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30k Uniendo pueblos: una leyenda y mil historias
Un atleta pierde el tren e inventa una carrera; otro la transita en alpargatas; el presidente del club la organiza, en un año baja 50 kilos y la corre; un atleta de 75 años cuenta por qué el deporte es mejor ahora que antes; los “30k Uniendo Pueblos”, un río de historias que se encuentran corriendo
(LOBOS).- Bajo el sol de enero, un tren se hace chico en el horizonte. Un hombre, parado en el medio de la vía, se lamenta por haber llegado tarde. De golpe, empieza a correr. Es ferroviario, sabe que no alcanza al vagón. Pero también es atleta, sabe que 30 kilómetros no son tantos. Lo que aún nadie sabe, es que inspiraría una carrera que ya cumple 23 años y formaría una leyenda.
Justo un año después de desandar el recorrido del tren, un grupo de amigos desafió el mismo camino. Al siguiente verano ya se había organizado una carrera. El "Vasco" Apesteguía hoy tiene 77 años y cada segundo fin de semana de enero, ve pasar un malón de locos que quieren emular su hazaña: correr 30 km bajo un sol impiadoso, sobre una tierra abrazadora y unir dos pueblos.
Con los años se buscó un circuito más práctico pero se mantuvo el espíritu, el desafío de unir dos poblados. Se parte del corazón de Empalme Lobos, en el Club Social y Deportivo y Biblioteca Popular Rivadavia, el sitio que organiza, junto con la Asociación de Atletismo Lobense, la carrera. Se recorren las primeras cuadras de asfalto, por el pintoresco Empalme, un lugar ideal para dormir la siesta. Pero no se terminan de apagar los aplausos de la largada, cuando el circuito se interna en una recta infinita de tierra y sol, que dispara directo a Zapiola. Luego de 15 kilómetros se llega a este poblado de 100 habitantes, tres pulperías y una capilla, donde la mayor actividad anual es, justamente, la carrera que los visita cada comienzo de año. Nunca falta el aliento de los vecinos y alguna manguera para refrescarse. Luego, a volver sobre las huellas para regresar al club Rivadavia. Parece un loco sueño de verano.
Sin embargo, bajo la chifladura corre un río de historias. Luis Pérez pisa la quinta década de vida, y la pisa en alpargatas. Empezó a correr hace quince años, justamente en otra carrera organizada por la Asociación de Atletismo Lobense, y descubrió su pasión. A los pocos meses ya estaba largando los 30 km de Uniendo Pueblos: nunca más faltó. ¿Pero por qué en alpargatas Luis? "Trabajo en alpargatas, entreno en alpargatas, vivo en alpargatas". Hasta hizo en alpargatas cuatro veces el mítico Cruce de los Andes. ¿No se le congelan los dedos con la nieve? "Si hace mucho frío, me pongo medias. Pero al rato de correr nomás, ya caliento las patas y me las saco, me gusta sentir la alpargata". Por más que sea fanático de esta chinela autóctona, es difícil creer que le aguante 100 km en la cordillera. Él asegura que si, pero lleva tres, para largar cara etapa con un par 0 km. "Una vez corrí 100km con zapatillas y tardé 14 horas" recuerda él. "Lo volví a hacer en alpargatas y tardé 9". Es la combinación justa: un cuerpo fibroso, liviano y entrenado, una buena técnica de carrera y un calzado ultra liviano, pero, corriendo en medio de la tierra. ¿Por qué blancas? "Ah, siempre blanca. Por elegancia".
Cuando Luis tenía 6 años, Jorge López ya empezaba a correr. Hoy tiene 75 años y es el más experimentado en la carrera. "Apenas" dice él restándole importancia, "hace 45 años que corro". Pero no se conforma con esa nimiedad. "Quiero cumplir 50 años como atleta. Después sí, cuelgo las zapatillas y me dedico sólo a la bicicleta." Con tanta historia encima, la pregunta es obligada: ¿Qué cambios vio en las carreras de calle en casi medio siglo? Esperando las diferencias entre el atletismo y el running, las carreras gratis y las inscripciones caras o el repudio a los patovicas, la respuesta es pragmática: "Mejoró mucho. Antes no había casi mujeres. ¡Ahora está lleno!", dice guiñado un ojo picarón.
No todos son experimentados atletas, también están los debutantes. Joaquín Areso es el presidente del club Rivadavia, el año pasado corría para todos lados organizando la carrera. Pesaba 150 kilos, en realidad no corría, caminaba, y se cansaba mucho. "Vivía un infierno". Hasta que la cabeza le hizo el famoso "click". Operación de por medio, bajó 53 kilos y pudo empezar a correr. En su club, largó la primera carrera de su vida. Completó al trote los 10 km participativos, cruzó el arco mirando al cielo y se abrazó con su entrenador. "Tantas veces me había prometido cambiar, y había abandonado a las dos semanas". Hoy vive otra vida. "Si me decías hace un año, que la iba a correr, te hubiese dicho que estabas loco. Descubrí que el loco era yo".
Otra vez viajamos atrás en el tiempo, vale la pena. En 1987, dos nenes nuevos empezaban la escuelita de atletismo en Lomas de Zamora: Marina Fernández con 12 años y Marcelo Acosta con 15. Pasaron cinco años y entre trotes, saltos y adolescencia apareció Cupido. Se pusieron de novios, pero nunca dejaron de compartir entrenamientos, carreras y podios. Un par de años después, del amor de los dos atletas, nació Florencia. Hoy ya tiene 21 años, y los tres siguen corriendo. Y muy fuerte. "A los seis años largaba carreras de 40 metros", repasa Florencia. "Correr fue inevitable", añade. Y se entusiasma: "Cuando te sentís bien, tenés la sensación de que no te para nadie". Marcelo tenía un solo objetivo atlético para su hija. "Que lo disfrute. Esto si no lo amás no tiene sentido", advierte.
Pero hoy no era una carrera más. Marcelo cumplió 44 años y a ninguno de los tres se les ocurrió quedarse en la casa a festejar. Se levantaron poco antes del amanecer y salieron rumbo a Lobos, distante a poco más de 80 km de Lomas de Zamora. "Festejar es hacer cosas que te hagan feliz", explica Marina. "Y correr nos hace muy felices", continúa. Flor aún no curó su lesión, una fascitis plantar que tarda en despedirse. "Hubiese preferido que no corra", se lamenta Marcelo "pero tiene mucha sangre -la pondera- y es dura como pocas". Florencia se anotó junto a su padre en la posta 2 x 15km, correr en equipo va a ser su regalo de cumpleaños. Resignado, el padre le pide que no se lastime, que no importa cuánto tarde, él la va a esperar igual.
El evento llega a su fin. Cristian Muñoz sube a lo alto del podio tras haber completado los 30k en 1h53m, lo mismo hace Graciela Benítez, en damas, al parar en el reloj en 2h38m. Lobos tiene su ganador en los 10k, a Emilio Sánchez, de 19 años, a quien le lleva 35m03s recorrer un circuito duro. Detalles de los ganadores que quedan para la anécdota. La vida sigue por otro lado.
Florencia y Marcelo no ganan, pero suben al podio, ella lo abraza y le dice algo al oído, imposible de escuchar, pero creo leerle en los labios un "feliz cumpleaños papá".
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