenas un par de horas para desactivar la información de The Times, que anunciaba que “los Juegos, ya postergados, ahora están condenados”. El periódico británico citó a una fuente de la coalición gobernante y destacó que “nadie quiere decirlo, pero el consenso es que es demasiado difícil que se realicen”. En Japón negaron cada palabra. Al mismo tiempo que lanzaron una serie de “playbooks” con protocolos y recomendaciones para federaciones, atletas, prensa acreditada, broadcasters, y hasta anunciantes.
En general, los lineamientos coinciden para cada una de las partes: higiene, control de itinerario mediante una aplicación japonesa, hisopado previo (y la posibilidad de una serie de tests a lo largo de toda la estadía), limitación de actividades, un detallado informe de contactos estrechos y hasta la recomendación de apoyar a los atletas con aplausos y “evitar cantar”. Estos manuales descartaron la opción de una cuarentena en Tokio, algo que podría golpear presupuestos de federaciones y medios. Y piden que “el viaje empiece 14 días antes”, por lo que se apela a la responsabilidad individual para una cuarentena estricta en el lugar de origen.
Cancelada la opción de contar con fanáticos de otras latitudes (y con bajas de federaciones, como ya sucedió con Corea del Norte), el otro foco de control estará sobre los periodistas y fotógrafos que viajen desde todas partes del mundo. Las últimas directrices llegaron en el encuentro de prensa celebrado virtualmente en febrero. Allí, Lucía Montanarella, directora de operaciones de medios del COI, habló de la introducción de un sistema de reserva para el trabajo en zona mixta, con tal de asegurar el distanciamiento entre periodistas y deportistas, y así cuidar “cada burbuja”. También se destacó un “acceso limitado a la Villa Olímpica” y la cancelación de los “Media Days”. El mayor conflicto a todo nivel pasa por cómo asegurar la capacidad de las sedes, con un número mágico previsto inicialmente en un 50%.
Desde marzo pasado, Japón se enfrenta a varias olas de infecciones, con cifras relativamente bajas si se las compara con países de Europa o América. Por eso, el objetivo local es impedir una propagación mayor esta primavera con el objetivo de poder desplazarse libremente (con los cuidados del caso) durante los Juegos. “Cuando vean el número de pruebas que vamos a hacer en Japón, la gente va a estar más tranquila”, avisaron desde el COI. “No queremos destruir el sueño olímpico de ningún deportista’', destacó Thomas Bach, presidente del comité. Tanto federaciones como gobernantes apuestan a poner en marcha la cita olímpica el próximo 23 de julio, el viernes de la ansiada inauguración. La fecha marcada en rojo en un calendario que por ahora tiene algunos signos de pregunta. Aquellos “Juegos del futuro” en la sede del caos organizado están atados a un presente demasiado volátil.
De la Villa Olímpica “estéril” al optimismo por la perfección japonesa
No hay manera de que los Juegos Olímpicos se desarrollen tal como fueron concebidos originalmente. Todo tendrá un cariz diferente, y uno de los puntos será la prohibición de público extranjero, además de patrocinadores, familiares de deportistas, invitados y todos aquellos que no cumplan funciones específicas. La reducción también se verá en los voluntarios del exterior, que suelen ser mayoría. Gerardo Werthein, presidente del Comité Olímpico Argentino, asegura hoy que la realización de Tokio 2020 está firme en un ciento por ciento, pero que “habrá que poner el hombro y hacer un sacrificio”. “No van a ser unos Juegos Olímpicos como los que conocimos siempre. Serán atípicos y todas las medidas tenderán a proteger la seguridad de los atletas, entrenadores y staff, pero también la de todos los espectadores. Habrá dos burbujas separadas para atletas y dirigentes”, afirma.
¿Cuál será el rol de las autoridades para que Tokio 2020 sea una cita lo más normal posible? Werthein detalla las medidas que tomará el Comité Olímpico Internacional, del que es miembro, junto con la organización nipona. Las vacunas son el gran tema: “Lo fundamental es que los atletas, si se puede y tienen la voluntad, estén todos vacunados. Desde el COI vamos a financiar las vacunas excedentes que hagan falta en los países, entendiendo que cada Estado es la autoridad de aplicación. Pero si no hubiera suficientes vacunas, el COI va a garantizarlas en aquellos países más comprometidos con el acceso a ellas para que los atletas, si así lo desean, se puedan vacunar junto con toda la comunidad olímpica”.
Werthein adelanta cómo pueden ser los testeos en la Villa Olímpica: “Hay un sistema similar al PCR en términos de eficacia que dan sus resultados en 15 minutos. Así, uno puede testear a todas las delegaciones en forma diaria. Para adaptarse a la diferencia horaria, las delegaciones llegarán antes al país y se instalarán en algunas de las prefecturas de Japón, dentro de un centro de alto rendimiento, y se van a testear diariamente. Desde allí se moverán con medios de transporte dedicados, no van a tener contacto con los medios de transporte masivos hasta que ingresen a la Villa, todos testeados, para que ese lugar sea estéril”.
Los deportistas solo podrán ingresar a la Villa con cinco días de anticipación y deberán abandonarla sí o sí 48 horas después de su participación. Ni hablar de distenderse y pasear por centros comerciales. Así lo indica un protocolo superestricto, que no atenderá palmarés ni nombres rutilantes. “Estamos en una situación de emergencia, porque incluso se vieron interrumpidos procesos de clasificación en muchos países que no pudieron ser sede. Todos tenemos que poner el hombro y hacer un sacrificio”, le dice a LA NACION.
Jugador y DT campeón. Carlos Retegui transpiró la camiseta de la selección de hockey sobre césped en Atlanta 1996, Sydney 2000 y Atenas 2004. Después, disfrutó las mieles de éxito como entrenador de Leones (oro en Río 2016) y Leonas (plata en Londres 2012). Sabe perfectamente de qué se trata el espíritu olímpico. Nuevamente a cargo de las chicas, es optimista para lo que viene: “Creo que la organización va a ser impecable, considerando el país anfitrión y que está preparando los Juegos desde hace cinco o seis años. La postergación hizo que tuvieran un año más de margen para la previsibilidad de distintas cuestiones. Me parece que saldrá todo perfecto”.
El desafío para el Chapa excederá el pizarrón. No solo se tratará de tácticas, acondicionamiento físico y motivación; también habrá que atender temas extra hockey: “Como entrenadores debemos encontrar soluciones a los inconvenientes que se van planteando por la pandemia mundial. Entonces, todo lo que debamos hacer en cuanto a restricciones, burbujas y demás se hará como parte de la preparación. También tengo que liderar para todas esas dificultades”.
Desde aquellos entrenamientos individuales vía zoom hasta las numerosas medidas para evitar contagios. Ellas y ellos ya se acostumbraron al nuevo régimen. “Nos hisopamos muy seguido, algo que no es agradable, y como grupo no podemos tener contacto con mucha gente. Pero tanto un equipo como el otro, Leones y Leonas, compartimos muchas cosas”, cuenta Retegui, entre certezas y alguna duda: “Cada jugador tiene su mate y no lo puede compartir, lógicamente. Y no sabemos cómo funcionará el restaurant durante los Juegos Olímpicos, calculo que nos hisoparán a todos y habrá cámaras de temperatura dentro de la Villa”.
Las relaciones sexuales en la Villa Olímpica siempre han sido una realidad, desde el momento en que suele informarse de manera oficial la distribución de preservativos por parte del COI. En Río 2016 se repartieron 450 mil preservativos a los atletas, una cifra que triplicó el número provisto para Londres 2012 y que dio un promedio de 42 por deportista. Sin embargo, en este nuevo contexto, el sexo puede implicar un gran riesgo. Sobre este punto, el coach: “La verdad es que uno se entrena toda la vida para competir, no hay tiempo para perder en unos Juegos Olímpicos y la concentración es máxima y absoluta. Entiendo que nadie va a correr riesgo compartiendo mate o teniendo intimidad con otro atleta. Los jugadores están completamente focalizados en el rendimiento y en competir”.
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