William Kentridge: "Creo en un pensamiento periférico que es esencial para entender el mundo"
El sudafricano, ganador del Princesa de Asturias a las artes este año, cerrará la Bienal de Performance con una obra de múltiples lenguajes
Los instrumentos todavía están en sus fundas, pero en el escenario ya se acomodan las sillas donde los músicos ejecutarán la música de Philip Miller. Los rodearán unas bocinas que parecen funcionar a fuerza de ruedas de bicicleta y otros aparatos. Se prueban las luces y aparecen en las zonas más claras los dibujos y grafismos clásicos de William Kentridge, creador de la pieza que se está ensayando en el teatro Coliseo para su estreno de mañana: Refuse the Hour.
La megaperformance de 80 minutos será el gran cierre de la Bienal de Performance (BP17), a cargo de uno de los artistas contemporáneos más destacados, reciente ganador del Premio Princesa de Asturias, conocido por sus dibujos, collages, grabados, películas animadas y producciones teatrales y de ópera. Todo parte de sus dibujos, que se proyectan en pantallas donde se los ve nacer y morir bajo su mano: los borronea y los vuelve a hacer, y los pone en movimiento. Sus primeras animaciones han crecido con los años hasta convertirse en imponentes puestas escenográficas, proyecciones multimedia o teatros de marionetas, donde todo funciona a la perfección para mostrar lo mal que está el mundo. Criado en el apartheid sudafricano, su obra señala la exclusión social y el sufrimiento humano.
En la puesta que se estrena aquí, se ve la videoinstalación de cinco canales que fue comisionada para la Documenta 12, The Refusal of Time, que es parte de la colección del Metropolitan Museum de Nueva York. Y también, un poco de cada una de las disciplinas que aborda: lenguajes visuales y sonoros, danza, música en vivo, proyecciones, teatro y una escena onírica y dadaísta, donde el artista dará una conferencia fragmentada -en inglés, con subtítulos en castellano- que comienza con el mito de Perseo y finaliza con los descubrimientos de Einstein para preguntarse por la naturaleza del tiempo. Alrededor de él, entra en acción la bailarina Dada Masilo y aquellas raras máquinas musicales traquetean hasta cobrar vida, mientras se proyecta un diseño en video.
Kentridge lleva apenas unas horas en la ciudad, pero a juzgar por la punta de los dedos ya ha tenido tiempo de dibujar. "Creo que ya conocía la Argentina a través de Borges y Cortázar. Durante los años del apartheid los sudafricanos no podíamos venir a América del Sur, pero la conocíamos a través de sus escritores. Sólo caminé diez cuadras desde el hotel hasta el teatro, anduve buscando pistas de las historias de infamias de Borges", dice. Sus anteojos, apenas unos alambres que esconde dentro de la camisa, parecen de juguete... u otra de sus máquinas inventadas.
-La muestra Fortuna, que giró por América latina, hubiese sido la manera más completa de conocerlo. A través de estas obras, ¿qué aspecto conoceremos?
-La performance es una parte importante de mi trabajo, y aunque no la más importante, es el motivo de mi visita. Está la videoinstalación, los textos ilógicos que están en el borde de la lectura y la mirada a la imagen visual, la performance y la lectura de la que se desprende la charla de hoy. Es un buen arco, pero no hay dibujos ni animaciones.
¿Cuántas dimensiones tiene Refuse the hour?
-A veces un dibujo es directamente eso: un dibujo carbonilla. Otras, puede moverse en el tiempo, tiene duración y se vuelve una animación, en la que es posible ir hacia adelante y hacia atrás. Y a veces el dibujo salta a la tercera dimensión y tiene actores en escena y se vuelve una performance. Esta pieza surgió de una conversación con el físico Peter Galison en la que vimos que de las diferentes historias científicas sugerían diferentes maneras de materializarlas. Hablábamos del tiempo, que es algo invisible, y las maneras de convertirlo en algo material. Esto nos llevó a las dos disciplinas del arte más obvias para hacer del tiempo algo concreto: la música y el cine, donde podés congelarlo, desacelerarlo, hacer tiempos paralelos... No sólo rebobinar películas, sino Berlioz ejecutado de atrás para adelante. Cuando las cosas van hacia atrás, empezamos a lidiar con metáforas de la utopía y el arrepentimiento. Porque cuando el mundo se ejecuta en reverso hay una perfección en ese rebobinar: el vaso de agua que se estrella se recompone íntegro, sin dejar ni una gota derramada. Si tan sólo pudiéramos hacer eso... reconstruir lo que se dañó.
-Usted es un artista de renombre mundial, pero vive en la misma casa donde se crió, en Johannesburgo. ¿Defiende su mirada desde el hemisferio sur?
-Hay enormes beneficios al estar en la periferia. Creo en un pensamiento periférico que es esencial para entender el mundo. Hay una especie de autocomplacencia, una seguridad, en las potencias del Norte que es acallada por actos de violencia actuales, y para nosotros, los del Sur, no son más que un "bienvenidos al mundo real". Es bueno también estar en el borde de las tradiciones y no en el centro.
-Su obra tiene siempre un tinte social. ¿Qué lo preocupa ahora?
-En Sudáfrica hay un proceso muy visible: me interesa la relación entre la economía formal y la informal que ocurre en los márgenes. Se las suele describir como actividades separadas, pero ocurre que cada vez más la economía formal depende de la informal. No estoy muy seguro de lo que significa esto en términos económicos, pero es algo sobre lo que estoy pensando y trabajando para mi próximo proyecto.
-A los 62 años, ¿piensa que su obra puede cambiar el mundo?
-No, pero sí creo que nosotros como individuos nos construimos de muchas cosas, también de poemas, canciones, películas, libros, arte y obras de teatro a los que accedimos en diferentes etapas de nuestras vidas, que confirman quiénes somos, que nos dan coraje para serlo. El arte hace a las personas.
Para agendar
Conferencia con Maricel Álvarez, hoy, con entradas agotadas.
Muestra. Sus obras se exponen en el MNBA hasta el 13 de agosto.
Performance Refuse the Hour. Thinking Aloud in Eight movements, mañana, a las 20.30, en el Coliseo (M. T. de Alvear 1125).
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